Ejército Real del Perú
El Ejército Real del Perú, fue la agrupación militar organizada por las autoridades españolas del virreinato del Perú para hacer frente al generalizado proceso de insurrección independentista que a principios del siglo XIX convulsionó los territorios de ultramar.
Ejército Real del Perú | ||
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Mapa de 1780 de la provincia de Quito, el Bajo y Alto Perú y la provincia de Tucumán, territorios donde operó el Ejército Real del Perú. | ||
Activa | 1809-1826 | |
País | España (Virreinato del Perú) 1809-1826 | |
Tipo | ejército de tierra | |
Tamaño | Bajo y Alto Perú: 1809: 1.500[1]-5.000[2][3]hombres 1813: 8.000[1] 1818: 11.500[2][3] 1820 (agosto): 23.000[4][5] 1822: 20.000[6] 1823 (febrero): 18.000[7]-23.000[2][3] 1823 (septiembre): 9.000[8] 1824 (enero): 18.000[9] 1824 (agosto): 11.000-11.500[10] 1824 (septiembre): 14.287[11] 1824 (diciembre): 18.558[12] (tras Ayacucho volvieron a España 16 generales, 20 coroneles, 58 tenientes coroneles, 290 oficiales subalternos y 364 soldados)[12][13] | |
Disolución | 1826 | |
Alto mando | ||
Comandantes notables | José Fernando de Abascal (1809-1816) Joaquín de la Pezuela (1816-1821) José de la Serna (1821-1824) | |
Insignias | ||
Símbolo de identificación |
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Guerras y batallas | ||
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Denominación
En documentos españoles se le conocía como Ejército del Perú[14] haciendo referencia al ejército de esa dependencia territorial (el nombre también era usado por su rival del Río de la Plata, llamado Ejército Auxiliar del Perú, luego conocido como Ejército del Norte). Generalmente los jefes realistas le llamaban Ejército Real del Perú o, abreviadamente, Ejército Real, sin embargo durante el trienio liberal se denominó Ejército Nacional. Es menor el uso del término Ejército Español, utilizado principal aunque no exclusivamente por sus enemigos.[15] En las referencias independentistas también se encuentra el sobrenombre de Ejército Godo en relación al antiguo pueblo indoeuropeo que pobló la España peninsular.[16]
El Ejército Real durante el Trienio Liberal y la Restauración Absolutista
Durante el Trienio Liberal, que desde 1820 ocasionó en España el abierto enfrentamiento entre Liberales y Absolutistas, el Ejército Real Español paso a denominarse oficialmente como Ejército Nacional, esto se debía a que las Cortes Generales buscaban transformar a las fuerzas armadas, en ese entonces bajo el control directo del monarca y en su beneficio e intereses, en un ejército que se encontrara al servicio de la nación española. Estas ideas se habían gestado ya durante la guerra frente a la invasión napoleónica pero habían sido desechadas con la restauración absolutista de 1814.[17] Por aquel entonces en España se entendía como realista, al defensor del absolutismo mientras que en el teatro de guerra americano tenía una connotación diferente como explicaba el general García Camba:
Recomendamos a nuestros lectores tengan siempre presente que el epíteto realista era en América sinónimo de español, y valía tanto como decir defensor y partidario de los intereses y derechos de la España.(García Camba, 1846, p. 54, vol.2)
Los jefes españoles en el Perú, aunque de simpatías liberales en su mayoría, se definían a sí mismos como realistas y trataban de no tomar un abierto partido en el conflicto que sacudía a la metrópoli, esperando pacientemente el envió de refuerzos. Tras tener noticias de las victorias obtenidas por el ejército real del Perú en 1823 el periódico español "El Restaurador" de marcada posición absolutista publicaba lo siguiente:[18]
¡Ejército Real del Perú y Ejército Nacional de la España Europea! ¡Que asombroso contraste! Aquel conserva inmarchitable su título de realista y a la sombra de sus banderas victoriosas se guarnecen miles de europeos desgraciados por su fidelidad y millones de americanos, cuya lealtad raya en el heroísmo y cuyos sacrificios no tienen precio(...) Y ¿El ejército nacional entre tanto? (...) Desde que el cobarde y traidor Quiroga (...) dijo que en su primera proclama en la isla, "la conquista de América es ya imposible" parece que se conjuraron todos los elementos constitucionales para imposibilitarla.
En 1824, apoyado por 100.000 soldados franceses, el monarca Fernando VII logró recuperar sus antiguos poderes y a la vez abolir todas las leyes y disposiciones decretadas por las Cortes, sin embargo entre estas figuraba también el reconocimiento de La Serna como virrey del Perú lo que sería aprovechado por el general Olañeta para rebelarse contra su autoridad y minar el potencial realista para continuar la lucha.
Composición y organización
Las tropas reales en el Perú se componían principalmente de peruanos, entiéndase por tales a los habitantes del virreinato del Perú,[19] organizados en batallones y milicias según su lugar de procedencia y/o de la casta colonial caso de origen esclavo afroamericano, siendo así que existían unidades de negros y mulatos, como el batallón de Pardos de Arica, mientras que los mestizos e indígenas, al reconocerse como españoles, estaban organizados según sus pueblos de origen, tal es el caso del escuadrón de caballería miliciana Dragones de Tinta. Sin embargo la necesidad de cubrir las bajas de sus unidades, nutrir de soldados los regimientos expedicionarios europeos y refundir en una sola la tropa de distintas unidades, hacían que la evolución de muchos de los cuerpos de línea realistas terminasen con una reunión de compañías de castas y lugares de procedencia distintos dentro de la misma unidad expedicionaria, clara expresión de la realidad social peruana.
Étnicamente la masa de las tropas reales la formaban los indígenas y mestizos al tratarse de la población mayoritaria [20] los cuales, según sus cualidades, eran reclutados con preferencia sobre los indígenas tributarios, los negros esclavos o los criollos con oficio, y en general del resto de tejido económico productivo del país. En el contexto socio-cultural de la época la masa mestiza se componía en su mayoría de quechua hablantes los cuales no dominaban el español, lo que ha llevado a algunos autores a afirmar que el ejército realista estaba compuesto casi en su totalidad por indígenas.[21] Lo que motivaba que oficiales y suboficiales peninsulares conocieran la lengua quechua de sus tropas.
El ejército real estaba formado inicialmente por unidades veteranas (permanentes) y de milicias (movilizadas), los primeros eran soldados a tiempo completo, generalmente de dotación (Fortificaciones) como el Real de Lima, mientras que los segundos se levantaban en caso de necesidad militar. Las milicias podían ser de dos tipos: urbanas o provinciales. Las milicias urbanas, estaban limitadas más bien a la defensa de una localidad concreta y tenían componentes más irregulares. Las milicias provinciales en cambio, eran capaces de desplazarse a distancia, y tuvieron un papel protagónico y un destacado desempeño, de tal manera que sentaron las bases para la consolidación de una fuerza regular propia (como los regimientos de Línea del Cuzco o de Arequipa) y que dieron lugar a una sucesión de victorias militares, como la obtenida por el brigadier José Manuel Goyeneche en la batalla de Guaqui.
En cuanto a la organización militar esta era:
- Infantería: La infantería se dividía en batallones, se trataba de formaciones de 1000 plazas teóricas, los que eventualmente podían agruparse de uno, dos o tres adicionales para constituir un regimiento, cada batallón contaba con 6 u 8 compañías en las que a su vez formaban 100 soldados en promedio aunque esta cifra nominal solía variar. De las compañías que formaban un batallón al menos una debía ser de granaderos y otra de cazadores, ambas llamadas de "Preferencia", siendo las seis restantes de fusileros. Las compañías de Preferencia de varios regimientos podían agruparse en batallones mixtos de solo Granaderos o Cazadores en una disposición táctica ad hoc para una batalla, como sucedió por ejemplo en la Batalla de Cancha Rayada (1818). Las características de estos soldados de eran las siguientes:
-Los Granaderos: eran escogidos entre los hombres de mejor conducta y constitución física, generalmente los más altos y fornidos del batallón, constituían una fuerza de choque y recibían su nombre de las granadas de mano que originalmente usaban en los combates aunque su uso en la época era ya casi anecdótico. Su distintivo original eran las birretinas o gorros de piel de oso negro aunque lo costoso y escaso de este material hacía que fuera reemplazado también por pieles negras de perro, mono o cabra.
En un punto del campo de batalla yacían más de 30 granaderos realistas, y por la posición que tenían sus cadáveres se conocía que habían hecho una valerosa resistencia, y perecido casi al mismo tiempo en la formación que tenían á la cabeza de una columna.Memorias del general Miller, La batalla de Ayacucho.[22]
-Los Cazadores: eran soldados de infantería ligera, ágiles y de menor talla, adiestrados en tácticas de orden disperso o "guerrilla", en batalla eran usados como escaramuzadores o avanzadas. Se les entrenaba como tiradores de preferencia y en algunos casos solían portar fusiles más livianos y de mayor precisión ("Rifles" cuyo cañón en su interior era rayado para dar al disparo mayor alcance y precisión). Su distintivo era el cuerno de caza que llevaban en el Chacó o bordado en la casaca.
