Epicureísmo
El epicureísmo es un movimiento filosófico fundado alrededor del 307 a. C. basado en las enseñanzas del antiguo filósofo griego Epicuro de Samos, el cual fundó una escuela llamada Jardín y cuyas ideas fueron seguidas por otros filósofos, llamados "epicúreos".[1] El epicureísmo fue originalmente un desafío al platonismo. Posteriormente su principal oponente se convirtió en el estoicismo.
Han sobrevivido pocos escritos de Epicuro. Sin embargo, hay testimonios independientes de sus ideas de sus discípulos posteriores. Algunos estudiosos consideran que el poema épico De rerum natura (en latín: De la naturaleza de las cosas) de Lucrecio presenta en una obra unificada los argumentos y teorías centrales del epicureísmo. Muchos de los rollos desenterrados en la Villa de los Papiros en Herculano son textos epicúreos. Se cree que al menos algunos pertenecieron al filósofo epicúreo Filodemo de Gadara. Epicuro también tuvo un discípulo rico del siglo II. d. C., Diógenes de Enoanda, que tenía un pórtico inscrito con principios de la filosofía erigido en Enoanda, Licia (actual Turquía).
Epicuro fue un atomista, siguiendo los pasos de Demócrito. Su materialismo lo llevó a una crítica generalizada contra la superstición y la intervención divina. Al igual que el filósofo cirenaico Aristipo, Epicuro era un hedonista, pero creía que el mayor bien era buscar un placer modesto y sostenible en forma de un estado de ataraxia (tranquilidad y libertad del miedo) y aponía (ausencia de dolor corporal) a través del conocimiento del funcionamiento del mundo y los deseos limitantes. En consecuencia, Epicuro y sus seguidores generalmente se retiraron de la política porque podría conducir a frustraciones y ambiciones que pueden entrar directamente en conflicto con la búsqueda epicúrea de paz mental y virtudes.
Aunque el epicureísmo es una forma de hedonismo en la medida en que declara que el placer es su único objetivo intrínseco, el concepto de que la ausencia de dolor y miedo constituye el mayor placer, y su defensa de una vida simple, lo hacen muy diferente del "hedonismo" como coloquialmente entendido.
El epicureísmo floreció en la era helenística tardía y durante la era romana, y se establecieron muchas comunidades epicúreas, como las de Antioquia, Alejandría, Rodas y Herculano. A fines del siglo III d.C., el epicureísmo casi desapareció, y se opusieron otras filosofías (principalmente el neoplatonismo) que ahora estaban en auge. El interés por el epicureísmo resucitó en la Ilustración y continúa en la Edad Moderna.
Doctrina
El epicureísmo argumentó que el placer era el principal bien de la vida. Por lo tanto, Epicuro abogó por vivir de tal manera que se obtenga la mayor cantidad de placer posible durante la vida, pero hacerlo de manera moderada para evitar el sufrimiento incurrido por el exceso de placer en tal placer. Se hizo hincapié en los placeres de la mente más que en los placeres físicos. Los deseos innecesarios producidos artificialmente debían ser suprimidos. Dado que la vida política podía dar lugar a deseos que pudieran perturbar la virtud y la paz mental, como el ansia de poder o el deseo de fama, se desalentó la participación en la política. Además, Epicuro trató de eliminar el miedo a los dioses y a la muerte, considerando esos dos miedos como las principales causas de conflictos en la vida. Epicuro recomendó activamente contra el amor apasionado, y creía que era mejor evitar el matrimonio por completo. Consideraba el sexo recreativo como un deseo natural, pero no necesario, que generalmente debería evitarse.
«[a un joven] Entiendo que tu disposición natural es demasiado inclinada hacia la pasión sexual. Sigue tu inclinación como quieras, siempre que no violes las leyes, perturbes costumbres bien establecidas, hagas daño a tus vecinos, hagas daño a tu cuerpo o desperdicies tus posesiones. Es imposible que no seas afectado por una o más de estas condiciones, pues un hombre nunca consigue bien alguno de la pasión sexual, y es afortunado si no recibe daño.»Epicuro. Sentencias Vaticanas, 51.
La comprensión epicúrea de la justicia era intrínsecamente egoísta. La justicia se consideró buena porque se consideraba beneficiosa para ambas partes. individuos no actuarían injustamente incluso si el acto pasara desapercibido inicialmente debido a la posibilidad de ser capturados y castigados. Tanto el castigo como el miedo al castigo causarían perturbación a una persona y le impedirían ser feliz. Epicuro puso gran énfasis en desarrollar amistades como base de una vida satisfactoria.
«Epicuro dice que de todos medios que la filosofía proporciona para vivir feliz ninguno es mayor que la amistad, ninguno más fecundo, ninguno más agradable.»Cicerón. De finibus, I, 65.
Si bien la búsqueda del placer formó el punto focal de la filosofía, esta se dirigió en gran medida a los "placeres estáticos" de minimizar el dolor, la ansiedad y el sufrimiento. De hecho, Epicuro se refirió a la vida como un "regalo amargo".
