Guerra de los Treinta Años
La guerra de los Treinta Años fue una guerra librada en la Europa Central (principalmente el Sacro Imperio Romano Germánico) entre los años 1618 y 1648, en la que intervinieron la mayoría de las grandes potencias europeas de la época. Esta guerra marcó el futuro del conjunto de Europa en los siglos posteriores.[22][23]
Aunque inicialmente se trataba de un conflicto político-religioso entre Estados partidarios de la reforma y la contrarreforma dentro del propio Sacro Imperio Romano Germánico, la intervención paulatina de las distintas potencias europeas convirtió gradualmente el conflicto en una guerra general por toda Europa, por razones no necesariamente relacionadas con la religión:[24] búsqueda de una situación de equilibrio político, alcanzar la hegemonía en el escenario europeo, enfrentamiento con una potencia rival, etc.
La guerra de los Treinta Años llegó a su final con la Paz de Westfalia y la Paz de los Pirineos, y supuso el punto culminante de la rivalidad entre Francia y los territorios de los Habsburgo (el Imperio español y el Sacro Imperio Romano Germánico) por la hegemonía en Europa, que conduciría en años posteriores a nuevas guerras entre ambas potencias.
El mayor impacto de esta guerra, en la que se usaron mercenarios de forma generalizada, fue la total devastación de lugares enteros que fueron esquilmados por los ejércitos necesitados de suministros. Los continuos episodios de hambrunas y enfermedades diezmaron la población civil de los Estados alemanes y, en menor medida, de los Países Bajos e Italia, además de llevar a la bancarrota a muchas de las potencias implicadas.[25] Aunque la guerra duró treinta años, los conflictos que la generaron siguieron sin resolverse durante mucho tiempo.[26]
Durante el curso de esta, la población del Sacro Imperio se vio reducida en un 30 %.[27] En Brandeburgo se llegó al 50 %, y en otras regiones incluso a dos tercios. La población masculina en Alemania disminuyó a la mitad. En los Países Checos la población cayó en un tercio a causa de la guerra, el hambre, las enfermedades y la expulsión masiva de checos protestantes. Solo los ejércitos suecos destruyeron durante la guerra 2000 castillos, 18 000 villas y 1500 pueblos en Alemania.[28][29][30][31]
La larga serie de conflictos que forman la guerra pueden dividirse en cuatro etapas diferenciadas
- la revuelta bohemia.
- la intervención danesa.
- la intervención sueca.
- la intervención francesa.
Orígenes de la guerra
A mediados del siglo XVI, la frágil Paz de Augsburgo, un acuerdo firmado por el emperador Carlos V de Alemania y I de España y los príncipes luteranos en 1555, había confirmado el resultado de la primera Dieta de Espira y en realidad había hecho acrecentar con el tiempo los odios entre católicos y luteranos. En dicha paz se había establecido que:
- Los príncipes alemanes (alrededor de 360 de ellos) podían elegir la religión (luteranismo o catolicismo) en sus señoríos de acuerdo con su conciencia. Era el principio de cuius regio, eius religio.
- Los luteranos que viviesen en un Estado eclesiástico (bajo el control de un obispo) podían continuar siendo luteranos.
- Los luteranos podían conservar el territorio que habían tomado a la Iglesia católica desde la Paz de Passau (1552).
- Los obispos de la Iglesia católica que se convirtiesen al luteranismo tenían que entregar su diócesis.
En los inicios del siglo XVII se incrementaron las tensiones entre las naciones de Europa. España estaba interesada en los principados alemanes, debido a que Felipe III, nieto de Carlos V, era un Habsburgo y tenía territorios alrededor de la frontera occidental de los Estados alemanes (Flandes, el Franco Condado). Francia también estaba interesada en los Estados alemanes, porque deseaba recuperar la hegemonía a costa del poder de los Habsburgo, como había tenido durante la Edad Media. Suecia y Dinamarca estaban interesadas por razones económicas en los Estados germánicos del norte, a orillas del mar Báltico.
Durante la segunda mitad del siglo XVI, las tensiones religiosas también se habían intensificado. La Paz de Augsburgo tuvo consecuencias a lo largo de la segunda mitad del siglo XVI, ya que los obispos se negaban a abandonar sus obispados. De hecho, los términos del tratado de Augsburgo fueron utilizados para un resurgimiento del poder católico. Las tensiones y resentimientos entre católicos y protestantes no habían hecho sino acrecentarse desde la firma del tratado, y en muchos lugares de Alemania se destruían iglesias protestantes y había limitaciones y obstáculos al culto protestante. A la disminución de estas tensiones no ayudó nada el calvinismo que se extendía por toda Alemania, y cuya exclusión, junto a los anabaptistas, de las congregaciones protegidas específicamente en la paz de Augsburgo, pudo contribuir al conflicto[cita requerida], lo que añadió otra religión a la disputa pues los católicos de Europa central (los Habsburgo de Austria o los reyes de Polonia) estaban tratando de restaurar el poder del catolicismo.