-Los Fusileros: constituían el núcleo de la infantería, la poca precisión de las fusiles de la época hacía que la infantería utilizara formaciones cerradas (codo a codo) disparando por salvas sobre la formación enemiga para maximizar el daño producido por sus descargas. En caso de ser atacados por la caballería formaban un cuadro, donde la primera fila esgrimía sus bayonetas y la segunda disparaba sobre los jinetes enemigos. Esta formación fue muy utilizada en el Alto Perú para repeler los repentinos ataques de los gauchos.
- Caballería
Formada por regimientos que se dividían en unidades menores escuadrones, secciones y piquetes. Originalmente la caballería realista era toda de milicias y estaba formada por dragones, estos soldados eran una especie de infantería montada, armada de fusil y sable, que combatía tanto a pie como a caballo. La caballería de línea armada de carabinas y sables aparecería por primera vez en 1813 en el Alto Perú. Los escasos escuadrones y piquetes expedicionarias fueron utilizadas de base para la creación de cuerpos de línea (Granaderos a caballo, lanceros y Dragones) o ligeros (Húsares y Cazadores montados).
- Artillería
Esta arma se dividía en artillería de plaza y de campaña, la primera utilizaba piezas fijas y de mayor calibre, como las ubicadas en la fortaleza del Real Felipe en el Callao, la artillería de campaña se componía de piezas de montaña, obuses y morteros. Se trataba de armas más livianas y fáciles de transportar.
Expediciones españolas a ultramar
Las refuerzos europeos fueron escasos durante toda la guerra. En esos años el trayecto marítimo entre Cádiz y el Callao tenía una duración de medio año. España casi no tenía barcos y los españoles simultáneamente combatían en su país contra la invasión napoleónica, y luego más parte el Trienio Liberal suprimió toda ayuda militar lo que terminó por colapsar el esfuerzo militar español. El ejército peninsular estaba inmerso y convulsionado por los conflictos civiles entre absolutistas y constitucionales, derivando en múltiples sublevaciones y asonadas cada año en España, y entre los mismos expedicionarios, en sus bases o durante su trayecto, como ocurre con la rebelión de una parte del regimiento Cantabria en alta mar y su pase a los de Buenos Aires, o la sublevación de la Grande Expedición por Rafael del Riego en la propia Cádiz. El ejército español de refuerzo en la práctica había desaparecido en 1823 a la entrada de la segunda invasión del ejército francés al servicio de la Santa Alianza, para restaurar en el trono a Fernando VII. Pero más que tropa europea, difícil de transportar hasta el Pacífico, los virreyes del Perú pedían armas y buques. A decir del historiador militar Robert L. Scheina a lo largo de toda la revolución hispanoamericana fueron 6000 hombres los que partieron de puertos de España con destino al Perú,[23] según el historiador español Julio Mario Luqui-Lagleyze los expedicionarios embarcados contabilizaron un total de 6.511;[24] sin embargo no todos ellos llegaron a su destino pues aparte de las bajas naturales durante la travesía, se debe tener en cuenta que: 1) la expedición del batallón Infante Don Carlos quedó totalmente diezmada por enfermedad en Portobelo, siendo sus restos refundidos con el Real de Lima; 2) que la expedición del segundo batallón del Burgos y el segundo escuadrón de Lanceros quedaron retenidos por el pacificador Pablo Morillo en Costa Firme, siendo sustituido el primero por el batallón americano Numancia; y 3) que, finalmente, la gran parte de la expedición del Regimiento Cantabria se sublevó o fue capturada en alta mar llegando tan solo algunos restos al Callao y al sur de Chile. En 1824, último año de sus campañas, el general Andrés García Camba dice que el componente europeo alcanzaba los 1.500 hombres para cubrir todos los frentes del virreinato (diezmado en la mitad con los años, como también ocurrió de forma parecida con el ejército expedicionario de Costa Firme de Pablo Morillo), y de ellos dice que 500 hombres combatieron en la decisiva batalla de Ayacucho.
Los refuerzos expedicionarios ostentaban el nombre de sus unidades europeas de origen, nombre que permanecía pese a que inmediatamente en campaña estas compañías eran duplicadas con tropas americanas y luego reemplazados por ellos casi completamente (excepto en sus compañías de Granaderos -llamadas de Preferencia- donde se reunía a los escasos europeos supervivientes). Entre los más famosos estuvieron los batallones Talavera, Burgos, Cantabria y Gerona y los escuadrones de caballería Húsares de Fernando VII y Lanceros del Rey. Los primeros en arribar, el Talavera, lo hicieron vía Cabo de Hornos cuando había pasado cuatro años desde el comienzo de la guerra. La mayoría de refuerzos europeos llegaron al Perú vía Panamá, y algunos eran parte de la expedición que Pablo Morillo había dirigido contra los patriotas de Venezuela en 1815. El último intento por parte de la metrópoli enviar tropas se dio en mayo de 1818 vía Cabo de Hornos. La flota expedicionaria se componía de la fragata de guerra Reina María Isabel, uno de los polémicos buques rusos, y 10 transportes contando con 2.080 individuos formados por dos batallones del regimiento de Cantabria, tres escuadrones de Cazadores-Dragones, una batería de artillería y dos compañías de zapadores. Esta tardía medida arribaba con la la esperanza de sostener la Capitanía general de Chile frente a la exitosa campaña militar que el general José de San Martín había obtenido en la batalla de Maipú, siendo que el Archipiélago de Chiloé decididamente leal a la corona y punto estratégico en la travesía por el Pacífico sur, era un punto de resistencia aislado. Sin embargo la expedición despachada de Cádiz se encontraba en pésimas condiciones de preparación, salubridad y disciplina. La tropa de uno de estos transportes (el Trinidad) se amotinó en plena travesía y tras asesinar a sus oficiales se pasó a los de Buenos Aires entregando todos los planes, rutas y señales del convoy peninsular, de forma que, ya en aguas chilenas, continuando la larga travesía la solitaria Reina María Isabel fue capturada por dos buques pertenecientes a la marina chilena y utilizada como señuelo luego, enarbolando la bandera española, para capturar uno a uno cinco transportes de ese convoy que venían a Talcahuano, únicamente cuatro transportes lograron llegar a su destino con parte de la tropa, tres de ellos desembarcando tropas en Talcahuano y uno en el Callao el que serviría de base para restaurar el regimiento Cantabria en base a tropas americanas.[25] Según el general inglés Guillermo Miller los transportes españoles estaban sumamente sucios y grasientas las cubiertas, una cuarta parte de la expedición había fallecido por enfermedad en la travesía y al menos la mitad de los restantes se encontraban de baja por escorbuto siendo que al ser capturados algunos individuos agonizaban tendidos en los portalones de las naves. Miller concluiría señalando que el poco estado limpieza en que estaba la flota, era impropio áun del servicio de la marina española.[26]
Año | Unidades y Descripción de las unidades del Alto y Bajo Perú y Chile(entreparentesis los cambios de nombre de unidades) | ||||||||||||||
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año 1813 |
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año 1814 |
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año 1815 |
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año 1816 |
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año 1817 |
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año 1818 |
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Sublevación de Riego o de la Grande Expedición
Los malos resultados de la gran expedición de Pablo Morillo de 1815 sobre el conflicto de América del sur hicieron cambiar la opinión del gobierno español y el Consejo de Indias, el 9 de noviembre de 1816, considerando sobre el destino de la brillante y costosa expedición de Morillo, reconoció que fue un desacierto enviarla a Venezuela (Montevideo se mantuvo como una farsa) en vez de reforzar México, como punto más importante de América, debido a que los ingresos mexicanos representaban el noventa por cien del total de los caudales americanos al final del periodo colonial,[33] fue un error que cambió el curso de la guerra:[34]
Parecía puesto en buen juicio que habiendo insurrección en ambas Americas y en territorios bastantemente apartados quando la Metropoli no puede atender asi misma, se contragesen todos los esfuerzos posibles al punto mas interesante y de un exito menos difícil que era la Nueva España. Con un Virrey de calidades á proposito, con oficiales diligentemente buscados, y con poca fuerza de tierra y de mar se habría pacificado en corto tiempo, y bien sostenido allí el orden publico, el gobierno ganaba un credito grande, el exemplo imponía en todas partes á los perturbadores, y el Reyno de Mexico, que de suyo es poderoso, era un apoyo para acudir á otros puntos. Lejos de esto se proyectó una expedición para el Rio de la Plata, que por su magnitud no pudo salir á tiempo, y cambiado el obgeto se dirigió á Venezuela. AGI, Estado 88.
