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Campamento de Purificación

El Campamento de Purificación o Purificación del Hervidero fue un campamento ubicado, supuestamente, unos cien kilómetros al norte de la ciudad de Paysandú, cerca de la desembocadura del arroyo Hervidero, que desagua en el río Uruguay, y a unos siete kilómetros de la llamada Meseta de Artigas. Fue el centro de operaciones del caudillo José Gervasio Artigas y capital de su movimiento político, actualmente denominado “artiguismo”.

En Purificación el caudillo tenía el cuartel general de sus tropas. En las proximidades de éste creó un establecimiento de internación de sospechosos y desafectos, que allí permanecieran hasta ser “purificaros”, de donde, al parecer, surgió el nombre que terminó por designar todo el asentamiento.

Se supone que esa denominación fue adoptada por el padre José Benito Monterroso, por entonces el secretario más estrechamente ligado al caudillo quien, a su vez, lo habría tomado de los “campos de purificación” creados en España por las Cortes de Cádiz en 1812 como centros de interacción de ciudadanos de opinión bonapartista.[cita requerida] En la época, el paraje era conocido como Chapicoí, su nombre original guaraní, o como Castillo de Bautista. Se le nombraba también como Artigones o Purificación de Artigones.

Otra versión es que su nombre proviene de que el pueblo se formó en el día de la fiesta de la "Purificación de la Bienaventurada Virgen María", el 2 de febrero de 1815.[1][2]

En mayo de 1815 el caudillo estableció allí su cuartel general, después de una breve estancia en Paysandú. El caserío que lo rodeó se fue construyendo espontáneamente. Las ventajas de la situación geográfica eran evidentes, como punto equidistante entre Montevideo y Buenos Aires, ventana abierta sobre las llanuras litoraleñas en las que regía el federalismo. La población civil vivía en tolderías o ranchos de paja y terrón y las únicas construcciones de material persistente parecen haber sido el rancho que habitaba el propio José Artigas y la iglesia, construida en 1816 y que contenía una imagen de la Virgen de la Purísima Concepción enviada por el Cabildo de Montevideo.

En el establecimiento de detención los internados se dedicaban a tareas rurales bajo estrecha vigilancia. No existe constancia alguna de que fueran sometidos a torturas o malos tratos, como afirmaban los enemigos del artiguismo. Todo el recinto estaba aislado por tres fosos de la profundidad de un hombre y defendido por cinco baterías de artillería. En su momento de mayor esplendor parece haber albergado a 1500 o 2000 habitantes. Algunos de los cuales producían corambre, astas, sebo, crin y maderas que eran comercializadas básicamente en Montevideo. La casa de José Artigas es descripta, por John Parish Robertson y por Dámaso Antonio Larrañaga en su Viaje de Montevideo a Paysandú, como amplia y acogedora, aunque casi carente de muebles. Pegado a ella había un rancho que servía como cocina.

John P. Robertson era un comerciante inglés con espíritu aventurero que había venido al Río de la Plata con las Invasiones Inglesas de 1806, cuando contaba con 15 años, y que más tarde, junto a su hermano William, recorrió ampliamente toda el área, incluido el Paraguay, en aquellos años turbulentos, haciendo negocios. Pudo considerarse feliz de haber podido sobrevivir y narrar luego sus experiencias. En los primeros meses de 1815 viajaba en barco desde Buenos Aires a Asunción cuando fue interceptado y aprisionado por soldados de José Artigas.[3]

Su relato es en extremo elocuente respecto a lo quien eran por entonces los “artigueños”:

“En el instante que, de pie en el bote, me preparaba a transbordar, una banda de soldados andrajosos con aspecto siniestro, que habían estado ocultos detrás de la borda, se levantaron simultáneamente y, apuntando toda su mosqueteril al esquife, amenazaron con hundirlo y hacerme fuego si avanzaba una pulgada. Inmediatamente de este terrible recibimiento, vino desde la popa del barco, donde había estado oculto, un bote con media docena mas de bandidos armados con carabinas y sables, que blandían estos con fiera gesticulación ante mi cara y las de mis escasos tripulantes […] Se posesionaron del bote, mientras yo, ensordecido y disgustado por los reniegos y casi aturdido por los planazos de los bribones, fui llevado a bordo a la fuerza. Allí fui inmediatamente maniatado y asegurado con una soga a una argolla del puente. La cubierta estaba en posesión de 30 o 40 de la peor clase de soldados merodeadores de Artigas; las escotillas estaban abiertas y los cajones y fardos de mercaderías, todos más o menos violados, estaban desparramados. [..] Mí esparcido guardarropa se lo habían repartido los ladrones; un hombre yacía en mi cama completamente borracho, a su lado se sentaban tres más en reñida partida de naipes y, por si el juego no era suficientemente excitante, bebían a grandes tragos libaciones de caña. […] Y mientras, aludiéndome frecuentemente, se hacían significativos gestos, mezclados con claras amenazas de matarme inmediatamente si no les revelaba donde se hallaban los valores y especialmente el dinero que suponían a bordo. […] Llegó la noche, y después de presenciar durante horas una escena de licencia y relajación demasiado terrorífica para ser imaginada y demasiado indecorosa para ser descripta, fui arrojado en la bodega. […] [Al otro día] dos voces me llevaron a tierra y dos voces se formaron los hombres para fusilarme […] Prevalecía la costumbre entre los artigueños de que el soldado que más se distinguiese […] tenia el derecho a pedir un favor al jefe. En la presente ocasión un indio salió de las filas y “pidió su favor” […] “Que no se le fusile”, dijo el indio. Fui desatado del árbol […] convirtiéndome desde aquel momento en protegido del indio. Pero no se me admitió usar mi ropa. La distribuían sin reservar una camisa o un par de medias, entre mis feroces asaltantes […] Muchos artigueños se pavoneaban con casacas de Bond Street, calzones de gamuza, sombreros de André, botines ajustados, camisas de anchos volados y grandes nudos de corbata blanca. Aquí estaban mi cadena de oro y los sellos zangoloteando en la faltriquera (bolsillo) del sargento, quien los había preferido a mi reloj, que fue a parar al cabo. Un hombre tenía un par de botines de gamuza de Hessian, otro un par de las mejores polainas de Hoby, sobre los pantalones de Corderoy blanco” […].[3]

El infortunado Robertson fue llevado hasta la Bajada del Paraná y puesto en una cárcel, donde permaneció ocho días sometido a toda clase de vejámenes. Pero logró hacer conocer su triste situación al jefe de una escuadra naval británica que se hallaba en la zona, capitán Jocelyn Percy, quien escribió una carta a José Artigas denunciando la situación de su súbdito y pidiendo su liberación. El caudillo ordenó de inmediato que se lo pusiera en libertad. Continúa el relato de Robertson:

“Uno de los primeros usos que hice de mi libertad fue de buscar al indio atezado por cuya intercesión había salvado mi vida. […] Lo encontré en cuclillas en el suelo, empeñado con sus compañeros en jugar con un mazo de naipes que cada carta presentaba a mi mirada dos lados negros, no socorrido por una sola mancha o figura que la hiciera distinguir de las demás. Supongo que las figuras de los naipes habían desaparecido gradualmente, o más bien habían sido cubiertas de suciedad y grasa […] pero el mazo para ellos era tan bueno como otro nuevo. Cuando vemos un as matando al rey o el caballo a la sota el proceso es inteligible, pero ver como vi a los feroces artigueños, que desdeñaban todas las demás leyes, someterse a la que admitía que una carta toda negra mate a otra carta toda negra, era para mi muy enigmático, Con alguna dificultad pude conseguir que el indio dejase un momento la postura en cuclillas, y cuando le pregunté que le había inducido a ponerse de mi parte, su respuesta fue: “ Se me antojó, no más”. Luego demostró gran impaciencia por unirse a sus compañeros, no pareciendo esperarse ninguna recompensa, porque consideraba evidentemente no haberme hecho ningún gran servicio. […] Después recuperé mi barco y bienes de manos de los filisteos, y recibí todo menos un valor aproximado de 1.200 libras.
Esa cantidad fue hurtada por los caballeros empleados y sus subalternos. Mis ropas, las armas, los adornos del Dictador, los uniformes para las tropas […] fueron retenidos sin escrúpulos.”[3]
La Liga Federal con "Purificación" como capital.