Los Habsburgo estaban principalmente interesados en extender su poder, así que estaban a veces dispuestos a transigir y permitir el protestantismo. A la larga, esto incrementó las tensiones. Rodolfo II, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, y su hermano y sucesor, Matías I, no practicaban una política católica agresiva, ya que estaban más interesados en incrementar el poder y las posesiones de los Habsburgo. Eran también muy tolerantes (como su abuelo y su padre, Fernando I y Maximiliano II), lo que permitió que diferentes religiones se extendieran a su aire y que chocasen entre sí libremente. Suecia y Dinamarca, que querían dominar los Estados alemanes del Mar Báltico, eran países de confesión luterana.
Estas tensiones estallaron con violencia en la ciudad alemana de Donauwörth en 1606. La mayoría luterana obstaculizó los intentos de los residentes católicos de hacer una procesión y provocaron así una revuelta violenta. Los católicos de la ciudad solicitaron la intervención del duque Maximiliano I de Baviera en su apoyo.
Una vez hubo cesado la violencia, en Alemania los calvinistas, cuya religión estaba todavía en sus comienzos y constituían una minoría, se sintieron amenazados y se agruparon en la Liga de la Unión Evangélica (también conocida como Liga Protestante), creada en 1608, bajo el liderazgo de Federico IV del Palatinado, el príncipe elector del Palatinado. Este príncipe tenía en su poder el Palatinado de Renania, uno de los Estados que España deseaba para sí a fin de proteger el camino español. Esto provocó que los católicos también se agrupasen en la Liga Católica, bajo la jefatura del duque Maximiliano I.
El emperador del Sacro Imperio y rey de Bohemia, Matías de Habsburgo, falleció en 1619, pero habiendo testado a favor de su primo hermano, Fernando III de Estiria. Fernando, que al convertirse en rey de Bohemia y emperador del Sacro Imperio había pasado a llamarse Fernando II, era un católico convencido que había sido educado por los jesuitas y quería restaurar el catolicismo. Por ello, era impopular en Bohemia, la cual era predominantemente calvinista. El rechazo de Bohemia a Fernando fue el detonante de la guerra de los Treinta Años.
Revuelta de Bohemia y Fase palatina (1618-1625)
La elección del católico Fernando II —heredero del trono imperial— como rey de Bohemia había puesto a la nobleza de ese reino, de mayoría protestante, en una situación prácticamente de rebelión.
Además, dado que la dignidad de rey de Bohemia se confería por elección, los bohemios eligieron como su líder a Federico V del Palatinado (sucesor de Federico IV, que había creado la Liga de la Unión Evangélica). Cuando Fernando II envió a dos consejeros católicos (Martinitz y Slavata) y sus representantes al castillo de Hradčany, en Praga, en mayo de 1618 para preparar el camino a su llegada, los calvinistas de Bohemia los secuestraron y los arrojaron por una ventana del palacio.
Los dos dignatarios y el escriba que fueron arrojados, cayeron sobre una pila de estiércol y no sufrieron lesiones importantes (al contrario que en la primera defenestración, acontecida 200 años antes y en la que murieron siete concejales). Este evento, conocido como la Tercera Defenestración de Praga, se toma como punto de referencia del comienzo de la rebelión bohemia, aunque la rebelión ya estaba gestándose mucho tiempo antes. El conflicto bohemio se extendió pronto a la totalidad de los Países Checos (Bohemia, Silesia, Lusacia y Moravia), que ya estaban divididos por enfrentamientos entre católicos y protestantes. Esta confrontación iba a encontrar muchos ecos en todo el continente europeo, viéndose afectada Francia y Suecia, inter alia.
Si la rebelión bohemia se hubiera limitado a un asunto puramente de la Europa central, la guerra de los Treinta años podía haberse concluido en solo treinta meses. Sin embargo, la debilidad tanto de Fernando II como de los propios bohemios llevó a la extensión de la guerra al oeste de Alemania. Fernando se vio obligado a reclamar la ayuda de su sobrino y yerno, el rey Felipe III de España, hijo y sucesor de Felipe II.