Pero la reconquista militar se mantuvo dentro de las líneas de acción del gobierno español. La Grande Expedición fue organizada por el antiguo virrey novohispano y capitán general de Andalucía, Félix María Calleja del Rey.[35] Sus fuerzas terrestres sumaban 20.200 infantes, 2.800 jinetes y 1.370 artilleros con 94 piezas de campaña, otras de menor calibre y abundante parque a finales de 1819 en Cádiz y la isla San Fernando pero poco después estallaba una epidemia de vómito negro.[36] Había catorce escuadrones de caballería.[37] El comandante de la expedición y del ejército era el Enrique José O'Donnell, conde de La Bisbal. Las fuerzas navales que debían escoltar a los transportes iban al mando de Francisco Mourelle, eran cuatro navíos de línea, tres a seis fragatas, cuatro a diezbergantines, dos corbetas, cuatro bergantines goleta, dos goletasy treinta cañoneras. La tripulación se componía de 6000 marinos.
El destino de la "Grande Expedición" no quedó concretado. Unos historiadores creen que nuevamente iba dirigida a la América meridional (Venezuela o Río de la Plata). Pero historiadores mexicanos afirman que esta vez iba dirigida sobre México, asegurando lo más valioso de la monarquía, señalando el Río de la Plata como otro montaje para el engaño, tal como pasó con la Expedición de Morillo a Venezuela.[38][39]
Fernando VII vuelve al tema antiguo de subyugarnos, y prepara una grande expedición que llama "de Buenos Aires"; tal fue la voz que esparció, é hizo creer aun á los mismos argentinos preparándolos para su defensa; pero en realidad era para el reino de México. Su camarilla secreta le había representado que siendo esta parte lo mas precioso de la monarquía por sus riquezas, población y mayor proximidad á España, debería asegurarla á toda costa, dejando al tiempo que aferrada esta presa por medio de ella, misma se asegurasen las demás posesiones de ambas Américas. Persuadido de esta verdad Fernando confió la expedición á Calleja honrándolo antes con el título de conde de Calderon, como la persona, mas á propósito para realizar la empresa por sus conocimientos de este país.
Llegado el año 1820 se encontraba preparado en Cádiz un verdadero ejército de reconquista de 20.000 soldados, cifra impresionante para los estándares de las guerras hispanoamericanas pues como ejemplo ese mismo año el ejército realista peruano contabilizaba 7.000 hombres para cubrir todos sus frentes, mientras que el independentista al mando de San Martín tenía menos de 5.000. Esta nueva expedición española bajo el mando del conde de Calderón, tenía como objetivo reconquistar y someter definitivamente los territorios de ultramar.
Sin embargo debía conducir la expedición a América una flota compuesta por barcos antiguos rehabilitados y otros de segunda mano adquiridos al zar de Rusia, que ya habían demostrado en las expediciones anteriores no contar con las condiciones de preparación y salubridad necesarias para tan largo viaje, lo que unido a la aparición de una epidemia en la tropa y el descontento de soldados y oficiales que ya habían protagonizado pronunciamientos en los años anteriores, hicieron que estallara la sublevación del coronel Rafael del Riego, quien con las tropas a su mando, inicia un movimiento popular contra el absolutismo del rey Fernando VII, aunque no logra obtener el apoyo inicial que esperaba posteriormente los diferentes pronunciamientos liberales que se suceden después en el resto de España obligan al rey a jurar y restaurar la constitución liberal de 1812, iniciándose así el Trienio Liberal (1820-1823) cuyas consecuencias y los posteriores intentos del monarca español por restaurar el absolutismo mantendrán a la metrópoli en convulsión interna por el resto de la guerra de independencia hispanoamericana, y en consecuencia, desde el embarque de la Expedición Libertadora del Perú quedaban los realistas del Perú solos en la contienda y bajo un manto de discordia civil entre ellos, lo que a la postre desencadenará en 1824 el abierto enfrentamiento entre liberales y absolutistas del virreinato con la Rebelión de Olañeta.
Soldados, (…) yo no podía consentir, como jefe vuestro, que se os alejase de vuestra patria, en unos buques podridos, para llevaros a hacer una guerra injusta al Nuevo Mundo; ni que se os compeliese a abandonar vuestros padres y hermanos, dejándolos sumidos en la miseria y la opresión... Un rey absoluto, a su antojo y albedrío, les impone contribuciones y gabelas que no pueden soportar; los veja, los oprime y, por último, como colmo de desgracias, os arrebata a vosotros, sus caros hijos, para sacrificaros a su orgullo y ambición. Sí, a vosotros os arrebatan del paterno seno para que en lejanos y opuestos climas vayáis a sostener una guerra inútil, que podría fácilmente terminarse con sólo reintegrar sus derechos a la Nación española. La Constitución, sí, la constitución basta para apaciguar a nuestros hermanos de América.Manifiesto de Riego, 1820
En las zonas de acantonamiento, el 1 de enero de 1820, el coronel español Rafael de Riego junto con otros liberales convencieron a los soldados reunidos en la localidad Las Cabezas de San Juan para que se rebelaran y restaurasen la Constitución de Cádiz de 1812. La rebelión condujo a la dispersión de la totalidad de los 22000 soldados que formaban la gran expedición a Ultramar, cuya fuerza se había concentrado en Cádiz, y que abandonaron definitivamente la misión de embarcarse para reprimir a los insurgentes americanos, desautorizando a su jefe Félix María Calleja del Rey. El alzamiento fue apoyado por grupos dispares cuya común denominador era el restablecimiento de la constitución de 1812. El rey Fernando VII, sin apoyo militar, tuvo que renunciar a su absolutismo despótico y quedar prisionero bajo el poder de las Cortes liberales. Sin embargo el nuevo gobierno español constitucional sumido en una perpetua crisis por su supervivencia no resuelve llegar a la paz con los insurgentes americanos, pero interrumpe unilateralmente las operaciones militares en apoyo de los realistas en América, generando un completo abatimiento y desafección de los que permanecían leales a España. La constitución española fue restablecida en Nueva España por fin el 31 de mayo de 1820 por el virrey Apodaca. Como única medida el gobierno liberal manda a Juan O'Donojú como nuevo jefe político superior de Nueva España. La ausencia de nuevos refuerzos en un momento tan decisivo garantizó la independencia de América.
El Trienio liberal apenas sobreviviría unos años entre 1820-1823. Las potencias europeas de la Santa Alianza enviaron un ejército francés de cien mil soldados para restaurar al monarca en el trono absoluto, y dicho ejército francés permaneció ocupando España hasta el año 1828,[40] pero en España el absolutismo se mantuvo hasta 1833 fecha en la que muere Fernando VII.
Montoneras y guerrillas realistas
Habiéndome representado varios pueblos la necesidad de mantener en ellos algún armamento, que asegure su tranquilidad, (...) para que los revolucionarios no puedan impunemente alterar su reposo, teniendo sobradas pruebas de que ellos son los motores de las desgracias que han experimentado, he tenido por oportuno determinar en nombre del excelentísimo señor virrey lo siguiente: 1° Apruebo que en los pueblos que me han representado se formen partidas de hombres armados con el nombre de montoneras disciplinadas(...)Bando del mariscal José de Canterac, Huancayo 18 de mayo de 1822.[41]
Aunque a lo largo de la guerra, las guarniciones del ejército real tuvieron que hacer frente a los constantes ataques de montoneras provenientes de los pueblos insurreccionados, también contaron con algunas unidades de irregulares, que formadas por civiles realistas hicieron frente a los ejércitos independientes bajo el mismo sistema de guerrillas empleado por su contraparte independentista. En 1822 el mariscal Canterac autorizó la formación de estas partidas y en 1823 el mismo virrey La Serna intervino activamente en su organización en diversas villas y poblados de la sierra central peruana.[42] Este apoyo se manifestó hasta la misma campaña de Ayacucho, en la cual según narra el general Miller, las montoneras realistas, instruidas por el virrey, no solo inutilizaban los caminos y destruían los puentes por donde debía pasar el ejército libertador sino que hasta atacaban las columnas de bagajes, enfermos y rezagados causándoles pérdidas significativas a pesar de hallarse con escoltas armadas.[43] El general Gerónimo Valdés, por su parte refiere en sus memorias que la situación era al contrario pues las poblaciones que Miller afirmaba eran adictas a los realistas "nos retiraban por todas partes los ganados, nos tomaban los convoyes y los rezagados; se quedaban con los pertrechos y los equipajes que no podían conducirse, y, en una palabra, nos hacían la guerra de cuantas maneras estaba a sus alcances".[44] A pesar de lo dicho por Valdés, el también general español García Camba confirma lo dicho por Miller, en lo referente al apoyo que algunas partidas guerrilleras dieron a la causa del rey durante las marchas previas al encuentro de Ayacucho.[45]
Esta situación aparentemente contradictoria demuestra que tanto realistas como independentistas contaron con el apoyo de montoneras locales, algo que en el caso de las realistas la historiografía tradicional peruana prefiere omitir. En opinión del historiador Virgilio Roel,[46] los realistas supieron aprovechar al máximo las rencillas históricas existentes entre algunos poblados de mestizos e indios para ganarlos a su causa. Particularmente célebres durante la guerra en el Perú fueron los feroces montoneros iquichanos, quienes tenían hondas rivalidades con los morochucos huamanguinos y bajo el mando de su caudillo Antonio Huachaca, a quien el virrey La Serna incluso llegó a nombrar brigadier de los reales ejércitos, combatieron por la causa realista hasta mucho después de la batalla de Ayacucho. Estos autonombrados defensores de "su rey y la fe católica" llegaron incluso a levantarse contra los "anticristos republicanos" en 1839.[47]
Antecedentes
En sus orígenes el virreinato peruano no tuvo un ejército profesional y permanente, limitándose los cuerpos militares a las escoltas del virrey y funcionarios importantes siendo así que existían cuerpos de alarbaderos, lanzas y arcabuces de función más protocolaria y honorífica que guerrera, solo en casos de inmediata necesidad se organizaban milicias civiles que actuaban localmente o eran enviadas a otras dependencias territoriales que las requerían. Estas improvisadas unidades se formaron por primera vez en 1580 cuando el virrey Toledo ordenó alistar a "todos los habitantes capaces del Perú" para defenderlo del corsario inglés Sir Francis Drake que merodeaba en las aguas del pacífico sur.