«Y por esto que decimos que el placer es principio y fin del vivir venturoso. Y como es el bien primero y connatural, por eso no elegimos todo placer, sino que a veces omitimos muchos placeres, cuando de éstos se desprende para nosotros una molestia mayor; y consideramos muchos dolores preferibles a placeres, cuando se sigue para nosotros un placer mayor después de haber estado sometidos largo tiempo a tales dolores. Todo placer, pues, por tener una naturaleza apropiada [a la nuestra], es un bien; aunque no todo placer ha de ser elegido; así también todo dolor es un mal, pero no todo [dolor] ha de ser por naturaleza evitado siempre»Epicuro, Carta a Meneceo (129 - 128).[2]
El epicureísmo rechaza la inmortalidad. Cree en el alma, pero sugiere que el alma es mortal y material, al igual que el cuerpo. Epicuro rechazó cualquier posibilidad de una vida después de la muerte, sin dejar de sostener que no hay que temer a la muerte: "La muerte no es nada para nosotros; porque lo que se disuelve no tiene sensación, y lo que carece de sensación no es nada para nosotros". De esta doctrina surgió el epitafio epicúreo: Non fui, fui, non sum, non curo ("No fui; yo; no soy; no me importa"), que está inscrito en las lápidas de sus seguidores y visto en muchas lápidas antiguas del Imperio Romano. Esta cita se usa a menudo hoy en día en los funerales humanistas.
Física
La física epicúrea sostenía que todo el universo consistía en dos cosas: materia y vacío. La materia está formada por átomos, que son cuerpos diminutos que solo tienen las cualidades inmutables de la forma, el tamaño y el peso.[3] Se consideró que los átomos no cambiaban porque los epicúreos creían que el mundo estaba ordenado y que los cambios debían tener fuentes específicas y consistentes. Epicuro sostiene que debe haber un suministro infinito de átomos, aunque solo un número finito de tipos de átomos, así como una cantidad infinita de vacío.[4] Epicuro explica esta posición en su carta a Heródoto:
Además, la suma de las cosas es ilimitada tanto por la multitud de los átomos como por la extensión del vacío. Porque si el vacío fuera infinito y los cuerpos finitos, los cuerpos no se habrían quedado en ningún lugar, sino que se habrían dispersado en su curso a través del vacío infinito, sin tener ningún apoyo o contraprotección para enviarlos de vuelta en su rebote ascendente. Nuevamente, si el vacío fuera finito, la infinidad de cuerpos no tendría donde estar.
Debido al suministro infinito de átomos, hay una cantidad infinita de mundos, o cosmoi. Algunos de estos mundos podrían ser muy diferentes a los nuestros, otros bastante similares, y todos los mundos estaban separados unos de otros por vastas áreas de vacío (metakosmia).[5]
El epicureísmo afirma que los átomos no se pueden dividir en partes más pequeñas, y los epicúreos ofrecieron múltiples argumentos para apoyar esta posición. Los epicúreos argumentan que debido a que el vacío es necesario para que la materia se mueva, cualquier cosa que consista tanto en el vacío como en la materia puede descomponerse, mientras que si algo no contiene ningún vacío, entonces no hay forma de separarse porque ninguna parte de la sustancia podría estar desglosado en una subsección más pequeña de la sustancia. También argumentaron que para que el universo persista, lo que está compuesto en última instancia no debe poder cambiarse o, de lo contrario, el universo se destruiría esencialmente.[6]
Los átomos se mueven constantemente de una de cuatro maneras diferentes. Los átomos pueden simplemente chocar entre sí y luego rebotar entre sí. Cuando se unen entre sí y forman un objeto más grande, los átomos pueden vibrar a medida que se mantienen uno al otro mientras se mantiene la forma general del objeto más grande. Cuando no son prevenidos por otros átomos, todos los átomos se mueven a la misma velocidad naturalmente hacia abajo en relación con el resto del mundo. Este movimiento hacia abajo es natural para los átomos; sin embargo, como cuarto medio de movimiento, los átomos a veces pueden desviarse aleatoriamente de su camino descendente habitual. Este movimiento de desvío es lo que permitió la creación del universo, ya que a medida que más y más átomos se desviaban y chocaban entre sí, los objetos podían tomar forma a medida que los átomos se unían. Sin el viraje, los átomos nunca habrían interactuado entre sí, y simplemente habrían continuado moviéndose hacia abajo a la misma velocidad.[7][8]
Epicuro también intuyó que el viraje era lo que explicaba el libre albedrío de la humanidad. Si no fuera por el viraje, los humanos estarían sujetos a una cadena interminable de causa y efecto. Este fue un punto que los epicúreos utilizaron a menudo para criticar a Demócrito.[9]
Los epicúreos creían que los sentidos también dependían de los átomos. Cada objeto emitía continuamente partículas de sí mismo que luego interactuaban con el observador. Todas las sensaciones, como la vista, el olfato o el sonido, se basaban en estas partículas. Si bien los átomos que se emitían no tenían las cualidades que los sentidos percibían, la manera en que se emitían provocaba que el observador experimentara esas sensaciones; por ejemplo, las partículas rojas no eran en sí mismas rojas sino que se emitían de una manera tal que hacían que el espectador experimentara el color rojo. Los átomos no se perciben individualmente, sino más bien como una sensación continua debido a la rapidez con que se mueven.[10][11]
Al contrario que sus contemporáneos, creía que el universo era ilimitado con un número ilimitado de átomos y una cantidad infinita de vacío.[12] La Tierra no era el centro del cosmos y se cree que sostuvo la forma de la Tierra como plana como hizo Demócrito.[13][14][15] También sostuvo que los cuerpos celestes eran tan pequeños como se observaban.[16][17] El epicúreo Lucrecio (siglo I a. C.) cuestionó la Tierra esférica al encontrar absurda la idea de animales andando boca abajo en las antípodas.[18][19][20]
Ética
Según Adolfo Sánchez Vázquez, «el epicúreo alcanza el bien, retirado de la vida social, sin caer en el temor a lo sobrenatural, encontrando en sí mismo, o rodeado de un pequeño círculo de amigos, la tranquilidad de ánimo y la autosuficiencia».[21]
El placer y el sufrimiento
Epicuro afirmó que es bueno todo lo que produce placer, pues el placer, según él, es el principio y el fin de una vida feliz. Pero para que el placer sea real debe ser moderado, controlado y racional.