Los bohemios, desesperados por encontrar aliados frente al emperador, solicitaron ser admitidos en la Unión Protestante, liderada por el calvinista Federico V del Palatinado. Los bohemios acordaron que el Elector Palatino podría convertirse en rey de Bohemia si les permitía adherirse a la Unión y así quedar bajo su protección. Sin embargo, otros miembros de los Estados bohemios hicieron ofertas similares al duque Carlos Manuel I de Saboya, al Elector Juan Jorge I de Sajonia y al húngaro Gabriel Bethlen, soberano del Principado de Transilvania. Los austriacos, que parecían haber interceptado todas las cartas que salían de Praga, hicieron públicas estas duplicidades y desentrañaron gran parte de este apoyo a los bohemios, particularmente en la corte de Sajonia. Lo que fue una rebelión local, debido a la debilidad de Fernando II y Federico V, se convirtió en una guerra que se extendió mucho más allá de las fronteras de Bohemia
La rebelión fue inicialmente favorable a los bohemios. Gran parte de la Alta Austria, cuya nobleza era luterana y calvinista, se les unió (sin embargo, las simpatías religiosas de esta zona cambiarían en los siguientes años). La zona meridional de Austria se rebeló durante el año 1619. El conde de Thurn llegó a llevar un ejército hasta los mismos muros de Viena, antes de ser derrotado en la batalla de Záblatí por Karel Bonaventura Buquoy. En el este, el Príncipe protestante de Transilvania, Gabriel Bethlen, condujo una inspirada campaña en el interior de Hungría (donde se le unió gran parte de la nobleza), con las bendiciones del sultán turco Osman II, en agosto de 1619, rebelando al pueblo húngaro contra los Habsburgo. Fernando II se había convertido en 1618 en rey de Hungría e intentó implementar en sus territorios húngaros las mismas medidas que había aplicado en Bohemia contra los protestantes. Sintiéndose agraviados, los húngaros de Transilvania declararon la guerra contra Fernando aprovechando como excusa el asunto religioso, pues los príncipes transilvanos tenían como objetivo desde hacía décadas liberar a Hungría del control de los Habsburgo y reunificar el reino. Así, apelaron inclusive a la ayuda del imperio otomano en muchas ocasiones (pues Gabriel Bethlen solicitó un protectorado de Osman II), quien también deseaba ver al Sacro Imperio Romano Germánico de rodillas.
Con ello, el imperio otomano, por medio de Transilvania, se convirtió en el único aliado oficial, con estatus de gran potencia, para Bohemia, después de que se sacudieron del dominio de los Habsburgo y habían eligió a Federico V como rey protestante,[32] Heinrich Bitter visitó Estambul en enero de 1620 y Mehmet Aga visitó Praga en julio de 1620. La caballería otomana le dio a Federico V unos 60.000 jinetes, y con un ejército de 400.000 planeó invadir Polonia, todo a cambio de un tributo anual al sultán.[33] Esta negociación desató la guerra polaco-otomana, que estalló entre 1620 y 1621.[34] El Imperio Otomano invadió la Mancomunidad polaco-lituana, que apoyó a los Habsburgo durante la Guerra de los 30 Años de septiembre a octubre de 1620. Derrotado los polacos en la Batalla de Chechora en octubre.[35] Sin embargo, el Imperio Otomano no pudo intervenir cuando los bohemios fueron derrotados en noviembre de 1620. En 1621, el ejército polaco se reorganizó y derrotó al Imperio Otomano en la Batalla de Chocim, restableciendo la guerra entre ambos países lejos de Alemania y que terminaría en un statu quo.[36] Tras ello, los embajadores Habsburgo persuadieron a los otomanos para que evitaran la participación directa, ayudados por el estallido de las hostilidades con Polonia en 1620, seguido de la guerra de 1623-1639 con Persia.[37]
El emperador, que estaba ocupado en la Guerra Uzkok contra Venecia, se apresuró a formar un ejército para detener a los bohemios y sus aliados, que anegaban completamente su país. El conde de Bucquoy, el comandante del ejército imperial, derrotó a las fuerzas de la Unión Protestante lideradas por el conde Ernesto de Mansfeld en la batalla de Sablat, el 10 de junio de 1619. Esto cortó las comunicaciones del conde de Thurn con Praga, el cual abandonó inmediatamente el sitio de Viena.
La derrota de los protestantes bohemios en Sablat también costó a los protestantes un importante aliado, Saboya, que había sido durante mucho tiempo un oponente a la expansión de los Habsburgo y había enviado ya considerables sumas de dinero y tropas irregulares a las guarniciones de las fortalezas de Renania. La captura de la cancillería de campo de Mansfeld desenmascaró el complot de los sardos y forzó al avergonzado duque a abandonar la guerra a cambio de la cesión de Lusacia. Aunque volverían intervenir después de que los franceses y suecos entraran en guerra. Además, el elector de Sajonia se puso del lado de los Habsburgo; su suegro Jaime I, rey de Inglaterra, negó su ayuda militar; la misma Unión Evangélica fundada por el padre de Federico se negó con el tratado de Ulm a apoyar al Rey de Bohemia. Las pocas ayudas vinieron de las Provincias Unidas, que envió pequeños contingentes y prometió una modesta ayuda económica, y del Príncipe de Transilvania con soporte otomano. La causa de Frederick V, sin embargo, fue vista como análoga a la de Elizabeth Stuart, y esto le garantizó un flujo de decenas de miles de voluntarios a su favor.
A pesar de la derrota de Sablat, el ejército del conde de Thurn continuó existiendo como fuerza efectiva, y Mansfeld consiguió reformar su ejército más al norte, en Bohemia. Los estados de Austria septentrional y meridional, todavía en rebelión, firmaron una alianza con los bohemios a comienzos de agosto, y el día 22 Fernando fue depuesto oficialmente como rey de Bohemia y sustituido por el Elector Palatino Federico V. En Hungría, incluso a pesar de que los bohemios habían rechazado la oferta de su corona, los transilvanos continuaron haciendo progresos sorprendentes, obligando a los ejércitos del emperador a retirarse de ese país en 1620.