Robertson que era un hombre realmente muy entero se advierte en su decisión inmediata, que fue a viajar hasta Purificación a reclamar ante José Artigas lo que sus hombres le habían robado. Esta parte de su relato ha sido reproducida hasta la saciedad, sin que haya perdido por ello una pizca de su interés.

“Provisto de cartas del capitán Percy […] me hice a la vela atravesando el Río de la Plata y remontando a bello Uruguay hasta llegar al Cuartel General del Protector. Y allí (les ruego no ser escépticos), ¿Qué creen que vi? Pues al excelentísimo Protector en la mitad del nuevo mundo sentado en una cabeza de vaca, junto al fogón encendido en el piso de barro del rancho, comiendo carne de un asador y bebiendo ginebra en una guampa. Lo rodeaba una docena de oficiales mal vestidos, en posturas semejantes y ocupados lo mismo que su jefe. Todos fumaban y charlaban ruidosamente. El Protector dictaba a dos secretarios que ocupaban junto a una mesa de pino las dos únicas desvencijadas sillas con asiento de paja. […] El piso de la única habitación de la choza (que era grande y hermosa) estaba sembrado de pomposos sobres provenientes de todas las provincias (algunas distantes 1.500 millas de aquel centro de operaciones) dirigidos a “Su Excelencia el Protector”. A la puerta estaban los caballos humeantes de los correos que llegaban cada media hora, y los frescos de los que partían, con igual frecuencia. Soldados, ayudantes y exploradores, llegaban al galope de todas partes. Todos se dirigían a Su Excelencia el Protector. Y Su Excelencia el Protector, sentado sobre su cabeza de vaca, fumando, comiendo, bebiendo, dictando, hablando, despachaba sucesivamente los varios asuntos de que se le noticiaba con tranquila y deliberada nonchalance, que me mostraba de manera práctica la verdad del axioma “vamos despacio que tengo prisa”. Creo que si todos los asuntos del mundo hubieran estado a su cargo no hubiera procedido de otro modo. Parecía un hombre incapaz de atropellamiento, y era bajo este único aspecto, si se me permite, semejante al jefe más grande de la época (Napoleón Bonaparte). Además de la carta del capitán Percy tenía otra de recomendación de una migo particular de Artigas, y encargué primero esta, considerándolo el mejor modo de iniciar mi asunto, que, por envolver una reclamación, no era muy agradable. Cuando leyó mi carta de presentación Su Excelencia se levantó del asiento y me recibió no solamente con cordialidad, sino lo que me sorprendió más, con maneras relativamente caballerosas y propias de un hombre educado. Habló conmigo alegremente cerca de su casa de gobierno y me rogó que, como mis muslos y mis piernas no estarían tan habituados como los suyos a la postura de cuclillas, me sentase en la orilla de un catre de gusquilla que se veía en un rincón del cuarto y me pidió que fuera arrastrado cerca del fogón. Me rogó que comiese y luego me hizo beber, e inmediatamente me ofreció un cigarro. Participé de la conversación; sin apercibirme me convertí en gaucho; y antes que yo hubiese estado cinco minutos en el cuarto, el general Artigas estaba de nuevo dictando a sus secretarios y despachando un mundo de asuntos, al mismo tiempo que se condolía conmigo por mi tratamiento en la Bajada, condenando a sus autores, y diciéndome que en el acto de recibir la justa reclamación del capitán Percy, había dado órdenes para que se me pusiese en libertad.”[4][5]

Más tarde José Artigas invitó a Robertson a recorrer a caballo su campamento:

“Como extraño y extranjero me dio precedencia sobre todos los oficiales que componían su séquito en número más o menos de veinte. No se suponga, sin embargo, cuando digo “su séquito” que había ninguna afectación de superioridad por su parte o señales de subordinación diferencial en quienes le seguían. Reían, estallaban en recíprocas bromas, gritaban, y se mezclaban con un sentimiento de perfecta familiaridad. Todos se llamaban por su nombre de pila sin el Capitán o Don, excepto que todos, al dirigirse a Artigas, lo hacían con la evidentemente cariñosa y a la vez familiar expresión de “mi general”. Tenía alrededor de 1.500 seguidores andrajosos en su campamento que actuaban en la doble capacidad de infantes y jinetes. Eran indios principalmente sacados de los decaídos establecimientos jesuíticos, admirables jinetes y endurecidos en toda clase de privaciones y fatigas. Las lomas y fértiles llanuras de la Banda Oriental y Entre Ríos suministraban abundante pasto para sus caballos, y numerosos ganados para alimentarse. Poco más necesitaban. Chaquetilla y un poncho ceñido en la cintura a modo de “kilt” escocés, mientras otro colgaba de sus hombros, completaban con el gorro de fajina y un par de botas de potro, grandes espuelas, sable, trabuco y cuchillo, el atavío artigueño. Su campamento lo formaban filas de toldos de cuero y ranchos de barro; y éstos, con una media docena de casuchas de mejor aspecto, constituían lo que se llamaba Villa de la Purificación.”[4][5]

La aventura terminó cuando, con miles de precauciones, Robertson le hizo conocer a José Artigas su reclamo de devolución de lo que le había sustraído, que valoraba en seis mil pesos.

“Vea”, dijo el general con gran candor y nonchalance, cómo vivimos aquí; y es todo lo que podemos hacer en estos tiempos duros, manejarnos con carne, aguardiente y cigarros. Pagarle seis mil pesos, me sería tan imposible como pagarle sesenta o seiscientos mil. Mire, prosiguió; y, así diciendo, levantó la tapa de un viejo baúl militar y señalando una bolsa de lona en el fondo. “Ahí” añadió, “está todo mi efectivo, llega a 300 pesos; y de dónde vendrá el próximo ingreso, sé tanto como usted. Es bueno conocer el momento de abandonar graciosamente una reclamación infructuosa, y pronto me convencí que en aquellas circunstancias, la mía era. Haciendo de la necesidad virtud, le cedí voluntariamente lo que ninguna compulsión me habría permitido recobrar y, apoyado en esa generosidad, obtuve del Excelentísimo Protector, como demostración de gratitud, algunos importantes privilegios mercantiles.[4][5]

El largo relato de Robertson contiene la más detallada descripción que nos ha llegado respecto al campamento artiguista de Purificación y a la forma de cómo se vivía. Su valor testimonial se ve realizado por la objetividad del narrador, que no solo no tenía simpatías a priori por el artiguismo sino que fue objeto de vejámenes que debieron empeorar aún, si cabe, esa opinión. Sin embargo, llega a demostrar benevolencia y casi admiración por las severísimas condiciones de vida de aquellos hombres que, sin duda con muy pocos fundamentos teóricos, estaba protagonizando una revolución social.

Sin que ello implique justificarlos excesos y abusos de los revolucionarios y el del propio José Artigas, el ambiente descrito por el viajero británico exhibe descarnadamente la evolución que el artiguismo había sufrido desde 1813 y explica la deserción del elemento burgués que había rodeado al caudillo en los tiempos primeros de la revolución. Ello explica tanto su cambio de estilo en el ejercicio del mando como el temor horrorizado de las clases dominantes ante la agresiva reivindicación de sus derechos por parte de la “chusma” armada que lo seguía y que constituía entonces el centro de su autoridad.

Referencias

  1. Gaudiano, Pedro (2004). Artigas Católico. Montevideo-Asunción: Universidad Católica del Uruguay - Universidad Católica "Nuestra Señora de la Asunción". pp. 86-87. ISBN 9974-39-470-8. 
  2. Gaudiano, Pedro (2011). Los valores de José Artigas, para iluminar el Bicentenario. Montevideo: Tierradentro Ediciones. pp. 36-37. ISBN 978-9974-8249-6-6. 
  3. Maiztegui Casas, Lincoln (2004). Orientales, Editorial Planeta. ISBN 950-49-1330-X.
  4. Maiztegui Casas, Lincoln (2004). Orientales, Editorial Planeta. ISBN 950-49-1330-X.
  5. José Artigas a 150 años de su muerte
  •   Datos: Q5742542