Él definió el placer como la satisfacción de las necesidades del cuerpo y la tranquilidad del alma, por ejemplo: un buen desempeño académico le da tranquilidad al alma. Para el epicureísmo, lo malo es todo aquello que le produce dolor al ser humano. Son las cosas que nos hacen o nos afectan en el sentido espiritual y corporal, Epicuro señaló que el placer no tiene que ser necesariamente un placer sexual, sino también algo que nos produzca placer el hacerlo, como: respirar tranquilamente en el campo o tomar helado, pero sobre todo los placeres espirituales como la música de calidad o un buen libro también.
El ser humano está compuesto de cuerpo y alma, y los placeres del alma son superiores a los del cuerpo. En su opinión, la paz interior puede alcanzarse al reducir las necesidades del cuerpo y acabar con las inquietudes y temores. La ética epicúrea dice que para vivir una vida feliz, es muy importante superar el miedo a la muerte; Epicuro dijo "La muerte no nos concierne, pues mientras existimos, la muerte no está presente y cuando llega la muerte, nosotros ya no existimos".
Los placeres naturales y no naturales
Para Epicuro, los placeres y sufrimientos son consecuencia de la realización o impedimento de los apetitos. Epicuro distingue entre tres clases de apetitos, por tanto placeres:
- Los naturales y necesarios, como alimentarse, abrigo y el sentido de seguridad, que son fáciles de satisfacer.
- Los naturales pero no necesarios, conversación amena, gratificación sexual.
- Los no naturales ni necesarios, la búsqueda del poder, la fama, el prestigio, dinero.
Los placeres del cuerpo y los del alma
Es importante aclarar que Epicuro no era dualista, es decir, no postulaba la oposición cuerpo-alma; el alma, igual que el cuerpo, es material y está compuesta de átomos. También distinguía entre dos tipos de placeres, basados en la división del hombre entre dos diferentes pero unidos, el cuerpo y el alma:
- Placeres del cuerpo: aunque se considera que son los más importantes, en el fondo su propuesta es el equilibrio voluntario y consciente de estos placeres, no su eliminación; no es posible conocer el placer si no se conoce el dolor, no se disfruta de un banquete si no se conoce el hambre.
- Placeres del alma: el placer del alma es superior al placer del cuerpo: el corporal tiene vigencia en el momento presente, pero es breve, mientras que los del alma son más duraderos y además pueden eliminar o atenuar los dolores del cuerpo.
Los placeres cinéticos y catastemáticos
Los epicúreos dividieron aún más cada uno de estos tipos de placeres en dos categorías: placer cinético o móvil y placer catastemático o estable.[22]
- Placeres móviles: los placeres físicos o mentales que involucran acción o cambio. Comer alimentos deliciosos, así como satisfacer deseos y eliminar el dolor, que en sí se considera un acto placentero, son todos ejemplos de placer cinético en el sentido físico. Según Epicuro, los sentimientos de alegría serían un ejemplo de placer cinético mental.
- Placeres estables: el placer que uno siente mientras está en un estado sin dolor. Al igual que los placeres cinéticos, los placeres catatemáticos también pueden ser físicos, como el estado de no tener sed, o los mentales, como la liberación de un estado de miedo. El placer catastemático físico completo se llama aponia y el placer katastemático mental completo se llama ataraxia.[23]
La razón
Pese a que el placer es un bien y el dolor un mal, hay que administrar inteligentemente el placer y el dolor: en ocasiones debemos rechazar placeres a los que les siguen sufrimientos mayores y aceptar dolores cuando se siguen de placeres mayores. La razón representa un papel decisivo en lo que respecta a nuestra felicidad, nos permite alcanzar la total imperturbabilidad (ataraxia), la cual compara Epicuro «con un mar en calma», cuando ningún viento lo azota y nos da libertad ante las pasiones.
Finalidad
La finalidad de la filosofía de Epicuro no era teórica, sino más bien práctica, que buscaba sobre todo procurar el sosiego necesario para una vida feliz y placentera en la que los temores al destino, los dioses o la muerte quedaran definitivamente eliminados.
Para ello se fundamentaba en una teoría empirista del conocimiento, en una física atomista inspirada en las doctrinas de Leucipo y Demócrito y en una ética hedonista.
No había motivo para temer a los dioses porque estos, si bien existen, no pueden relacionarse con nosotros ni para ayudar ni para castigar, y por tanto ni su temor ni su rezo o veneración posee utilidad práctica. La muerte tampoco puede temerse, porque siendo nada, no puede ser algo para nosotros: mientras vivimos, no está presente y cuando está presente, nosotros no estamos. Cuando el hombre se libere de sus falsos temores y elija racionalmente sus placeres, llegará a ser un buen actor.