Los españoles enviaron un ejército desde Bruselas bajo las órdenes de Ambrosio Spinola para dar apoyo al emperador, y el embajador español en Viena, don Íñigo Oñate, convenció a la Sajonia protestante para intervenir contra Bohemia a cambio de ofrecerles el control sobre Lusacia. Los sajones invadieron, y el ejército español en el oeste evitó que las fuerzas de la Unión Protestante pudieran prestar auxilio. Oñate conspiró para transferir el título electoral del Palatinado al duque de Baviera a cambio de su apoyo a la Liga Católica.
Bajo el mando del general Tilly, el ejército de la Liga Católica, que incluía a René Descartes en sus filas, pacificó la Austria Alta, mientras que las fuerzas del emperador pacificaban la Austria meridional. Una vez unidos los dos ejércitos, se desplazaron hacia el norte, dentro de Bohemia. Fernando II derrotó decisivamente a Federico V en la batalla de la Montaña Blanca (en checo: Bílá Hora) cerca de Praga, en 1620. Bohemia permanecería en manos de los Habsburgo durante casi 300 años.
Esta derrota provocó la disolución de la Liga de la Unión Evangélica y la confiscación de las posesiones de Federico V. El Palatinado renano fue entregado a nobles católicos, mientras que el título de Elector Palatino se le dio a su primo lejano, el duque Maximiliano I. Federico V, aunque ya sin territorios, se convirtió en un exiliado prominente en el extranjero, granjeándose simpatías y apoyo a su causa en las Provincias Unidas, Dinamarca y Suecia.
En este momento, estalló la guerra Valtelina. Los católicos de Valtelina, bajo el liderazgo del caballero Giacomo Robustelli, levantaron un levantamiento el 19 de mayo (la masacre de Veltlin), con el objetivo de limpiar el valle montañoso de protestantes. Gracias al éxito de los rebeldes, las tropas de los católicos españoles obtuvieron acceso a Valtellina, y con ello la capacidad de transportar libremente tropas y material desde el norte de Italia a Austria.
Después de la conquista de Bohemia, la guerra se extendió a territorios mucho más amplios, ya que todos los principados alemanes y casi todos los países vecinos se unieron (o fueron atraídos): España-Portugal, Francia, Suiza, Saboya, los Países Bajos, Inglaterra-Escocia, la Mancomunidad polaco-lituana, Dinamarca-Noruega, Suecia, Transilvania, Moldavia, Valaquia, el Imperio Otomano y hasta el Zarato Ruso, preocupados por sus propios intereses, entraron a la guerra en diferentes momentos y con distintos grados de compromiso. Varias unidades mercenarias, pagadas por las partes beligerantes, participaron en las hostilidades a gran escala. Incluyeron, entre otros las tropas polacas a caballo de Lisowczyk, que lucharon en los años 1619-1620 en el territorio de Hungría, y luego en las tierras del Imperio (República Checa) y en los países del Reich (Renania).
Se trató de un golpe serio a las ambiciones protestantes en la región. La rebelión literalmente se hundió, y las amplias confiscaciones patrimoniales y supresiones de títulos nobiliarios bohemios preexistentes aseguraron que el país regresaría a la fe católica después de más de dos siglos de disidencias religiosas, que habían comenzado con la guerra husita. Los españoles, tratando de flanquear a los holandeses, en preparación para la inminente guerra provocada por el fin de la tregua tras la guerra de los Ochenta Años, tomaron las tierras de Federico, el Palatinado de Renania. La primera fase de la guerra terminó completamente cuando Gabriel Bethlen de Transilvania firmó un tratado de paz con el emperador en diciembre de 1621, ganando algunos territorios en Hungría oriental.
La República Holandesa proporcionó asilo y asistencia financiera a Federico V, cuya tregua con los españoles expiró el 9 de abril de 1621. En el otoño del mismo año, Mansfeld se dirigió al Rin desde Bohemia. Los protestantes recibieron pequeños refuerzos en la persona del duque de Brunswick Christian con un ejército de 10.000 y el margrave Georg Friedrich de Baden-Durlach , que reclutó un ejército de 11.000. [38] Así, en la primavera de 1622, tres ejércitos estaban listos para luchar contra el emperador: Mansfeld en Alsacia, Christian de Braunschweig en Westfalia y Georg Friedrich en Baden. El 22 de abril, Federico se mudó en secreto de La Haya a la ubicación de las tropas de Mansfeld, lo que le obligó a interrumpir urgentemente las negociaciones con el enemigo sobre el costo de su salida de Frederick .