Al no limitar las colonias inmediatas al virreinato peruano con las de otras potencias rivales de la corona española las funciones de estas milicias eran principalmente resguardar el imperio de ultramar de incursiones piratas, un sangriento episodio de este tipo se dio cuando en 1681 el puerto de Arica fue atacado por piratas ingleses liderados por John Watling y Bartolomé Sharp, el ataque fue rechazado por una milicia de ariqueños pereciendo en la refriega Watling y 29 de sus hombres. Hacia 1661 la capital del virreinato contaba para su defensa con 1000 milicianos divididos en cinco escuadrones de infantería y 8 de caballería.
Con cierta regularidad contingentes de hombres junto con armas, equipos y dinero eran despachados desde el Callao a otras dependencias territoriales siendo un caso común los refuerzos destinados a la capitanía general de Chile para sostener la llamada Guerra de Arauco, solo en 1662 fueron enviados por el virrey Diego Benavides y de la Cueva 950 soldados y 300.000 pesos,[48] o a Panamá para hacer frente a las incursiones de corsarios ingleses.[49]
El ejército que la dinastía de los Habsburgo mantenía en el Perú y las colonias adyacentes distaba mucho de ser una fuerza profesional y disciplinada siendo la corrupción en los subsidios militares y las influencias y favoritismos tan solo algunos de sus muchos problemas; sin embargo es a mediados del siglo XVIII, con la llegada de la dinastía Borbón al trono de España, cuando se inician una serie de reformas en las colonias americanas estableciéndose las bases para la conformación de un ejército permanente, con la creación de cuerpos regulares y milicias disciplinadas a las que se impuso la ordenanza militar española como el uso de emblemas, equipos y un uniforme distintivo.
Entre las reformas que los Borbones implementaron se encontraba la designación de los virreyes del Perú entre los mejores y más experimentados oficiales militares a diferencia de la nobleza titulada que había imperado con los Habsburgo. En 1776, año en que las colonias británicas en América declararon su independencia de la metrópoli, el llamado ejército del Perú se componía de 3.404 regulares (1.894 en Chile) y 7.448 milicias, asimismo el número de peruanos en los regimientos fijos había ido incrementándose significativamente siendo que ese mismo año el regimiento del Callao constaba de 484 plazas de las cuales tan solo 137 eran españoles siendo los restantes 31 extranjeros y 320 peruanos. Aunque los españoles y criollos constituían la alta oficialidad los mestizos dominaban la suboficialidad; las milicias indígenas que tanto habían prosperado bajo la tutela de los Borbones se vieron grandemente afectadas por la revolución de Túpac Amaru II lo que provocó que fueran reducidas considerablemente y que en 1783, fueran enviados al Perú 2.561 veteranos españoles para guarnecer y mantener el orden en las importantes ciudades de Lima, Cuzco y Arequipa.[50] Pese a estos hechos durante la posterior guerra de independencia el grueso del ejército realista estaría constituido por indígenas y mestizos, aunque su liderazgo se vería seriamente disminuido tras la rebelión del brigadier Mateo Pumacahua, contando también los realistas con la sincera adhesión de las principales ciudades de la sierra sur peruana que concentraban a las masas populares.
A principios del XIX, aprovechando la invasión napoleónica a España, los líderes criollos independentistas inician los primeros movimientos libertarios en diversas partes del continente americano lo que obligó a los virreyes del Perú a acelerar la formación de un ejército capaz de mantener y garantizar los derechos del Rey en América.
Campañas del Ejército Real (1810-1824): catorce años de triunfos
¡Soldados! Los enemigos que vais a destruir se jactan de catorce años de triunfos; ellos, pues serán dignos de medir sus armas con las vuestras que han brillado en mil combates.
¡Soldados! El Perú y la América toda aguardan de vosotros la paz, hija de la victoria, y aún la Europa liberal os contempla con encanto porque la libertad del Nuevo Mundo es la esperanza del Universo. ¿La burlaréis? No. No. Vosotros sois invencibles.Arenga de Simón Bolívar a sus tropas, agosto de 1824
En 1809 los peruanos disponían de 1.500 hombres de línea apoyados por 40.000 milicianos. El virrey Abascal trabajó enérgicamente para crear un poderoso ejército regular (8.000 plazas en febrero de 1813) apoyado por una escuadra que le daba la supremacía en el Pacífico Sur.[1] El virrey estableció dos campamentos (Bellavista y Chorrillos) donde se acuartelaban a los efectivos en dos divisiones. Estos eran distribuidos según su provincia y habilidades, los cuzqueños usualmente iban a infantería, los cochabambinos a caballería y los negros de Chincha a unidades costeras; la artillería, por sus privilegios, conseguía sus reclutas de forma voluntaria.[51]
Pronto el ejército acuartelado en los alrededores de Lima se componía del regimiento Real de Lima (2200 veteranos), el batallón Disciplinado del Número (1.500), el de Pardos (1.400), el de Morenos (600), el del Comercio (800) y cuerpos milicianos de provincias cercanas (600). Hubo un regimiento de la Nobleza teóricamente formado por tres batallones (1000). Esa era la infantería, en tanto que la caballería el escuadrón Carabayllo (150 plazas), el de Chancay y Huaura (100), el de Pardos (150), el de Morenos (80) y regimiento Dragones de Lima (600).[51][52] Esta solía organizarse en regimientos de dragones, aunque en realidad sólo fueran milicianos, por todo el país. A partir de 1813 empezaron a llegar algunas unidades de veteranos peninsulares. Primero fue un batallón de Infantería, los Talavera, y artilleros (1.473 hombres); en 1814 se les unieron en varios envíos 118 soldados y oficiales; en 1815 el batallón de Infantería Ligera Gerona (1.479); y en 1816 el batallón de Infantería Infante Don Carlos, un escuadrón de caballería y artillería, todas unidades incompletas (723).[51]
Respecto de la artillería, su antecesor, Gabriel de Avilés y del Fierro, le dejó 200 hombres y 16 caballos acuartelados estrechamente en el colegio de los Desamparados. La reorganizó en una brigada de 342 plazas montadas o de a pie con 50 caballos, construyó en plaza Santa Catalina un nuevo cuartel con parque, maestranza, armería y sala de armas.[52] También construyó una batería de ejercicios, un taller de fundición de cañones y un balerio. Todo gracias al trabajo de los soldados y 60 prisioneros ingleses que estaban en el Callao. Así pudieron fabricar más de 100 cañones (52 de los cuales, de 4 libras, sirvieron en las campañas de Alto Perú, Quito y Chile en 1813-1816), todos con carruajes, dotación de proyectiles, correajes, tiendas de campaña, armas de chispa y blancas, cartucheras, etc. Todo esto fue enviado a apoyar el esfuerzo bélico realista en otras regiones de Sudamérica. También concluyó la nueva fábrica de pólvora (la anterior fue destruida en un incendio en 1792). Ocho mil de sus quintales fueron enviados a Cádiz a mediados de 1812 para ayudar en su defensa. Por último, aprovechando los destrozos del terremoto del 1 de diciembre de 1806, reconstruyó o reparó numerosas defensas de la bahía.[53] En el mar estableció un almirantazgo con base en el apostadero naval del Callao, donde mercantes y su flotilla de guerra recalaban. Gracias a ella pudo apoyar a sus aliados en Chile y Montevideo. Tenían 400 hombres apostados en la fortaleza del Real Felipe encuadrados en un cuerpo de infantes de marina.[51]
Campañas de 1810 - 1816
En Quito
En 1809 los patriotas quiteños conformaron la Primera Junta de Gobierno Autónoma de Quito, declarando su independencia de España. A solicitud del depuesto gobernador realista Manuel Ruiz Urriés de Castilla, Conde de Ruiz de Castilla el virrey Abascal envió a Quito al coronel Manuel Arredondo con 180 artilleros y parte del batallón Real de Lima y algunos oficiales y soldados de cuerpos de Pardos para formar nuevos cuerpos realistas con los que fueran incorporados en Guayaquil.[54] Los patriotas quiteños encontraron la oposición y el rechazo de Cuenca, Guayaquil y Pasto y la rebelión fue fácilmente sometida siendo la mayoría de los principales líderes capturados.