campamento, purificación, para, otros, usos, este, término, véase, purificación, purificación, hervidero, campamento, ubicado, supuestamente, unos, cien, kilómetros, norte, ciudad, paysandú, cerca, desembocadura, arroyo, hervidero, desagua, río, uruguay, unos,. Para otros usos de este termino vease Purificacion El Campamento de Purificacion o Purificacion del Hervidero fue un campamento ubicado supuestamente unos cien kilometros al norte de la ciudad de Paysandu cerca de la desembocadura del arroyo Hervidero que desagua en el rio Uruguay y a unos siete kilometros de la llamada Meseta de Artigas Fue el centro de operaciones del caudillo Jose Gervasio Artigas y capital de su movimiento politico actualmente denominado artiguismo En Purificacion el caudillo tenia el cuartel general de sus tropas En las proximidades de este creo un establecimiento de internacion de sospechosos y desafectos que alli permanecieran hasta ser purificaros de donde al parecer surgio el nombre que termino por designar todo el asentamiento Se supone que esa denominacion fue adoptada por el padre Jose Benito Monterroso por entonces el secretario mas estrechamente ligado al caudillo quien a su vez lo habria tomado de los campos de purificacion creados en Espana por las Cortes de Cadiz en 1812 como centros de interaccion de ciudadanos de opinion bonapartista cita requerida En la epoca el paraje era conocido como Chapicoi su nombre original guarani o como Castillo de Bautista Se le nombraba tambien como Artigones o Purificacion de Artigones Otra version es que su nombre proviene de que el pueblo se formo en el dia de la fiesta de la Purificacion de la Bienaventurada Virgen Maria el 2 de febrero de 1815 1 2 En mayo de 1815 el caudillo establecio alli su cuartel general despues de una breve estancia en Paysandu El caserio que lo rodeo se fue construyendo espontaneamente Las ventajas de la situacion geografica eran evidentes como punto equidistante entre Montevideo y Buenos Aires ventana abierta sobre las llanuras litoralenas en las que regia el federalismo La poblacion civil vivia en tolderias o ranchos de paja y terron y las unicas construcciones de material persistente parecen haber sido el rancho que habitaba el propio Jose Artigas y la iglesia construida en 1816 y que contenia una imagen de la Virgen de la Purisima Concepcion enviada por el Cabildo de Montevideo En el establecimiento de detencion los internados se dedicaban a tareas rurales bajo estrecha vigilancia No existe constancia alguna de que fueran sometidos a torturas o malos tratos como afirmaban los enemigos del artiguismo Todo el recinto estaba aislado por tres fosos de la profundidad de un hombre y defendido por cinco baterias de artilleria En su momento de mayor esplendor parece haber albergado a 1500 o 2000 habitantes Algunos de los cuales producian corambre astas sebo crin y maderas que eran comercializadas basicamente en Montevideo La casa de Jose Artigas es descripta por John Parish Robertson y por Damaso Antonio Larranaga en su Viaje de Montevideo a Paysandu como amplia y acogedora aunque casi carente de muebles Pegado a ella habia un rancho que servia como cocina John P Robertson era un comerciante ingles con espiritu aventurero que habia venido al Rio de la Plata con las Invasiones Inglesas de 1806 cuando contaba con 15 anos y que mas tarde junto a su hermano William recorrio ampliamente toda el area incluido el Paraguay en aquellos anos turbulentos haciendo negocios Pudo considerarse feliz de haber podido sobrevivir y narrar luego sus experiencias En los primeros meses de 1815 viajaba en barco desde Buenos Aires a Asuncion cuando fue interceptado y aprisionado por soldados de Jose Artigas 3 Su relato es en extremo elocuente respecto a lo quien eran por entonces los artiguenos En el instante que de pie en el bote me preparaba a transbordar una banda de soldados andrajosos con aspecto siniestro que habian estado ocultos detras de la borda se levantaron simultaneamente y apuntando toda su mosqueteril al esquife amenazaron con hundirlo y hacerme fuego si avanzaba una pulgada