Algunos historiadores consideran el periodo entre 1621-1625 como una fase separada de la guerra de los Treinta años, denominándola la Fase del Palatinado. La catastrófica derrota del ejército protestante en la Montaña Blanca y la partida de Gabriel Bethlen significaron la pacificación del este de Alemania. La guerra en el oeste, concentrada en la ocupación del Palatinado, consistió en batallas mucho más pequeñas que las que vieron las campañas bohemia y húngara y con un uso mucho mayor del asedio. El 27 de abril de 1622, Mansfeld derrotó a Tilly en la Batalla de Mingolsheim , impidiéndole unirse al ejército del general español Gonzalo Fernández de Córdoba, que venía de los Países Bajos . Mientras Mansfeld esperaba el acercamiento de las tropas del Margrave de Baden, Tilly y Córdoba se unieron y el 6 de mayo de 1622, mientras intentaban forzar el Neckar en Wimpfen, derrotaron a Georg Friedrich. Después de esto, Mansfeld y Tilly se trasladaron al norte hacia el Main; uno está tratando de vincularse con el ejército de Christian de Brunswick, el otro está tratando de evitarlo. Al cruzar el Main en Hoechst. Los protestantes, luchando contra las tropas combinadas de Tilly y Córdoba, perdieron unas 2.000 personas, 3 cañones y casi todo el tren, pero retuvieron la caballería y los tesoros saqueados en el camino, que supuestamente iban a pagar el ejército mercenario de Mansfeld. El comportamiento de los mercenarios, que devastaron las antaño ricas provincias, saquearon y quemaron todo a su paso, sin importar si pertenecía a católicos o protestantes, pelearon a Frederick con Mansfeld. Este último se puso al servicio de los holandeses, se unió a Christian y se trasladó en ayuda de los Países Bajos, donde Spinola sitió la fortaleza clave de Bergen op Zom en el verano de 1622 . El 29 de agosto, cerca de Fleurus, fueron derrotados en la Batalla de Fleurus, donde los españoles al mando de Gonzalo de Córdoba los interceptaron y destrozaron al ejército protestante, que emprendieron la huida y lograron llegar a Breda con únicamente 3.500 caballeros de los 14.000 soldados que iniciaron la batalla. Christian perdió un brazo en la batalla, y el Tercio español de Francisco de Ibarra, que murió en combate, de los 1.000 españoles iniciales quedaron únicamente 600 al ser completamente rodeados por el enemigo. Salvados in extremis por una gran maniobra de Gonzalo, defendió al Tercio poniéndo carros con sus propias pertenencias y dinero para bloquear la brecha generada en el ataque protestante, siendo desvalijadas sus posesiones por los protestantes, más preocupados de llevarse el botín que del combate en sí. Del bando católico fallecieron 1.200 de los 6.000 que participaron en la batalla, entre ellos una gran cantidad de capitanes y generales de renombre, soldados viejos y experimentados de los Tercios españoles. De esta manera, en apenas 2 meses Córdoba había derrotado a los protestantes en 3 batallas distintas, condenando el futuro del Palatino, de Mansfeld y de Christian. Poco después, Tilly y Córdoba continuaron capturando el Palatinado. Sus capitales,Mannheim y Heidelberg, cayeron el 19 de septiembre y el 5 de noviembre 1622, respectivamente, y Frankenthal en 1623 por manos españolas y defendida por una pequeña guarnición inglesa.[39] Con ello el Palatinado cayó en manos del emperador. El único país que Fernando no pudo reprimir fue Transilvania: en la paz de Nikolsburg, Bethlen reafirmó los privilegios de las órdenes de Transilvania y también evitó la contrarreforma.
El 10 de enero de 1623, se inauguró un congreso de delegados imperiales en Ratisbona, en el que Fernando anunció la transferencia del elector del Palatinado de Federico a Maximiliano I de Baviera. Esta decisión, contraria a la constitución alemana y al juramento hecho por Fernando en la coronación y que no permitía la distribución de tierras alemanas sin el consentimiento del Reichstag , fue recibida negativamente por casi todos los príncipes imperiales, excepto el Elector de Colonia, hermano de Maximiliano. Los electores protestantes de Sajonia y Brandeburgo también temían una mayor presión católica. Elector de Brandeburgo, a quien el rey polaco cedió como feudo el dominio de Prusia, se sintió obligada a los Habsburgo. España, temiendo el fortalecimiento de Baviera, propuso una opción que preveía la abdicación de Federico en favor de su hijo, que tendría que criarse en Viena y luego contraer matrimonio dinástico con una de las hijas del emperador. Esta decisión fue apoyada por el rey y el papa ingleses, que temían un mayor fortalecimiento de los Habsburgo. Como resultado, el 23 de febrero de 1623, Federico fue depuesto y el 25 de febrero todos sus títulos fueron transferidos a Maximiliano .[40]
El ejército de Christian Braunschweig en este momento invadió la región de Baja Sajonia y las tropas de Mansfeld se fortificaron en Münster. El resto del ejército protestante, guiado por Mansfeld, hizo un intento de alcanzar la frontera neerlandesa. Tilly lo flanqueó en Stadtlohn el 6 de agosto de 1623, y solo un tercio del ejército de 21.000 hombres de Mansfeld consiguió escapar de la batalla. Sin suministros, ni recursos humanos, ni financiación, el ejército de Mansfeld se dispersó en 1624. Por odio a España, Maximiliano prohibió a Tilly perseguir al ejército derrotado que se retiraba a las Provincias Unidas, para no debilitar a este eterno enemigo de España.[41] Tres semanas después de Stadtlon, Federico, por mediación del rey de Inglaterra, firmó un armisticio con el emperador. El 27 de agosto de 1623, Georg Friedrich también concluyó un tratado de paz con Ferdinand. Cabe resaltar que este hecho fue prácticamente decisivo para el transcurso de la guerra. Tras esta catástrofe, Federico V, ya exiliado en La Haya y bajo la creciente presión de su suegro, Jaime I de Inglaterra, para que pusiera fin a su implicación en la guerra, se vio obligado a abandonar cualquier esperanza de emprender nuevas campañas. La rebelión protestante había sido aplastada.