El Ejército de operaciones del Alto Perú
Para enfrentar a Buenos Aires el virreinato del Perú de Abascal auxilió a los realistas de las provincias de Córdoba y Charcas sobre las cuales trataban los patriotas argentinos de extender la independencia. El Alto Perú fue separado provisionalmente por Abascal del virreinato del Río de la Plata y anexionado al virreinato peruano como lo fue hasta 1776.
Teniendo como base los cuerpos milicianos de la Intendencia del Cuzco a los que posteriormente se sumaron los creados en el Alto Perú, el 13 de julio de 1810 el virrey Abascal organizó el llamado Ejército de operaciones del Alto Perú que tuvo entonces como principal oponente al Ejército del Norte que con el apoyo de montoneras y guerrillas de Charcas trató infructuosamente de socavar la dominación española en el Alto Perú que ocupó y desocupó continuamente, de forma que el virreinato logró contener y derrotar su avance en tres importantes campañas ofensivas, aunque tampoco pudo avanzar más allá del territorio en disputa ni peligrar la independencia de Buenos Aires, lo que a la postre produciría la independencia de Chile y daría lugar a la expedición libertadora al Perú, permitiendo a Bolívar y la corriente libertadora del Norte concluir con la dominación española y dar fin al último baluarte realista en América del Sur.
El Ejército de operaciones de Chile
Si bien los virreyes concentraron la mayor parte de sus esfuerzos militares en el frente altoperuano, no descuidaron a la Capitanía General de Chile, donde los patriotas chilenos habían organizado una junta autónoma de gobierno en Santiago el 18 de septiembre de 1810. Esta junta tenía la finalidad de mantener en un comienzo la lealtad al rey español ante la invasión francesa de España, pero con el tiempo se fue radicalizando el pensamiento de la junta al querer buscar una separación definitiva con la metrópoli.
Este hecho motivo a que el virrey Abascal se viera en la necesidad de enviar a Chile un ejército para derrocar a los patriotas chilenos. El virrey planificó inicialmente enviar una poderosa fuerza de 1.500 soldados del virreinato peruano, pero viendo el caos político que había en Chile y la necesidad de dichas tropas en otros frentes, optó por enviar un grupo de oficiales y reducido número de soldados con la idea de organizar un ejército con tropas chileno realistas. Esta misión fue encargada al brigadier Antonio Pareja que salió del Perú con sólo 20 oficiales y 50 soldados[55] más algunos recursos militares como armas, dinero y uniformes para formar un ejército en las provincias chilenas leales al rey con el cual sofocar la rebelión.[56] Estas provincias que eran de la zona sur de Chile demostraron no ser muy afectas a la causa patriota y sus habitantes pasarían a formar el grueso del Ejército Real de Chile que lograría vencer a los patriotas.[57]
El brigadier Pareja, al llegar a Chile por vía marítima a comienzos de 1813, comenzó la campaña con relativo éxito al obtener para la causa realista recursos y tropas locales, y hacerse con el control de los territorios al sur del río Maule. Sin embargo, su ejército sufrió luego varios reveses militares y él muere a causa de una enfermedad en mayo de ese año, teniendo como consecuencia la pérdida del territorio ganado al inicio. En esos momentos difíciles llegaba del Perú un refuerzo enviado por el virrey compuesto de dinero, funcionarios administrativos y 38 oficiales a cargo del brigadier Simón Rábago que venia como segundo jefe de Pareja. Este refuerzo fue capturado en junio por los patriotas en Talcahuano.[58]
Al tener conocimiento el virrey de la situación de los realistas en Chile envió una nueva expedición a cargo del brigadier Gabino Gainza, recientemente nombrado capitán general de Chile, quien con 200 soldados escogidos del regimiento Real de Lima, del que era jefe, se embarcó para el sur llevando también los pertrechos necesarios para reforzar a los realistas chilenos. Gainza desembarcó en Arauco a comienzos de 1814 con sus tropas y un refuerzo de 600 hombres enviado desde Chiloé,[59] y procedió a unirse a las tropas realistas que había en el territorio y que estaban interinamente bajo el mando del teniente coronel Juan Francisco Sánchez luego del fallecimiento de Pareja. Al tomar Gaínza el mando efectivo de todas las tropas reavivó la guerra contra los independentistas chilenos, que había caído en una situación de cierta inmovilidad. Se sucedieron durante tres meses varios enfrentamientos que no produjeron resultados concluyentes, solo agotaron y dejaron en pésimas condiciones logísticas a ambos bandos por lo que luego de varias negociaciones Gaínza firmó con los patriotas el Tratado de Lircay, en el cual logró que los revolucionarios aceptaran la soberanía de Fernando VII rey de España, pero comprometiéndose el jefe realista a abandonar con sus tropas la provincia de Concepción. Este acuerdo indignó al virrey, provocando la destitución de Gainza del mando del ejército y nombrando en su lugar al coronel Mariano Osorio. Este nuevo oficial dirigió una nueva expedición a Chile llevando de refuerzo al batallón Talavera de la Reina y una compañía de artillería con 6 piezas, parte de esas tropas habían llegado recientemente llegados de la Península pero la mayoría eran peruanas.[60] Una vez en Chile Osorio organizó el ejército y marchó hacia Santiago para vencer de una vez a los patriotas. En esos momentos los patriotas venían recién saliendo de una guerra interna provocada por las desavenencias entre sus principales líderes, pero se volvieron a unir para hacer frente al nuevo avance realista. Sin embargo, los patriotas con un ejército mermado por la lucha interna mencionada y ante las vacilaciones de sus jefes para ejecutar un plan que les diera el triunfo, son finalmente derrotados en octubre por las tropas de Osorio en Rancagua, provocando la caída del gobierno independentista y la huida a las provincias argentinas de los principales líderes y los restos del ejército patriota.
Campañas de 1817 - 1821
La corriente libertadora del Sur
En 1816, tras diez años de gobierno y exitosas campañas militares el virrey Abascal regresó a España, le sucedió Joaquín de la Pezuela militar que se había distinguido en la guerra del Alto Perú, sin embargo su gobierno no empezó con los mejores auspicios pues en febrero de 1817 el general José de San Martín cruzó la cordillera hacia Chile a la cabeza de un numeroso Ejército de los Andes, reunido en Mendoza y formado por soldados argentinos y algunos restos del derrotado ejército chileno al mando de O'Higgins, tomando por sorpresa y disperso al Ejército Real de Chile venciéndolo en la Batalla de Chacabuco tras lo cual ocupó la capital.
Fue tal la sensación que esta desgracia produjo entre las esparcidas tropas reales, que al día siguiente se abandonó la capital sin más pensamiento que el de acudir a Valparaíso, cada uno como podía, para embarcarse para Lima, aumentando el desorden y el espanto las familias que se precipitaban a ganar un buque porque se creían comprometidas. Consiguientemente el general Marcó del Pont, muchos jefes y oficiales, las principales autoridades y la mayor parte de la tropa cayeron en poder de los vencedores, quienes sin más resistencia invadieron todo el país hasta las confines de la fiel provincia de Concepción de Penco.Gnrl. Andrés García Camba[61]
Estas noticias causaron conmoción en Lima, por lo que el virrey dispuso el envió de una tercera expedición nuevamente al mando del brigadier Osorio, compuesta de compuesta por 3.276 hombres y 10 piezas de artillería[62] con ella iban algunos soldados españoles recientemente llegados al Perú formados por el batallón Burgos y el escuadrón de Lanceros del Rey, este pequeño número de tropas europeas sería el último que se recibiría como refuerzo de la metrópoli. Una vez en Chile y reforzado con el ejército real de esa capitanía Osorio al mando de 4.612 hombres con 14 cañones obtuvo un sorpresivo triunfo en Cancha Rayada sobre los patriotas que contaban con casi el doble de hombres y cañones (8.011 soldados y 33 cañones) sin embargo y pese a sufrir considerables bajas (2.420 hombres entre muertos, heridos y dispersos) San Martín logró reagrupar sus tropas y obtener un decisivo triunfo en Maipú que consolidó la independencia de Chile. Esta derrota desprestigio hondamente al virrey Pezuela y al brigadier Osorio.