Inmediatamente de este terrible recibimiento vino desde la popa del barco donde habia estado oculto un bote con media docena mas de bandidos armados con carabinas y sables que blandian estos con fiera gesticulacion ante mi cara y las de mis escasos tripulantes Se posesionaron del bote mientras yo ensordecido y disgustado por los reniegos y casi aturdido por los planazos de los bribones fui llevado a bordo a la fuerza Alli fui inmediatamente maniatado y asegurado con una soga a una argolla del puente La cubierta estaba en posesion de 30 o 40 de la peor clase de soldados merodeadores de Artigas las escotillas estaban abiertas y los cajones y fardos de mercaderias todos mas o menos violados estaban desparramados Mi esparcido guardarropa se lo habian repartido los ladrones un hombre yacia en mi cama completamente borracho a su lado se sentaban tres mas en renida partida de naipes y por si el juego no era suficientemente excitante bebian a grandes tragos libaciones de cana Y mientras aludiendome frecuentemente se hacian significativos gestos mezclados con claras amenazas de matarme inmediatamente si no les revelaba donde se hallaban los valores y especialmente el dinero que suponian a bordo Llego la noche y despues de presenciar durante horas una escena de licencia y relajacion demasiado terrorifica para ser imaginada y demasiado indecorosa para ser descripta fui arrojado en la bodega Al otro dia dos voces me llevaron a tierra y dos voces se formaron los hombres para fusilarme Prevalecia la costumbre entre los artiguenos de que el soldado que mas se distinguiese tenia el derecho a pedir un favor al jefe En la presente ocasion un indio salio de las filas y pidio su favor Que no se le fusile dijo el indio Fui desatado del arbol convirtiendome desde aquel momento en protegido del indio Pero no se me admitio usar mi ropa La distribuian sin reservar una camisa o un par de medias entre mis feroces asaltantes Muchos artiguenos se pavoneaban con casacas de Bond Street calzones de gamuza sombreros de Andre botines ajustados camisas de anchos volados y grandes nudos de corbata blanca Aqui estaban mi cadena de oro y los sellos zangoloteando en la faltriquera bolsillo del sargento quien los habia preferido a mi reloj que fue a parar al cabo Un hombre tenia un par de botines de gamuza de Hessian otro un par de las mejores polainas de Hoby sobre los pantalones de Corderoy blanco 3 El infortunado Robertson fue llevado hasta la Bajada del Parana y puesto en una carcel donde permanecio ocho dias sometido a toda clase de vejamenes Pero logro hacer conocer su triste situacion al jefe de una escuadra naval britanica que se hallaba en la zona capitan Jocelyn Percy quien escribio una carta a Jose Artigas denunciando la situacion de su subdito y pidiendo su liberacion El caudillo ordeno de inmediato que se lo pusiera en libertad Continua el relato de Robertson Uno de los primeros usos que hice de mi libertad fue de buscar al indio atezado por cuya intercesion habia salvado mi vida Lo encontre en cuclillas en el suelo empenado con sus companeros en jugar con un mazo de naipes que cada carta presentaba a mi mirada dos lados negros no socorrido por una sola mancha o figura que la hiciera distinguir de las demas Supongo que las figuras de los naipes habian desaparecido gradualmente o mas bien habian sido cubiertas de suciedad y grasa pero el mazo para ellos era tan bueno como otro nuevo Cuando vemos un as matando al rey o el caballo a la sota el proceso es inteligible pero ver como vi a los feroces artiguenos que desdenaban todas las demas leyes someterse a la que admitia que una carta toda negra mate a otra carta toda negra era para mi muy enigmatico Con alguna dificultad pude conseguir que el indio dejase un momento la postura en cuclillas y cuando le pregunte que le habia inducido a ponerse de mi parte su respuesta fue Se me antojo no mas Luego demostro gran impaciencia por unirse a sus companeros no pareciendo esperarse ninguna recompensa porque consideraba evidentemente no haberme hecho ningun gran servicio Despues recupere mi barco