Así, el primer período de la guerra terminó con una contundente victoria de los Habsburgo. El levantamiento de los protestantes de la República Checa se ahogó, Baviera recibió el Alto Palatinado y España capturó el Kurpfalz , asegurando un punto de apoyo para otra guerra con los Países Bajos. Esto sirvió de impulso para una cohesión más estrecha de la coalición anti-Habsburgo.
Intervención danesa y neerlandesa (1625-1629)
El periodo danés comenzó cuando el rey Cristian IV de Dinamarca-Noruega (1577-1648), un luterano convencido (que también gobernó como duque de Holstein, un ducado dentro del SIRG), temiendo que la soberanía como nación protestante fuese amenazada, ayudó a los alemanes de los principados vecinos, de lo que ahora es Baja Sajonia, encabezando un ejército contra el Sacro Imperio. Cristián IV había sacado abundante provecho de sus políticas en el norte de Alemania (Hamburgo había sido forzada a aceptar el protectorado danés en 1621, y en 1623 el heredero de Dinamarca fue nombrado obispo de Bremen-Verden). Cristián IV se había desenvuelto francamente bien como administrador y había conseguido para su reino un nivel de estabilidad y riqueza que no había sido igualado en ninguna parte de Europa. Se había beneficiado también de las aportaciones económicas de las aduanas en el Skagerrak y de las extensas reparaciones de guerra pagadas por Suecia. El único país en Europa con una posición financiera comparablemente fuerte fue, irónicamente, Baviera. El soberano danés contaba con el apoyo militar holandés de las Provincias Unidas, que afrontaban la invasión de sus territorios por parte de las fuerzas católicas, también tuvo apoyo políticamente de Francia, que encabezada por el cardenal Richelieu, en nombre de la raison d'État, comenzó a apoyar los esfuerzos protestantes y oponerse a la hegemonía católica de los Habsburgo. Incluso Carlos I de Inglaterra (que tenía como cuñado a Federico V del Palatinado, habiéndose casado con Elizabeth Stuart) accedió a defender la causa protestante, enviando un contingentes de ingleses y escoceses para la defensa de Dinamarca. También ayudó a ello el que el regente francés, el Cardenal Richelieu, deseaba fomentar y financiar una incursión danesa en Alemania. Además, alentados por Richelieu, durante los próximos meses Inglaterra, Suecia , Dinamarca-Noruega , Saboya y la República de Venecia acordaron una Alianza contra los Habsburgo[42], en son de realizar acción coordinada contra España en medio de la Guerra de los Ochenta Años en auxilio de las Provincias Unidas de los Países Bajos. En 1625, Inglaterra declaró la guerra a España , mientras que Venecia y Saboya acordaron atacar la Carretera Española, una ruta terrestre que conecta las áreas españolas en Italia con Flandes, Francio trato de bloquear la ruta de apoyo de los Habsburgo en la península ibérica. Al principio, intentaron intervenir los daneses junto con Suecia, pero las dos partes lucharon por el liderazgo, lo que resultó en que Suecia se centrara en el frente polaco y Dinamarca interviniera sola en el frente alemán. Así, Dinamarca intervino en el Sacro Imperio Romano Germánico y Cristián invadió al frente con un ejército de 20 000 mercenarios, pagado casi completamente con su fortuna personal. En respuesta a la participación de Dinamarca en la guerra, Gran Bretaña proporcionó los gastos militares, enviando un contingente de 13 700 escoceses, bajo el mando del general Robert Maxwell, 1er conde de Nithsdale [43] y unos 6.000 soldados ingleseses, dirigidos por Charles Morgan, para la defensa de Dinamarca, también envió a dos comandantes mercenarios, Mansfeld y Braunschweig, como refuerzos. La causa de Dinamarca-Noruega fue ayudada por Francia, que junto con Carlos I de Inglaterra, había acordado ayudar a subsidiar la guerra, sobre todo porque Christian era tío de sangre tanto del rey Estuardo, como de su hermana Isabel de Bohemia, a través de su madre Ana de Dinamarca. En 1626, el príncipe de Transilvania Gábor Bethlen también se unió a esta asociación, y comenzó otro asedio oriental del imperio de Fernando.