Para afianzar su independencia el nuevo gobierno de Chile organizó una expedición libertadora al Perú que dueña del mar desembarcó, al mando de San Martín, al sur de Lima en 1820. Los jefes realistas sumamente descontentos por el rumbo que había tomado la guerra depusieron a Pezuela en enero de 1821, nombrando al teniente general José de la Serna nuevo virrey del Perú, quien optando por una nueva estrategia se retiró al Cusco, ciudad a la que designó capital del virreinato.
La corriente libertadora del Norte
Tras independizar las actuales Venezuela, Colombia y Ecuador, Simón Bolívar se entrevistó con San Martín acordando colaborar con la independencia peruana en retribución al apoyo de tropas independentistas peruanas en la Batalla de Pichincha. Esta ayuda se materializó en 1823, cuando dos divisiones colombianas de 3.000 hombres cada una se sumaron al ejército unido libertador.
Comienza la guerra en el Perú
Campaña de 1821 - 1823
Tras proclamar la independencia del Perú el 28 de julio de 1821, los independentistas peruanos, argentinos y chilenos comenzaron en Cerro de Pasco una prometedora campaña para derrotar al Ejército Real del Perú mandado por el virrey La Serna. Pero los realistas, bajo una sólida subordinación militar, destruyeron sucesivos ejércitos independientes. El primero en las campañas de Ica, comandado por los patriotas Domingo Tristán y Agustín Gamarra, un año después en las campañas de Torata y Moquegua aniquilaron la Expedición Libertadora dirigida por Rudecindo Alvarado, retirado José de San Martín tras la Entrevista de Guayaquil. El inesperado año 1823 terminaba con la destrucción de otro ejército patriota comandado por Andrés de Santa Cruz y Agustín Gamarra, en otra campaña abierta sobre Puno, que comenzó con la batalla de Zepita, que ocupó la ciudad de La Paz el 8 de agosto, consiguiendo llegar a Oruro en el Alto Perú. El virrey La Serna terminó la campaña de Zepita desbandando las tropas aisladas de Santa Cruz y recuperando Arequipa tras batir a Antonio José de Sucre, quien reembarcó a los colombianos el 10 de octubre de 1823, salvándose con sus tropas pero perdiendo la mejor parte de su caballería. El 16 del mismo mes el general Olañeta destruyó la montonera del comandante José Miguel Lanza principal caudillo independentista del Alto Perú. Al concluir el año de 1823 las tropas reales se encontraban nuevamente en situación victoriosa.
"..El virrey la Serna por su parte, sin comunicaciones directas con la Península, con las más melancólicas noticias del estado de la metrópoli... y reducido por lo tanto a sus propios y exclusivos recursos pero confiando notablemente en la decisión, en la unión, en la lealtad y en la fortuna de sus subordinados, aceleraba también la reorganización de sus tropas y se aprestaba a la lucha que miraba próxima con el coloso de Costa-firme. Un triunfo más para las armas españolas en aquella situación, haría ondear de nuevo el pabellón castellano con inmarcesible gloria hasta el mismo Ecuador; pero otra suerte muy distinta estaba ya irrevocablemente escrita en los libros del destino. .."Gnrl. Andrés García Camba.[63]
1824, la Rebelión de Olañeta
¡Viva la religión, el rey y la nación.! Peruanos: el infame Olañeta infatuado con las condecoraciones que obtuvo, y a las que nunca pudo considerarse digno, acaba de cometer la traición más horrible: el no obedece a la suprema autoridad del Perú, no pertenece ya ni quiere pertenecer a la heróica nación española, quiere unirse con los insurgentes de las provincias del Rio de la Plata y sumergir estos pueblos en el caos de males en que aquellos se miran.Baldomero Espartero 1824.
Paradójicamente el golpe mortal a la causa realista en el Perú provino de los mismos realistas, al comenzar el año 1824, los 5.000 soldados que componían el ejército del Alto Perú fueron sublevados por el caudillo absolutista español Pedro Antonio Olañeta contra el virrey del Perú, tras saberse que en España había caído el gobierno Constitucional. Olañeta ordenó el ataque de los realistas altoperuanos contra los constitucionales del virreinato peruano dando una magnífica oportunidad a Bolívar para iniciar una campaña definitiva contra las aisladas tropas del general Canterac, recibiendo la orgullosa caballería del ejército real una primera gran derrota en la batalla de Junín lo que seguido a la orden de retirada a vista del enemigo desmoralizó a los veteranos del ejército del Norte.
Las desalentadoras noticias de Junín no tardaron en llegar al Alto Perú junto con las terminantes órdenes de virrey a Valdés para que abandonara la campaña y volviera precipitadamente al Bajo Perú para hacer frente a Bolívar. El ejército que había cruzado el desaguadero se encontraba ahora reducido a esqueleto.
...el estado de nuestro ejército era verdaderamente desconsolador. El del Norte había perdido mucho de su fuerza y entusiasmo, el del Sud cansado con marchas y contramarchas penosas, pasadas de ochocientas leguas las que acababa de andar sin descanso, y desmembrado de muchos buenos jefes, oficiales y soldados en los diferentes sangrientos encuentros que había sostenido, pérdida sensible que no pudo reemplazarse sino con prisioneros de Olañeta y con reclutas tomados al paso e instruidos sobre la marcha, el ejército del Sud no era nada en aquella época. El brillante regimiento de Gerona, que tanta gloria supo dar al nombre español, no merecía ya otro que el de una guerrilla uniformada.Publicación de la Sociedad Ex-Milicianos de Madrid[64]
Campaña de Ayacucho
Pese a que las tropas del virrey lograron derrotar a Olañeta en el Alto Perú esta campaña fratricida significó la desaparición de 10 000 veteranos soldados realistas de ambos bandos y el desmontaje del aparato defensivo realista, el virrey trató desesperadamente de organizar un nuevo ejército recurriendo a la recluta masiva de campesinos en la sierra pero estas tropas carentes de instrucción y disciplina no eran comparables a las que tantos triunfos habían obtenido en las campañas anteriores y que ahora se encontraban casi todas en el sepulcro o el hospital. Aun así el virrey obtuvo un sonado y último triunfo en Corpahuaico que de haber sido aprovechado podría haber resuelto la campaña en su favor, pero sus tropas recibieron una aplastante derrota en Ayacucho, tras la cual su bisoño ejército se dispersó por completo. Incapaz de continuar la lucha el Ejército Real del Perú capituló tras la batalla.
Organización en la batalla en Ayacucho
Ejército Real del Perú (1824)[65] José de La Serna, Comandante en Jefe |
División Valdés
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División González Villalobos
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División Monet
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División Ferraz (caballería)
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El Sitio del Callao, 1824-1826
El brigadier José Ramón Rodil, comandante militar de las fortalezas del Callao, se negó a acogerse a la capitulación de Ayacucho confiando en que aun podría recibir refuerzos de España y asediado en los Castillos del puerto resistió un sitio de casi dos años, contaba para su defensa con los veteranos regimientos Real de Lima y Arequipa junto a los soldados independentistas desertores que se le habían unido. Se habían refugiado también en el Callao millares de civiles realistas que perecieron en gran número por hambre y enfermedad, finalmente en enero de 1826 cuando la mayoría de sus soldados habían muerto y los sobrevivientes se alimentaban de ratas, Rodil aceptó capitular ante el comandante del asedio, el general Bartolomé Salom, obteniendo condiciones honrosas y llevando consigo las banderas de sus regimientos que fueron las últimas en abandonar el Perú. Con la entrega del Callao, desapareció el último ejército español de América del Sur.
"En este epílogo de la lucha americana debemos prodigar elogios de justa admiración a las tropas peruanas, las cuales constituyeron el núcleo más importante de la defensa y con las que Rodil y los demás jefes españoles realizaron hazañas tan asombrosas, soportando bizarra y gallardamente las penalidades del sitio."