El Tetrafármaco
El Tetrafármaco, o "La cura en cuatro partes", es una guía básica de Filodemo de Gadara de cómo vivir la vida más feliz posible, sobre la base de las primeras cuatro Doctrinas Principales de Epicuro. Esta doctrina poética fue transmitida por un epicúreo anónimo que resumió la filosofía de Epicuro sobre la felicidad en cuatro líneas simples:
No temas a los dioses;
no te preocupes por la muerte;
Lo que es bueno es fácil de obtener, y
lo que es terrible es fácil de soportar.
Epistemología
La filosofía epicúrea emplea una epistemología empírica.[24] Los epicúreos creían que todas las percepciones sensoriales eran verdaderas,[25][26] y que surgen errores en cómo juzgamos esas percepciones.[27] Cuando formamos juicios sobre las cosas (hupolepsis), pueden verificarse y corregirse a través de más información sensorial.[28][29] Por ejemplo, si alguien ve una torre desde lejos que parece ser redonda, y al acercarse a la torre ven que en realidad es cuadrada, se daría cuenta de que su juicio inicial era erróneo, y puede corregir su error.[30]
Epicuro propuso tres criterios de verdad : sensaciones ( aisthêsis ), preconcepciones ( prolepsis ) y sentimientos ( pathê ). Se dice que un cuarto criterio llamado "aplicaciones de presentación de la mente" ( phantastikai epibolai tês dianoias ) fue agregado por epicúreos posteriores.[31][32] Estos criterios formaron el método a través del cual los epicúreos pensaron que obtuvimos conocimiento.[33]
Dado que los epicúreos pensaban que las sensaciones no podían engañar, las sensaciones son el primer y principal criterio de verdad para los epicúreos.[26] Incluso en los casos en que la información sensorial parece inducir a error, la información en sí misma es verdadera y el error surge de nuestros juicios sobre la información. Por ejemplo, cuando uno coloca un remo recto en el agua, parece doblado. El epicúreo argumentaría que la imagen del remo, es decir, los átomos que viajan desde el remo a los ojos del observador, se han desplazado y, por lo tanto, realmente llegan a los ojos del observador en forma de remo doblado.[34] El observador comete el error al suponer que la imagen que recibe correctamente representa el remo y no ha sido distorsionada de alguna manera. Para no hacer juicios erróneos sobre cosas perceptibles y, en cambio, verificar el propio juicio, los epicúreos creían que era necesario obtener una "visión clara" ( enargeia ) de lo perceptible mediante un examen más detallado. Esto actuó como una justificación de los juicios sobre lo que se percibe.[35] La Enargeia se caracteriza como la sensación de un objeto que no ha sido modificado por juicios u opiniones y es una percepción clara y directa de ese objeto.[36]
Las ideas preconcebidas de un individuo son sus conceptos de lo que son las cosas, por ejemplo, cuál es la idea de un caballo de alguien, y estos conceptos se forman en la mente de una persona a través del aporte sensorial a lo largo del tiempo. Cuando se usa la palabra que se relaciona con la preconcepción, la mente convoca estas ideas preconcebidas en los pensamientos de la persona. Es a través de nuestras ideas preconcebidas que podemos hacer juicios sobre las cosas que percibimos. ideas preconcebidas también fueron utilizadas por los epicúreos para evitar la paradoja propuesta por Platón en el Menón sobre el aprendizaje. Platón argumenta que el aprendizaje requiere que ya tengamos conocimiento de lo que estamos aprendiendo, de lo contrario no podríamos reconocer cuándo habíamos aprendido con éxito la información, ideas preconcebidas, argumentan los epicúreos, proporcionan a las personas ese conocimiento previo requerido para el aprendizaje.[37]
Nuestros sentimientos o emociones ( pathê ) son cómo percibimos el placer y el dolor. Son análogos a las sensaciones en que son un medio de percepción, pero perciben nuestro estado interno en oposición a las cosas externas. Según Diógenes Laercio, los sentimientos son cómo determinamos nuestras acciones. Si algo es placentero, buscamos esa cosa, y si algo es doloroso, lo evitamos.[32]
La idea de "aplicaciones de presentación de la mente" es una explicación de cómo podemos discutir y preguntar sobre cosas que no podemos percibir directamente. Recibimos impresiones de tales cosas directamente en nuestras mentes, en lugar de percibirlas a través de otros sentidos. El concepto de "aplicaciones de presentación de la mente" puede haberse introducido para explicar cómo aprendemos sobre cosas que no podemos percibir directamente, como los dioses.[38]
Religión
El epicureísmo no niega la existencia de los dioses; más bien niega su participación en el mundo. Según el epicureísmo, los dioses no interfieren con las vidas humanas ni con el resto del universo de ninguna manera.[39] La manera en que existen los dioses epicúreos todavía se discute.