Sin embargo, esta red de alianzas hechas por Richelieu se vio amenazada en 1625 por otra revuelta hugonote, centrada en La Rochelle , entonces la segunda o tercera ciudad más grande de Francia, con más de 30.000 habitantes, y uno de sus puertos más importantes. Los hugonotes respondieron a la creciente persecución religiosa armándose, formando estructuras políticas y militares independientes, estableciendo contactos diplomáticos con potencias extranjeras y, finalmente, rebelándose abiertamente contra el poder central. Richelieu activó entonces las disposiciones de defensa mutua de ambos tratados; A Inglaterra se le pidió siete buques de guerra, mientras que los veinte buques holandeses asignados para el ataque a Génova ahora se utilizarían contra La Rochelle. A pesar de la oposición popular a atacar a sus compañeros protestantes, los estados holandeses sintieron que no tenían otra opción, ya que no podían permitirse perder a Francia como aliado. Una fuerza combinada francesa, inglesa y holandesa derrotó a un escuadrón hugonote en Pertuis Breton en septiembre de 1625; los restos liderados por Soubise se refugiaron en Falmouth, lo que puso en tela de juicio el compromiso de Inglaterra con la alianza francesa. El Tratado de París se firmó entre la ciudad de La Rochelle y Luis XIII el 5 de febrero de 1626, preservando la libertad religiosa pero imponiendo algunas garantías contra posibles trastornos futuros con la destrucción de uno de sus fuertes y la prohibición de mantener una flota militar. La revuelta hugonote se convirtió en un conflicto internacional con la participación de Inglaterra en la guerra anglo-francesa (1627-1629). La Casa de Estuardo en Inglaterra había estado involucrada en intentos de asegurar la paz en Europa (a través del Partido Español), y había intervenido en la guerra contra España y Francia. Sin embargo, la derrota de los franceses (que indirectamente llevó al asesinato del líder inglés el duque de Buckingham), la falta de fondos para la guerra y el conflicto interno entre Carlos I y su Parlamento llevaron a una reorientación de la participación inglesa en los asuntos europeos, para consternación de las fuerzas protestantes en el continente. Esto implicó una dependencia continua de la brigada anglo-holandesa como la principal agencia de participación militar inglesa contra los Habsburgo, aunque los regimientos también lucharon por Suecia a partir de entonces.[44] Francia siguió siendo el reino católico más grande no alineado con los poderes de los Habsburgo, y más tarde libraría activamente la guerra contra España. La respuesta de la Corona francesa a la rebelión hugonote no fue tanto una representación de la polarización religiosa típica de la Guerra de los Treinta Años, sino más bien un intento de lograr la hegemonía nacional por parte de una monarquía absolutista.
Para enfrentarse a esta fuerza, Fernando II empleó la ayuda militar de Albrecht von Wallenstein, un noble bohemio. Wallenstein prometió a Fernando II un ejército de entre 30 000 y 100 000 soldados a cambio del derecho a saquear los territorios capturados. Cristian, que desconocía la existencia de Wallenstein cuando efectuó la invasión, fue forzado a retirarse antes de que su ejército fuese aniquilado por el ejército de Wallenstein y el de Tilly. La suerte de Cristián empeoró aún más cuando todos los aliados con los que pensaba que contaba se vieron forzados a abandonarle. Tanto Inglaterra como Francia pasaban por sendas guerras civiles. Suecia estaba en guerra con Polonia-Lituania y ni Brandemburgo ni Sajonia parecían tener intenciones de hacer nada que alterase la tenue paz en Alemania oriental. Las derrotas en el campo de batalla pronto se sumaron a la falta de ayuda aliada: el 25 de abril de 1626, el ejército de Ernst von Mansfeld, que venía de las Provincias Unidas en apoyo de los daneses, fue derrotado por las fuerzas de Wallenstein en la batalla del Puente de Dessau (1626) y el general belga Tilly derrotó a los daneses en la batalla de Lutter (1626). Wallenstein, luego invadió Hungría en persecución del ejército desarmado de Mansfeld, donde Gábor Bethlen enfrentó al ejército imperial con sus ejércitos húngaros y rumanos, pero no se logró forzar al príncipe de Transilvania a una batalla decisiva. Con su campaña, Bethlen logró lo que quería: hizo nuevas concesiones para Transilvania. Mansfeld, qye esperaba lograr su propósito con la ayuda de Bethlen Gábor antes de que hiciera las paces con los Habsburgo, murió unos meses después de enfermedad, aparentemente tuberculosis, en Dalmacia, exhausto por la batalla que le había costado la mitad de su ejército. Parte del fracaso contribuye el que ninguno de los sustanciales contingentes británicos llegará a tiempo (debido a las continuas campañas británicas contra Francia y España) para evitar que Wallenstein derrotara al ejército de Mansfeld en la batalla de Dessau o la victoria de Tilly en la batalla de Lutter. Mientras que el propio Christian IV se vio obligado a retirarse a Jutlandia, amenazando a tierras danesas de una invasión.
