Salar la tierra
Salar la tierra,[1] es un ritual que consiste en echar sal sobre las ciudades conquistadas para simbolizar su reinhabilitación.[2][3] Se originó como una práctica simbólica en Oriente Próximo y se convirtió en motivo de folclore durante la Edad Media.[4] No hay pruebas de que en algún caso se llegase a aplicar la cantidad de sal necesaria para inutilizar un terreno.
Destruyendo ciudades
La costumbre de purificar o consagrar una ciudad destruida con sal y que maldeciría a todo el que osase reconstruirla se extendió por todo antiguo Oriente Próximo, pero se desconoce el proceso histórico de la acción.
Varios textos hititas y asirios hablan de la ceremonia de salar la tierra, ya sea con propio cloruro de sodio, minerales o plantas (maleza, "cress" o "kudimmu", asociadas todas ellas a la salificación y la desolación[5]) sobre las ciudades destruidas, incluyendo Hattusa, Taidú, Arinna, Hunusa,[3] Irridu,[6] y Susa.[7] El Libro de los Jueces (9:45) cuenta que Abimelech, en el juicio de los israelíes, hizo esto con su propia capital, Siquem, con sal, en el 150 aC, tras reprimir una revuelta en su contra.
Castigando a los traidores
En España y el Imperio español, se solía verter sal sobre el terreno de un traidor convicto (que generalmente era ejecutado y su cabeza se exhibía en la plaza del pueblo clavada en una pica), tras demoler su vivienda.[cita requerida]
Asimismo, en Portugal, también se llevaba a cabo esta práctica al igual que en el resto de España. El último suceso conocido fue el del ducado de Aveiro, en Lisboa, durante el año 1759, debido a su participación en el proceso de los Távora (una conspiración contra el Rey José I de Portugal). Su palacio se derruyó y sus tierras fueron saladas.[8] Hoy en día perdura un monumento de piedra en memoria del duque, donde pone:
En este lugar se derruyeron y salaron las viviendas de José Mascarenhas, despojado de los honores del Duque de Aveiro y otros... Puesto en justicia como uno de los líderes más bárbaros y abobinablemente activos... fue cometido contra la persona más real y sagrada del Señor José I. En esta fatídica tierra no se volverá a construir nada por el resto del tiempo.
Leyendas
Una antigua leyenda cuenta que la locura fingida de Odiseo se demostró cuando uncía un caballo y un buey para que salasen la tierra.[9]
Pies de página y referencias
- https://twitter.com/RAEinforma/status/728206383557054470
- Ridley, 1986, p. 144.
- ↑ Gevirtz, 1963.
- Stevens, 1988.
- Weinfeld, Moshe. Deuteronomy and the Deuteronomic School, 1992, ISBN 0-931464-40-4, p. 110
- Chavalas, Mark. The ancient Near East: historical sources in translation p. 144-5.
- Persians: Masters of Empire, de los editores de Time-Life Books. Alexandria, Va.: Time-Life Books, 1995. ISBN 0-8094-9104-4 p. 7-8.
- Joseph Hughes, An authentick letter from Mr. Hughes, a Gentleman residing at Lisbon..., Londres 1759, p. 25
- Este hecho no aparece en el relato de Homero, pero se menciona en la tragedia perdida de Sófocles, llamada The Mad Ulysses: James George Frazer, ed., Apollodorus: The Library, II:176 footnote 2; Higino, Fabulae 95 aunque no se dice nada de la sal.
Bibliografía
- Gevirtz, Stanley Gevirtz (1963). «Jericho and Shechem: A Religio-Literary Aspect of City Destruction». Vetus Testamentum 13 (Fasc. 1): 52-62. JSTOR 1516752.
- Ridley, R.T. (1986). «To Be Taken with a Pinch of Salt: The Destruction of Carthage». Classical Philology 81 (2): 140-146. JSTOR 269786. doi:10.1086/366973.
- Stevens, Susan T. (1988). «A Legend of the Destruction of Carthage». Classical Philology 83 (1): 39-41. JSTOR 269635. doi:10.1086/367078.
- Visona, Paolo (1988). «On the Destruction of Carthage Again». Classical Philology 83 (1): 41-42. JSTOR 269636. doi:10.1086/367079.
- Warmington, B.H. (1988). «The Destruction of Carthage: A Retractatio». Classical Philology 83 (4): 308-310. JSTOR 269510. doi:10.1086/367123.