Algunos eruditos dicen que el epicureísmo cree que los dioses existen fuera de la mente como objetos materiales (la posición realista), mientras que otros afirman que los dioses solo existen en nuestras mentes como ideales (la posición idealista).[40][41]
El epicureísmo también ofreció argumentos contra la existencia de los dioses en la forma propuesta por otros sistemas de creencias. La Paradoja de Epicuro, o el Problema del mal, es un famoso argumento en contra de la existencia de un Dios o dioses todopoderosos y providenciales. Según Lactancio:[42]
Dios quiere eliminar las cosas malas y no puede, o puede pero no quiere, o no quiere ni puede, o ambos quiere y puede. Si él quiere y no puede, entonces es débil, y esto no se aplica a Dios. Si puede pero no quiere, entonces es rencoroso, lo que es igualmente extraño a la naturaleza de Dios. Si no quiere ni puede, es débil y rencoroso, y por lo tanto no es un dios. Si él quiere y puede, ¿cuál es la única cosa apropiada para un dios, de dónde vienen las cosas malas? ¿O por qué no los elimina?
Este tipo de argumento de trilema (Dios es omnipotente, Dios es bueno, pero el mal existe) fue favorecido por los antiguos escépticos griegos, y este argumento puede haber sido erróneamente atribuido a Epicuro por Lactancio, quien, desde su perspectiva cristiana, consideró a Epicuro como un ateo.[39]
Política
Las ideas epicúreas sobre política están en desacuerdo con las tradiciones filosóficas estoicas, platónicas y aristotélicas. Según Emilio Lledó, Epicuro entendía la política como expansión de la felicidad, justicia, sabiduría, belleza...[43]
Para los epicúreos, todas nuestras relaciones sociales son una cuestión de cómo nos percibimos mutuamente, de las costumbres y tradiciones. Nadie es inherentemente de mayor valor o está destinado a dominar a otro. Esto se debe a que no hay una base metafísica para la superioridad de un tipo de persona, todas las personas están hechas del mismo material atómico y, por lo tanto, son naturalmente iguales. Los epicúreos también desalientan la participación política y otra participación en la política. Sin embargo, los epicúreos no son apolíticos, es posible que alguna asociación política pueda ser vista como beneficiosa por algunos epicúreos. Algunas asociaciones políticas podrían conducir a ciertos beneficios para el individuo que ayudarían a maximizar el placer y evitar la angustia física o mental.[44][45]
Si bien esta evasión o libertad podría lograrse por medios políticos, Epicuro insistió en que la participación en la política no lo liberaría del miedo y él aconsejó no llevar una vida política. En cambio, Epicuro alentó la formación de una comunidad de amigos fuera del estado político tradicional. Esta comunidad de amigos virtuosos se enfocaría en asuntos internos y justicia. Se cree que la opinión acerca del matrimonio en Epicuro es positiva y consideró las relaciones sexuales como naturales pero innecesarias.[46][47]
Sin embargo, el epicureísmo es adaptable a las circunstancias, como lo es el enfoque epicúreo de la política. Los mismos enfoques no siempre funcionarán en la protección contra el dolor y el miedo. En algunas situaciones será más beneficioso tener una familia y en otras situaciones será más beneficioso participar en política. En última instancia, depende de los epicúreos analizar sus circunstancias y tomar las medidas que correspondan a la situación.[48]
Concepto de la justicia
Epicuro también fue uno de los primeros pensadores en desarrollar la noción de justicia como un contrato social. Él definió la justicia como un acuerdo hecho por la gente para no dañarse unos a otros. El punto de vivir en una sociedad con leyes y castigos es protegerse del daño para que uno sea libre de perseguir la felicidad. Debido a esto, las leyes que no contribuyen a promover la felicidad humana no son justas. Dio su propia versión única de la ética de la reciprocidad, que difiere de otras formulaciones al enfatizar en minimizar el daño y maximizar la felicidad para uno mismo y para los demás:
"Es imposible vivir una vida placentera sin vivir sabiamente, bien y justamente, y es imposible vivir sabiamente, bien y justamente sin vivir una vida placentera".
- ("justamente" significa evitar que una "persona dañe o sea dañada por otra")
El epicureísmo incorporó un relato relativamente completo de la teoría del contrato social y, en parte, intenta abordar los problemas con la sociedad descrita en la República de Platón. La teoría del contrato social establecida por el epicureísmo se basa en un acuerdo mutuo, no en un decreto divino.