y bienes de manos de los filisteos y recibi todo menos un valor aproximado de 1 200 libras Esa cantidad fue hurtada por los caballeros empleados y sus subalternos Mis ropas las armas los adornos del Dictador los uniformes para las tropas fueron retenidos sin escrupulos 3 La Liga Federal con Purificacion como capital Robertson que era un hombre realmente muy entero se advierte en su decision inmediata que fue a viajar hasta Purificacion a reclamar ante Jose Artigas lo que sus hombres le habian robado Esta parte de su relato ha sido reproducida hasta la saciedad sin que haya perdido por ello una pizca de su interes Provisto de cartas del capitan Percy me hice a la vela atravesando el Rio de la Plata y remontando a bello Uruguay hasta llegar al Cuartel General del Protector Y alli les ruego no ser escepticos Que creen que vi Pues al excelentisimo Protector en la mitad del nuevo mundo sentado en una cabeza de vaca junto al fogon encendido en el piso de barro del rancho comiendo carne de un asador y bebiendo ginebra en una guampa Lo rodeaba una docena de oficiales mal vestidos en posturas semejantes y ocupados lo mismo que su jefe Todos fumaban y charlaban ruidosamente El Protector dictaba a dos secretarios que ocupaban junto a una mesa de pino las dos unicas desvencijadas sillas con asiento de paja El piso de la unica habitacion de la choza que era grande y hermosa estaba sembrado de pomposos sobres provenientes de todas las provincias algunas distantes 1 500 millas de aquel centro de operaciones dirigidos a Su Excelencia el Protector A la puerta estaban los caballos humeantes de los correos que llegaban cada media hora y los frescos de los que partian con igual frecuencia Soldados ayudantes y exploradores llegaban al galope de todas partes Todos se dirigian a Su Excelencia el Protector Y Su Excelencia el Protector sentado sobre su cabeza de vaca fumando comiendo bebiendo dictando hablando despachaba sucesivamente los varios asuntos de que se le noticiaba con tranquila y deliberada nonchalance que me mostraba de manera practica la verdad del axioma vamos despacio que tengo prisa Creo que si todos los asuntos del mundo hubieran estado a su cargo no hubiera procedido de otro modo Parecia un hombre incapaz de atropellamiento y era bajo este unico aspecto si se me permite semejante al jefe mas grande de la epoca Napoleon Bonaparte Ademas de la carta del capitan Percy tenia otra de recomendacion de una migo particular de Artigas y encargue primero esta considerandolo el mejor modo de iniciar mi asunto que por envolver una reclamacion no era muy agradable Cuando leyo mi carta de presentacion Su Excelencia se levanto del asiento y me recibio no solamente con cordialidad sino lo que me sorprendio mas con maneras relativamente caballerosas y propias de un hombre educado Hablo conmigo alegremente cerca de su casa de gobierno y me rogo que como mis muslos y mis piernas no estarian tan habituados como los suyos a la postura de cuclillas me sentase en la orilla de un catre de gusquilla que se veia en un rincon del cuarto y me pidio que fuera arrastrado cerca del fogon Me rogo que comiese y luego me hizo beber e inmediatamente me ofrecio un cigarro Participe de la conversacion sin apercibirme me converti en gaucho y antes que yo hubiese estado cinco minutos en el cuarto el general Artigas estaba de nuevo dictando a sus secretarios y despachando un mundo de asuntos al mismo tiempo que se condolia conmigo por mi tratamiento en la Bajada condenando a sus autores y diciendome que en el acto de recibir la justa reclamacion del capitan Percy habia dado ordenes para que se me pusiese en libertad 4 5 Mas tarde Jose Artigas invito a Robertson a recorrer a caballo su campamento Como extrano y extranjero me dio precedencia sobre todos los oficiales que componian su sequito en numero mas o menos de veinte No se suponga sin embargo cuando digo su sequito que habia ninguna afectacion de superioridad por su parte o senales de subordinacion diferencial en quienes le seguian Reian estallaban en reciprocas bromas gritaban y se mezclaban con