Epílogo
Las primeras noticias del llamado desastre de Ayacucho llegaron a España como rumores procedentes de Gran Bretaña desde donde el ministro español Camilo Gutiérrez de los Ríos había escrito a su gobierno que el ministro de Asuntos Exteriores de ese país, George Canning, le había comunicado la noticia "nada menos que de un triunfo completo del rebelde Bolivar sobre el ejército realista del Perú". La confirmación de este rumor llegó a España en mayo de 1825 con el coronel José María Casariego quien procedente del Perú portaba los pliegos mandados por el virrey La Serna. El 17 de mayo la Gaceta de Madrid, publicaba que no había una confirmación oficial de los hechos y que las fuerzas realistas se estaban recuperando. Sin embargo con la llegada de los primeros oficiales capitulados en Ayacucho estas esperanzas se desvanecieron. Ante lo inesperado de la derrota de un ejército cuyas noticias recibidas el año anterior reportaban solo victorias algunos medios de prensa publicaron entonces que la batalla había sido perdida por traición acusando a los jefes realistas de masónicos y liberales. En adelante todos ellos serían conocidos despectivamente como "ayacuchos" y aunque la corona les confió cargos altos y de confianza, este mote perduraría en el tiempo.[68][69]
"..Sin la negra discordia que dividió muy pronto a los esforzados defensores del Perú , es muy probable que las armas españolas continuaran triunfando de toda la formidable coalición que los poderes independientes de Buenos Aires, Chile, Colombia y el Perú, formaron para vencerlas, porque toda esta formidable reunión de fuerzas aguerridas y engreidas con los triunfos de Chacabuco y el Maipú, Carabobo, Pasto y Pichincha, fue necesaria para superar la obstinada confianza de los realistas peruanos. Recomendamos a nuestros lectores, tener siempre presente que el epíteto realista era en América sinónimo de español, y valía tanto como decir defensor y partidario de los intereses y derechos de la España .."Gnrl. Andrés García Camba.[70]
Refiere el general Guillermo Miller en sus memorias que tras la capitulación de Ayacucho algunos soldados realistas se incorporaron al ejército patriota pero que la gran mayoría se dispersaron y regresaron a sus hogares,[71] respecto a los oficiales peruanos hubo varios que entraron a servir en el ejército republicano aunque muchas veces sufriendo el desprecio de quienes pese a haber servido también en el ejército real habiánse unido a los independentistas antes de Ayacucho, estos oficiales conocidos como "capitulados" sufrían la misma estigma que los "ayacuchos" en España.
"...Valle-Riestra era además un jefe que había servido a los españoles hasta Ayacucho. De estos había muchos en el ejército, y esta circunstancia tenía los ánimos encontrados entre capitulados y los que habían servido al país..."
Altos oficiales españoles como Andrés García Camba y Jerónimo Valdés dedicaron la redacción de sus Memorias sobre la guerra de independencia peruana a defenderse del epíteto de ineptos, cobardes e incluso traidores que recibían de parte de la sociedad española y en especial de sus enemigos políticos, a esta labor se sumaron historiadores como Mariano Torrente, todos ellos resaltaron la desesperada lucha que sostuvieron en el Perú por los derechos del Rey y su patria, manteniendo una guerra desigual y venciendo muchas veces a ejércitos multinacionales que les doblaban en número y elementos señalando que mientras los independentistas peruanos podían recibir refuerzos de Colombia, Chile y Argentina por un océano dominado por sus flotas, ellos se encontraban aislados de la metrópoli; haciendo además especial mención a la traición de Olañeta como verdadera causa de la ruina del ejército real.
Los altos jefes realistas, la mayoría de ellos peninsulares, obtuvieron en las condiciones de capitulación de Ayacucho y el Callao que el gobierno republicano les costeara los pasajes a España comprendiendo también a los individuos de tropa expedicionaria que habían sobrevivido a los 16 años de campaña. No obstante algunos de estos oficiales entraron a servir a la república obteniendo la nacionalidad peruana por sus posteriores servicios aunque hubo varios que volvieron a caer en desgracia por apoyar al caudillo perdedor en una de las tantas guerras civiles peruanas que se sucedieron hasta mediados del siglo XIX.[73]
Fin de la Guerra
Tras la restauración del gobierno absolutista de Fernando VII en España, mediante la intervención militar francesa al mando de Luis Antonio de Francia, los gobiernos de Inglaterra y Francia dejan reflejado en el mismo año 1823, en el Memorándum de Polignac, su acuerdo de no intervenir en América en ayuda del rey español. En Perú se producen rebeliones realistas como la guerra de Iquicha (1825-1828) El ejército francés permaneció ocupando España hasta el año 1828 sosteniendo el trono absolutista. En el año 1830 Fernando VII de Borbón pierde toda posibilidad de ayuda por parte de absolutismo francés con la caída del gobierno borbónico en Francia y el ascenso al trono francés del constitucional Luis Felipe. Finalmente todos los planes españoles de reconquista de América cesan con el fallecimiento del monarca Fernando VII el 29 de septiembre de 1833, momento en que se pone punto final en España a todos los planes militares contra la independencia de los estados hispanoamericanos.[74]
Oficiales destacados
- Gerónimo Valdés, natural de Villarín de Asturias, arribó a América en 1816, se distinguió en la batalla de Torata, por sus méritos fue nombrado vizconde de Torata. Según Miller su fuerte carácter hacia que fuera "temido por sus oficiales pero idolatrado por sus soldados" quienes solían decir que en "en campaña el tío siempre está en casa" haciendo referencia al hábito que tenía de compartir las penurias de sus hombres en campaña, no teniendo en su mesa más que sus simples raciones de soldado y durmiendo al aire libre envuelto en un poncho o dos a la cabeza de sus tropas donde quiera se encontrasen en marcha.[75]
- José de Canterac, natural de Castel Jaloux (Francia), llegó al Perú en 1818, hizo la campaña al Alto Perú, fue nombrado jefe de estado mayor por el virrey la Serna, derrotó a los independentistas en las importantes batallas de Macacona y Moquegua en 1822 y 1823 respectivamente pero fue derrotado en Junín (1824), tras la batalla de Ayacucho firmó la capitulación al estar el virrey herido.
- Joaquín de la Pezuela, natural de Huesca, arribó al Perú en 1805, se distinguió en las campañas del Alto Perú en especial en la batalla de Viluma, fue nombrado Marqués de Viluma y posteriormente virrey del Perú, desprestigiado por el fracaso de la campaña en Chile y debilitado por el desembarco de la expedición libertadora fue depuesto por sus subordinados.
- José de la Serna, natural de Jerez de la Frontera, de larga experiencia en las guerras europeas paso en 1815 al Perú, combatió con distinción en el Alto Perú ascendiendo a teniente general, tras el Pronunciamiento de Aznapuquio reemplazó a Pezuela como virrey del Perú.
- Manuel Olaguer Feliú, natural de Ceuta, arribó al Perú en 1817 tras la batalla de Chacabuco. Mariscal de Campo, Subinspector y Director del Real Cuerpo de Ingenieros del Virreinato, integró la Junta de Guerra presidida por el Virrey Pezuela, luego fue nombrado por el Virrey de La Serna miembro de la Junta de Pacificación.[76]
- José Manuel de Goyeneche, noble criollo natural de Arequipa, de importante desempeño en la campaña contra el Ejército del Norte, obtuvo una importante victoria en Huaqui, fue nombrado Conde de Guaqui.
- Pío Tristán, noble criollo natural de Arequipa, combatió en Alto Perú a órdenes de Goyeneche y dirigió la ofensiva sobre el norte argentino.
- Andrés García Camba, natural de Lugo, oficial de caballería y luego de estado mayor participó en varias campañas militares desde su llegada a América en 1816 hasta la misma batalla de Ayacucho, fruto de su propia experiencia personal redactó sus Memorias para la historia de las armas españolas en el Perú, una importante fuente historiográfica.
- Baldomero Espartero, natural de Ciudad Real, llegó al Perú en 1815, fue organizador y comandante del Batallón ligero del Centro, se distinguió en la campaña de 1823 en las batallas de Torata y Moquegua. Tuvo un destacado papel en la posterior historia de España.
- Valentín Ferraz, natural de Huesca, se embarcó para el Perú en 1816, se distinguió como oficial de caballería, formó y comandó el escuadrón Granaderos de la Guardia, cuerpo que a decir de Espartero "no cedía en nada a los mejores de Europa"[77] a cuya cabeza obtuvo la victoria en el combate de Arequipa, recuperando la ciudad tras vencer a la numéricamente superior caballería grancolombiana al mando de los generales Sucre y Miller.
- Pedro José de Zavala, noble criollo natural de Lima, coronel del batallón de Españoles de Lima, sirvió junto a sus hijos Toribio y Juan de Zavala en el ejército real, secundó el Pronunciamiento de Aznapuquio, tras es final de la guerra su hijo Toribio optó por ostentar la nacionalidad peruana mientras que Juan la española, el primero de ellos combatiría junto a un nieto suyo en el combate del 2 de mayo de 1866 contra la escuadra española falleciendo durante la acción, paralelamente Juan se desempeñaba como Ministro de Marina de España.[78]
- Cayetano Ameller, natural de Cádiz, llegó al Perú en 1816 como capitán del Batallón ligero Gerona, en 1822 era comandante del mismo, tuvo una muy distinguida participación en la batalla de Torata, donde realizó una brillante carga a la bayoneta con su batallón derrotando y poniendo en fuga a los batallones Nro 4 y Nro 11 del ejército de los andes y el Nro 5 de Chile; ascendido a brigadier marchó a las órdenes de Valdés contra el insurrecto Olañeta, en esta campaña su batallón fue diezmado y el mismo muerto en la batalla de Lava donde Olañeta fue derrotado el 17 de agosto de 1824.[79]
- Felisiano Asín y Gamarra, comandante general de caballería en la batalla de Torata, dirigió la carga sobre la infantería enemiga, cayo mortalmente herido durante el ataque.