Historia
El Jardín
Jardín (kípos κῆπος en lengua griega) es el nombre de la escuela de filosofía fundada por Epicuro en las afueras de Atenas, próxima a la Academia platónica, en el camino de El Pireo.[49] Epicuro se estableció definitivamente en Atenas en el año 306 a. C. (cerca de esta fecha debió de fundar su Jardín) y permaneció aquí el resto de su vida. Para entonces, la ciudad había perdido la primacía política de la que gozaba en el período clásico. Desarrolló en el Jardín sus ideas de amor hacia el campo (más que un verdadero jardín, su escuela se trataba de un huerto, de un espacio rural ajeno a la ciudad),[50] su ideal de vida oculta y su rechazo hacia los planteamientos intelectuales y políticos de la Academia platónica.[49] Los seguidores de Epicuro fueron conocidos como los filósofos del jardín o aquellos del jardín.[50]
Coexistía con los dos principales centros de enseñanza filosófica de la época: la Academia, fundada por Platón hacia el 387 a.C. y en tiempos de Epicuro dirigida por Crates de Triasio, que se encontraba al norte de la ciudad, en el olivar de Academos; y el Liceo, creado por Aristóteles en el 335 a.C. y dirigido por Teofrasto hasta su muerte en el 287 a.C., que se encontraba dentro de las murallas de la ciudad, en un gimnasio próximo al templó de Apolo Licio. El Jardín estaba a las afueras de la ciudad, en una propiedad agrícola junto al camino del puerto de El Pireo, donde el maestro organizó una comunidad que se sustentaba con el trabajo hortícola. Epicuro prefería vivir lejos del ambiente urbano, en un lugar relajado para la reflexión. Por el contrario, la escuela estoica nació en los soportales (stoa) del ágora de la Acrópolis, y cuyos miembros intervenían en los asuntos políticos de la ciudad.[51]
El Jardín ofrecía un lugar tranquilo, alejado del bullicio de la urbe, en el que tenían lugar desde charlas y convivencias hasta comidas y celebraciones (simposion). Se trataba, pues, de un lugar más destinado al retiro intelectual de un grupo de amigos que de un lugar para la investigación científica y la paideía superior, a diferencia de la Academia de Platón o el Liceo de Aristóteles.[52]
Eran admitidas al Jardín personas de toda condición y clase, lo que llegó a ser causa de escándalo. Incluía a personas respetables, pero igualmente a gentes de vida disoluta. También a mujeres y a esclavos, lo que en aquella época constituía un hecho inusual para una escuela filosófica.[52]
Epicuro impartió sus enseñanzas en el Jardín hasta su fallecimiento en el año 270 a. C., cuando tenía 72 años. Dejó la dirección de su escuela a Hermarco, quien había sido su discípulo en Mitilene antes de la fundación del Jardín y quien le acompañó fielmente desde entonces. Su sucesor fue Polistrato, quien fue el último sobreviviente en haber escuchado a Epicuro. Otros epicúreos contemporáneos a ambos fueron Metrodoro, Leontion, Colotes y Poliano, contra quienes se dirigió una pequeña obra de Plutarco.Seguidores
Aunque no de grande importancia científica, fueron bastante numerosos los adeptos y partidarios de la doctrina epicúrea en Roma. Los nombres de Cacio y de Amafanio son los primeros que se presentan en la historia del epicureísmo romano, en la cual aparecen en seguida los nombres, ya más conocidos e importantes, de C. Casio, de Pomponio Ático, de Veleyo, y sobre todo de algunos de los principales poetas, entre los cuales sobresale Horacio, que con notable desenfado y no menor franqueza se llama a sí mismo Epicuri de grege porcum.
El epicureísmo ya se había introducido en Roma en el siglo II a. C. Entre los epicúreos de esta centuria debe mencionarse a Demetrio de Lacón, de cuyas obras quedan algunos fragmentos, y a Apolodoro, que escribió más de 400 libros. Este último se ignora dónde nació y se le llamó kepotirannos (tirano del jardín), quizá por la defensa que hiciera de las doctrinas frente a las otras escuelas. Su discípulo Zenón de Sidón, quien fue maestro de Cicerón, también escribió muchas obras. Su sucesor fue Fedro, también maestro de Cicerón y muy estimado por este.[53] Fedro tuvo una preocupación epistemológica y escribió un tratado "Peri teon" (Sobre los dioses) profundizando en la teología epicúrea. También es reseñable Filodemo de Gadara, parte de cuya producción figura en los papiros herculanos, que comprenden numerosas obras epicúreas. Patro fue el líder de la escuela hasta el 51 a.C.[54] Otros maestros epicúreos, Alkios y Filiscos, fueron expulsados de Roma.[55][56] En el siglo I a. C. el epicureísmo era, de hecho, la filosofía en boga; y el número de romanos que se adscribieron a la misma fue, según Cicerón, muy grande. Los epicúreos Lucio Manlio Torcuato y Gayo Valerio Triario le expresaron a Cicerón su admiración por el filósofo:[57]
nonne ei maximam gratiam habere debemus, qui hac exaudita quasi voce naturae sic eam firme graviterque comprehenderit, ut omnes bene sanos in viam placatae, tranquillae, quietae, beatae vitae deduceret? Qui quod tibi parum videtur eruditus, ea causa est, quod nullam eruditionem esse duxit, nisi quae beatae vitae disciplinam iuvaret.¿no debemos nuestra más viva gratitud a aquel que, prestando oídos, por decirlo así, a esta voz de la naturaleza, la comprendió con tanta seguridad y profundidad que ha llevado a todos los hombres de mente sana al camino de la vida sosegada, tranquila, reposada y feliz? Y el hecho de que a ti te parezca poco erudito se debe a que, en su opinión, no había otra erudición que la que enseña la doctrina de la felicidad.Cicerón. De finibus I, 71.