un sentimiento de perfecta familiaridad Todos se llamaban por su nombre de pila sin el Capitan o Don excepto que todos al dirigirse a Artigas lo hacian con la evidentemente carinosa y a la vez familiar expresion de mi general Tenia alrededor de 1 500 seguidores andrajosos en su campamento que actuaban en la doble capacidad de infantes y jinetes Eran indios principalmente sacados de los decaidos establecimientos jesuiticos admirables jinetes y endurecidos en toda clase de privaciones y fatigas Las lomas y fertiles llanuras de la Banda Oriental y Entre Rios suministraban abundante pasto para sus caballos y numerosos ganados para alimentarse Poco mas necesitaban Chaquetilla y un poncho cenido en la cintura a modo de kilt escoces mientras otro colgaba de sus hombros completaban con el gorro de fajina y un par de botas de potro grandes espuelas sable trabuco y cuchillo el atavio artigueno Su campamento lo formaban filas de toldos de cuero y ranchos de barro y estos con una media docena de casuchas de mejor aspecto constituian lo que se llamaba Villa de la Purificacion 4 5 La aventura termino cuando con miles de precauciones Robertson le hizo conocer a Jose Artigas su reclamo de devolucion de lo que le habia sustraido que valoraba en seis mil pesos Vea dijo el general con gran candor y nonchalance como vivimos aqui y es todo lo que podemos hacer en estos tiempos duros manejarnos con carne aguardiente y cigarros Pagarle seis mil pesos me seria tan imposible como pagarle sesenta o seiscientos mil Mire prosiguio y asi diciendo levanto la tapa de un viejo baul militar y senalando una bolsa de lona en el fondo Ahi anadio esta todo mi efectivo llega a 300 pesos y de donde vendra el proximo ingreso se tanto como usted Es bueno conocer el momento de abandonar graciosamente una reclamacion infructuosa y pronto me convenci que en aquellas circunstancias la mia era Haciendo de la necesidad virtud le cedi voluntariamente lo que ninguna compulsion me habria permitido recobrar y apoyado en esa generosidad obtuve del Excelentisimo Protector como demostracion de gratitud algunos importantes privilegios mercantiles 4 5 El largo relato de Robertson contiene la mas detallada descripcion que nos ha llegado respecto al campamento artiguista de Purificacion y a la forma de como se vivia Su valor testimonial se ve realizado por la objetividad del narrador que no solo no tenia simpatias a priori por el artiguismo sino que fue objeto de vejamenes que debieron empeorar aun si cabe esa opinion Sin embargo llega a demostrar benevolencia y casi admiracion por las severisimas condiciones de vida de aquellos hombres que sin duda con muy pocos fundamentos teoricos estaba protagonizando una revolucion social Sin que ello implique justificarlos excesos y abusos de los revolucionarios y el del propio Jose Artigas el ambiente descrito por el viajero britanico exhibe descarnadamente la evolucion que el artiguismo habia sufrido desde 1813 y explica la desercion del elemento burgues que habia rodeado al caudillo en los tiempos primeros de la revolucion Ello explica tanto su cambio de estilo en el ejercicio del mando como el temor horrorizado de las clases dominantes ante la agresiva reivindicacion de sus derechos por parte de la chusma armada que lo seguia y que constituia entonces el centro de su autoridad Referencias Editar Gaudiano Pedro 2004 Artigas Catolico Montevideo Asuncion Universidad Catolica del Uruguay Universidad Catolica Nuestra Senora de la Asuncion pp 86 87 ISBN 9974 39 470 8 Gaudiano Pedro 2011 Los valores de Jose Artigas para iluminar el Bicentenario Montevideo Tierradentro Ediciones pp 36 37 ISBN 978 9974 8249 6 6 a b c Maiztegui Casas Lincoln 2004 Orientales Editorial Planeta ISBN 950 49 1330 X a b c Maiztegui Casas Lincoln 2004 Orientales Editorial Planeta ISBN 950 49 1330 X a b c Jose Artigas a 150 anos de su muerte Datos Q5742542Obtenido de https es wikipedia org w index php title Campamento de Purificacion amp oldid 120863628, wikipedia, wiki, leyendo, leer, libro, biblioteca,

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