Referencias
- ↑ Hamnett, Brian R. (2000). La política contrarevvolucionaria del Virrey Abascal: Peru, 1806-1816. Lima: Instituto de Estudios Peruanos, pp. 12.
- ↑ estimaciones del historiador Manuel Ovilo y Otero (Historia de las Cortes de España, y examen histórico-crítico de las mismas desde el casamiento de S. M. la reina Doña Isabel II. Libro de los diputados célebres, pág. 112)
- ↑ Compendio de historia de América: pte. 4. La revolución, pág. 257
- Frederick Alexander Kirkpatrick (1930). Compendio De Historia Argentina. Cambridge: Cambridge University Press (CUP), pp. 119. Traducción de Joaquín Casalduero y Juan Mascaró. Cuando San Martín desembarco en Pisco con 2.300 rioplatenses y 1.800 chilenos los realistas tenían en Perú y el Alto Perú unos 23.000 hombres, 8.000 de ellos guarneciendo Lima.
- Norberto Galasso (2000). Seamos Libres y lo Demás No Importa Nada: Vida de San Martín. Buenos Aires: Ediciones Colihue SRL, pp. 335. ISBN 978-950-581-779-5. En 1820 se estima en 6.244 realistas guarneciendo Lima bajo el mando del virrey Pezuela, otros 8.000 en las provincias norteñas, 1.263 se distribuyen a lo largo de la costa, 1.380 están en Arequipa al mando del general Mariano Ricafort y 6.000 guarnecen el Alto Perú con el general Juan Ramírez a la cabeza. Sumaban cerca de 23.000 hombres.
- María Lourdes Díaz-Trechuelo Spinola (1999). Bolívar, Miranda, O'higgins, San Martín: Cuatro vidas cruzadas. Madrid: Encuentro, pp. 137. ISBN 978-84-7490-533-5.
- Mariano Torrente (1828). Geografía universal física, política é histórica. Tomo II. Madrid: Imprenta de Don Miguel de Burgos, pp. 488. 5.000 del Ejército del Norte al mando de Canterac en el valle del Jauja, 4.000 de la división de Olañeta con la guarnición de Santa Cruz de la Sierra, 3.000 en Charcas, 3.000 del Ejército del Sur situados entre Puno y Arequipa, 1.000 en el Cuzco y 2.000 en otras guarniciones.
- Mariano Torrente (1828). Geografía universal física, política é histórica. Tomo II. Madrid: Imprenta de Don Miguel de Burgos, pp. 488. En comparación las fuerzas republicanas son estimadas en 7.000 frente a las nueve o diez mil con las que iniciaron la campaña.
- Guillermo A. Sherwell (2006). Simon Bolivar: The Liberator. Teddington: Echo Library, pp. 80. ISBN 978-1-4068-0550-5. El Ejército Real se componía de 12.000 hombres en Perú y 6.000 en el Alto Perú. Bolívar tenía 4.000 a 6.000 grancolombianos y 4.000 peruanos.
- Francisco Antonio Encina (1954). Emancipación de la Presidencia de Quito, del Virreinato de Lima y del Alto Perú. Santiago de Chile: Editorial Nascimento, pp. 457. Unos 5.000 eran los soldados con los que pudo retirarse Canterac, el resto eran reclutas de los pueblos aún bajo dominio del virrey La Serna pero parte importante de sus fuerzas se habían sublevado con Olañeta o se habían perdido en la retirada de Canterac de Junín al Cusco.
- Valega, José Manuel & Universidad Nacional Mayor de San Marcos (1942). La gesta emancipadora del Perú: 1823-1824 (Personalidad de Bolívar, La campaña de Ayacucho). Tomo VI. Lima: Empresa Editora Peruana S. A. y Librería e Imprenta Miranda, pp. 140. En tal momento, éstas sumaban 9310 combatientes, superando en 3530 a las de Ejército Unido Libertador, casi un tercio más. Queda dicho que en la revista de septiembre de 1824 hecha por el Virrey, en Anta, el efectivo de su ejército llegaba a 14,287 hombres, siendo de 5026 el correspondiente a la División Valdés. Como García Camba aprecia en 4977 la baja causada por la deserción, la sufrida por Valdés habría reducido su División a 3276 plazas, equivaliendo la pérdida al 34.83% de su efectivo. La superioridad resultante a favor de Valdés sobre la División del General La Mar habría sido de 1900 plazas, más seis piezas de artillería que funcionaron constantemente.
- ↑ Restrepo, José Manuel (1858). Historia de la revolución de República de Colombia en la América meridional. Tomo III. Besanzón: Imprenta de José Jacquin, pp. 624, nota 25. Incluyendo las tropas de Olañeta.
- Restrepo, 1858: 624, nota 26. Del norte y centro de Colombia salieron 7.850 refuerzos, 24.000 fusiles con sus bayonetas, 118.000 piedras para fusiles, 18.000 pistolas, 540.000 cartuchos de fusil, 500 quintales de pólvora, 458 de plomo, 3 cañones de 24, 4 morteros, 14.000 pantalones, 6.000 chaquetas, 6.000 morriones, igual número de morrales y otro tanto de fornituras y demás piezas hasta completar 6.000 uniformes.
- Véase el uso de esta denominación en "Biografía del excelentísimo señor teniente general Don Valentín Ferraz" publicada en la obra del Estado Mayor de Ejército (España), Madrid, 1854.
- Véanse estas tres denominaciones en "Memorias para la historia de las armas españolas en el Perú" por Andrés García Camba.
- Universidad de Chile "Anales de la Universidad de Chile", Número 9, pág. 132.
- Blanco Valdés, Roberto Luis "Rey, cortes y fuerza armada en los orígenes de la España liberal, 1808-1823", págs. 165 -166
- El Restaurador periódico absolutista editado por Fray Manuel Martínez, España 1823, págs. 709 y 710
- "El Virreynato del Perú después de las últimas desmembraciones y nuevas agregaciones que se le han hecho tiene por límites al norte la provincia de Guayaquil; el desierto de Atacama al sur, comprendiendo en todo su territorio desde los 32 minutos al norte de la equinoccial hasta los 25° 10’ de latitud meridional", Memoria del virrey del Perú José Fernando de Abascal citada en "La cuestión del Pacífico. pág. 6. Autores: Victor Manuel Maurtua, Javier Prado y Ugarteche"
- Luqui-Lagleyze, Julio Mario; "El ejército realista del Perú en la independencia sudamericana 1810-1825", págs. 86-87
- Roel Virgilio, "Los libertadores", pág. 281 (reclutamiento y movilización de los coloniales)
- Publicado por Jhon Miller, "Memoirs of general Miller, in the service of the republic of Peru: Volumen 2, Página 174"
- Robert L. Scheina "Latin America's Wars: The age of the caudillo, 1791-1899" pág. 70
- Julio Luqui-Lagleyze, "Por el Rey, la Fe y la Patria", págs. 391 y 392
- Andrés García Camba "Memorias para la historia de las armas españolas en el Perú", Volumen 1 pág. 278
- "Memoirs of General Miller: in the service of the republic of Peru", Volumen 1 publicado por John Miller, pág. 204
- DE LA CUESTA, Julio (1990). Banderas olvidadas: el ejército realista en América. Instituto de Cooperación Iberoamericana, 1990. ISBN 84-7232-547-4.
- Luqui Lagleyze, Julio Mario, "Por el rey, la fe y la patria: El Ejército realista del Perú en la independencia sudamericana 1810-1825", págs. 391-392
- Ni con Lima ni con Buenos Aires
- Beatriz Frieyro de Lara, "Guerra ejército y sociedad en el nacimiento de la España contemporánea", pág. 649
- Diego Barros Arana, "Historia general de Chile", Tomo IX, pág. 515
- Beatriz Frieyro de Lara, "Guerra ejército y sociedad en el nacimiento de la España contemporánea", pág. 650
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- Manuel Bilbao, "Historia de Salaverry" pág. 221
- véase la "lista de oficiales malditos que apoyaron a la confederación" publicada en 1839 y citada en "Sobre el Perú: homenaje a José Agustín de la Puente Candamo, Volumen 1" por José Agustín Puente Candamo y otros autores" pág. 125; en ella figuran los nombres de varios oficiales españoles y capitulados al servicio de Andrés de Santa Cruz
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