La persona en difundir sus doctrinas en prosa latina fue un cierto . Las primeras obras epicúreas de Cayo Amafinio, Rabirio y Cacio fueron los primeros tratados filosóficos escritos en latín.[58] Podemos citar también a Tito Casio, Plinio el joven, Tito Pomponio Ático y en cierto sentido al poeta Horacio, pero especialmente a Lucrecio (c. 95–55 a. C.) quien, en el poema De rerum natura (Sobre la naturaleza de las cosas), dejó una exposición casi completa y precisa de la física epicúrea.[59] De Epicuro dice Lucrecio en su obra:
E tenebris tantis tam clarum extollere lumen / qui primus potuisti inlustrans commoda vitae, / te sequor, o Graiae gentis decus, inque tuis nunc / ficta pedum pono pressis vestigia signis, / non ita certandi cupidus quam propter amorem / quod te imitari aveo; quid enim contendat hirundo / cycnis, aut quid nam tremulis facere artubus haedi / consimile in cursu possint et fortis equi vis? / tu, pater, es rerum inventor, tu patria nobis / suppeditas praecepta, tuisque ex, inclute, chartis, / floriferis ut apes in saltibus omnia libant, / omnia nos itidem depascimur aurea dicta, / aurea, perpetua semper dignissima vita.Oh tú, ornamento de la griega gente, / Que llevaste el primero entre tinieblas / La luz de la verdad, adoctrinando / Sobre los intereses de la vida: / Yo voy en pos de ti, y estampo ahora / Mis huellas en las tuyas; no codicio / Ser tanto tu rival, como imitarte / Ansío enamorado. ¿Pues acaso / Entrara en desafío con los cisnes / La golondrina? ¿o los temblosos chotos / Volaran por fortuna en la carrera / Así como el caballo vigoroso? / Tú eres el padre y creador de cosas: / Sí; tú nos das lecciones paternales; / Y del modo que liban las ovejas / En los bosques floríferos las mieles, / Así también nosotros de tus libros / Bebemos las verdades más preciosas; / Preciosas, varón ínclito, muy dignas / De tener larga y perdurable vida.Lucrecio, De rerum natura. III. 1-20
Séneca, quien lo citó y defendió, demostró hasta qué punto Epicuro aún era popular en el siglo I d.C.,[60] pero entre los siglos I y II d.C., el epicureísmo entró en declive ya que no podía competir con el estoicismo, que tenía un sistema ético más en línea con los valores romanos tradicionales. El epicureísmo fue el que más se enfrentó con las ideas cristianas, ya que sus partidarios creían que el alma era mortal, negando a su vez la existencia de una vida después de la muerte y que lo divino tuviera algún papel activo en la vida humana.[61] A pesar de esto, DeWitt argumenta que el epicureísmo, en muchos sentidos, ayudó a allanar el camino para la expansión del cristianismo por su gran énfasis en la importancia del amor y el perdón; asimismo, las primeras representaciones cristianas de Jesús a menudo son similares a las representaciones de Epicuro.[62][63]
Muchos romanos tuvieron una visión negativa del epicureísmo, ya que consideraban que su defensa de la búsqueda de voluptas ("placer") era contraria al ideal romano de virtus ("virtud masculina"). Por lo tanto, a menudo se estereotipaba a sus seguidores como débiles y afeminados. Los críticos prominentes de su filosofía incluyen a autores como Cicerón,[64] el estoico Séneca[65] y el griego neoplatónico Plutarco.[66] El filósofo escéptico posterior Sexto Empírico rechazó las enseñanzas de los epicúreos específicamente porque los consideraba como "dogmaticistas" teológicos.[67] Por otro lado, Diógenes Laercio elogió a Epicuro diciendo que «era un hombre excelente en todos los aspectos».[68]
En el siglo II d. C., el epicureísmo experimenta un renacimiento gracias a Diógenes de Enoanda, quien talló las obras de Epicuro en una pared de pórtico. Tal vez en el mismo siglo debería mencionarse a Diogeniano, que defendió el epicureísmo frente al neoplatonismo y cuyos fragmentos de polémica contra el estoico Crisipo se encuentran en el historiador de la iglesia Eusebio de Cesarea.[69] En esta etapa los epicúreos participan, desarrollando una cierta armonización de teorías, de la característica actitud del eclecticismo.
En la Edad Media, Epicuro era conocido a través de Cicerón y las polémicas de los Padres de la Iglesia. Entre los siglos IV y V, Epicuro fue mencionado por Palladas.[70] A principios del siglo V, el epicureísmo estaba virtualmente extinto. El padre de la iglesia cristiana Agustín de Hipona (354–430 dC) declaró: "sus cenizas son tan frías que de ellas no se puede encender ni una sola chispa". Mientras que las ideas de Platón y Aristóteles podían adaptarse fácilmente a una cosmovisión cristiana, las ideas de Epicuro no eran tan fáciles de entender y no se les tenía en tanta estima.[61] No será hasta el Renacimiento cuando vuelva resurgir el interés por el epicureísmo.
Mujeres epicúreas
Dentro de la escuela epicúrea (el Jardín) se permitía el acceso a la enseñanzas de Epicuro a personas marginales dentro de la sociedad de la antigua Grecia, como esclavos, mujeres y prostitutas.[73][74] Aristóteles consideraba que la mujer estaba sometida al hombre, pero se encontraba por encima de los esclavos. En el capítulo 12 de su Política, escribe: «El esclavo está absolutamente privado de voluntad; la mujer la tiene, pero subordinada; el niño sólo la tiene incompleta». Su opinión era más desfavorable que la de su maestro Platón, quien afirma en la República que «las mujeres son más débiles que los hombres» pero tienen la capacidad de gobernar como cualquier hombre.[75] No obstante, ya se conocían en aquel entonces mujeres con formación filosófica como Aspasia, Hiparquia y Areta.
La filosofía del epicureísmo no era abierta a la igualdad. En la misma línea que el cinismo, la escuela abogó por la igualdad de las mujeres en cuanto al pensamiento. El epicúreo Diógenes de Enoanda ofreció dar clases a mujeres. Por otro lado, el epicúreo Lucrecio excluyó a las mujeres en su audiencia.[76] En su poema De rerum natura, Lucrecio se refiere a la diosa Venus. En el libro I es energía erótica placentera y benigna, natural y directa, y en el libro IV, urbana, degenerada y peligrosa. Tampoco las mujeres son peligrosas en sí mismas sino las vanas y locas idealizaciones de los hombres.[76]
La gran parte de las mujeres del Jardín eran de cortesanas. Entre las discípulas del Jardín se encuentran Temista y Leontion, citadas por el historiados Diogenes Laercio, y varias meretrices como Marmario, Hedía, Erocio, Nicidion y la esclava de Fedrión, quienes Timócrates afirmaba que convivían con Epicuro y Metrodoro, además de Boídion, añadida a lista por Plutarco. Según Plinio el Viejo, las epicúreas eran compañeras sexuales de los epicúreos y filósofas entregadas al Jardín.[77] Estas fueron ambas admiradas y repudiadas por su condición social [78] Varias mujeres epicúreas fueron citadas por autores como Cicerón[79], Diogenes Laercio, Plutarco y Clemente de Alejandría.Obras y fuentes
Diógenes Laercio biógrafo que vivió en el último siglo del epicureísmo (siglo III), dedica el libro décimo y último de su obra "Vida y opiniones de los filósofos ilustres" a los textos epicúreos. Según refiere Diógenes Laercio, Epicuro dejó más de 300 manuscritos, incluyendo 37 tratados sobre física y numerosas obras sobre el amor, la justicia, los dioses y otros temas. Lo que queda de la filosofía epicúrea está disponible a través de estas fuentes:
- Tres cartas y varias máximas de Epicuro que Diógenes Laercio reproduce en el libro X de su obra:
- Un códice vaticano: el Gnomologium Vaticanum, descubierto en 1887 y que contiene 81 fragmentos breves.
- Una biblioteca de papiros carbonizados encontrados en una casa de Herculano que contiene algunos fragmentos del epicúreo Filodemo de Gadara y del propio Epicuro.
- Obras de sus discípulos Filodemo de Gadara y Diógenes de Oinoanda, y las alusiones de los escritos del escéptico Sexto Empírico a las ideas de Epicuro para rebatirlas o de Plutarco, Cicerón y Séneca para comentarlas. En el primer libro I de De finibus, Cicerón resumió críticamente la doctrina de Epicuro reproduciendo una conversación mantenida con los epicúreos Lucio Manlio Torcuato y Gayo Valerio Triario.[80]
- La exposición de la doctrina de Epicuro realizada en el largo poema didáctico De rerum natura del romano Lucrecio.
Influencia
El epicureísmo es una doctrina de un paganismo típicamente laico y mediterráneo, y en este ámbito ganó gran número de seguidores que la consideraron una doctrina verdadera que solucionaba todos los problemas. Fue conocida por toda Grecia y Roma, y hasta llegó a Asia y Egipto, a pesar de estar siempre bajo la sombra del por entonces predominante estoicismo.
Entre los seguidores de las enseñanzas de Epicuro en la Antigua Roma figuran los poetas Horacio, cuya famosa declaración Carpe Diem ("aprovecha el día") ilustra su filosofía, y Virgilio. Lucrecio, el epicúreo romano más importante, quien vivió durante el siglo I a.C. , escribió una obra, "De la naturaleza de las cosas" (De rerum natura), en siete libros, que representa sin duda el texto más importante del epicureísmo fuera de Epicuro. Los temas básicos tratados por Lucrecio son la constitución atómica del universo, una teoría sobre la sensación empírica, la pasión amorosa, una alabanza de la persona y la obra de Epicuro, los fenómenos de la astronomía epicúrea, entre otros. Sin embargo, en contra de la creencia popular, Lucrecio no copia textualmente a Epicuro sino que se diferencia en algunos aspectos —por ejemplo, respecto a la doctrina de la felicidad—, pues Lucrecio elabora una teoría pesimista y dramática de la vida.
Su escuela de pensamiento perduró largamente durante siete siglos tras la muerte de Epicuro; sin embargo, en el siglo IV (según el testimonio de San Agustín) habían desaparecido totalmente las escuelas epicúreas y los escritos de Epicuro permanecieron dispersos por el mundo antiguo, o bien en algunos fragmentos de las obras de escritores como Séneca, Plutarco, etcétera. Fue olvidado al advenir la Edad Media, periodo en el que se perdió o fue destruida la mayoría de los escritos de este filósofo griego a causa del rechazo que por sus ideas experimentó el cristianismo, que no pudo adaptarlas a su sistema de creencias por la visión cristiana del dolor.
Sin embargo, a través de autores del humanismo (como Cosimo Raimondi) y renacentistas (como Pierre Gassendi) el epicureísmo se da finalmente a conocer por toda Europa. Baruch Spinoza y John Locke, por ejemplo, reconocieron la importancia (tanto desde el punto de vista histórico como por una cierta influencia en los mismos escritos) de Epicuro y Lucrecio. Incluso se encuentran resonancias (o sólo menciones) del epicureísmo en autores ya más contemporáneos como Jeremy Bentham, John Stuart Mill, Auguste Comte, Friedrich Hegel, Marx y Nietzsche.
Lista de epicúreos
Véase también
Referencias
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Enlaces externos
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