El ejército de Wallenstein entonces marchó hacia el norte, ocupando Mecklemburgo, Pomerania y finalmente la propia Jutlandia. Sin embargo fue incapaz de tomar la capital danesa en la isla de Seeland sin una flota, y ni los puertos hanseáticos, ni los polacos, permitieron que se construyese una flota imperial en el Báltico. Entonces optó por sitiar Stralsund, el único puerto beligerante del Báltico con instalaciones para construir una flota que pudiese tomar las islas danesas. Sin embargo, el costo del sostenimiento de las operaciones de Wallenstein era desorbitado y que superaría con creces cualquier beneficio que conquistar el resto de Dinamarca y Noruega, particularmente si se comparaba con lo que podría haberse ganado en la guerra con Dinamarca y el temor de perder sus conquistas en el norte de Alemania ante una alianza danés-sueca: el comandante imperial, por lo tanto, trató de negociar con los sitiados, a quienes propuso condiciones muy favorables a la rendición, condiciones que sin embargo fueron rechazadas por las autoridades de la ciudad, ahora al servicio de los suecos. La noticia de una nueva intervención de Christian IV que, habiendo aterrizado en Pomerania, avanzaba hacia el interior alemán, impulsó a Wallenstein a levantar el sitio de Stralsund; cerca de Wolgast, las fuerzas imperiales vencieron fácilmente a las danesas (12 de agosto de 1628). Ninguno de los bandos veía ahora ninguna ventaja en continuar el conflicto.
Por esto se llegó finalmente al tratado de Lübeck (1629), por el que Cristián IV renunció a su apoyo a los protestantes alemanes para poder mantener su control sobre Dinamarca-Noruega (incluidos los ducados de Sleswick y Holstein). En el mismo año, Gabriel Bethlen, el príncipe calvinista de Transilvania, murió. Solo el puerto de Stralsund continuó resistiendo contra Wallenstein y el emperador, habiendo sido reforzado por "voluntarios" escoceses que llegaron del ejército sueco para apoyar a sus compatriotas que ya estaban allí al servicio de Dinamarca-Noruega. Estos hombres fueron dirigidos por el coronel Alexander Leslie, quien se convirtió en gobernador de la ciudad.
En los siguientes dos años, con este panorama favorable, se subyugaron más tierras a los poderes católicos. La Guerra de los Treinta Años podría haber terminado con el periodo danés, pero la Liga Católica persuadió a Fernando II de que intentase recuperar las posesiones luteranas que, en aplicación de los acuerdos de la Paz de Augsburgo, pertenecían por ley a las iglesias católicas. Estas posesiones estaban descritas en el Edicto de Restitución de 1629, e incluían dos arzobispados, dieciséis obispados y cientos de monasterios.
El panorama para los protestantes era desolador. Los nobles y campesinos preferían abandonar sus tierras en Bohemia y Austria antes que convertirse al catolicismo. Mansfeld y Gabriel Bethlen, los primeros oficiales de la causa protestante, murieron en el mismo año. Sólo el puerto de Stralsund, abandonado por todos sus aliados, se mantenía frente a Wallenstein y el emperador. Leslie mantuvo Stralsund hasta 1630, utilizando el puerto como base para capturar las ciudades y puertos circundantes que puedan proporcionar una playa segura para un desembarco sueco a gran escala bajo Gustavo Adolfo II una vez terminara sus campañas contra los polaco-lituanos en el Vístula.
Fase italiana (1629-1631)
El norte de Italia fue un campo de batalla estratégico para Francia y los Habsburgo durante siglos. El control de esta área permitió a los Habsburgo amenazar las inquietas provincias del sur de Francia de Languedoc y Dauphiné, así como proteger la ruta de suministro conocida como la Carretera Española; esto significó una disputa de sucesión en Mantua que inevitablemente involucró a partes externas.
Después de la masacre de los habitantes protestantes en 1620 (Sacro macello), España ocupó el valle con el pretexto de defender a los habitantes católicos de una reacción de los Grisones. Para dar respuesta a esta nueva iniciativa española, se formó una liga entre Francia, el Ducado de Saboya y la República de Venecia. En el norte de Italia, Felipe IV de España había continuado con los esfuerzos de su difunto padre por defender a los católicos de los valles de la Valtelina contra los protestantes grisones, además, uno de los objetivos estratégicos de los Habsburgo españoles era unir sus Posesiones europeas ruta terrestre continua para el libre traslado de tropas. Los intentos del cantón protestante suizo de los Grisones en 1621 para expulsar a los españoles no tuvieron éxito. En el mismo 1621, intervino en el conflicto el Papa Urbano VIII , quien llevó sus tropas de los Estados Pontificios a Valtellina. En 1622 Richelieu había creado una liga antiespañola con Venecia y Saboya. Con su ascenso en el Gobierno francés, la política francesa dio un giro. Los franceses afirmaron que la liga con Saboya los obligaba a acudir en ayuda del duque, que por entonces atacaba Génova, acometiendo a los españoles —aliados de los genoveses— en la Valtelina. Con el pretexto de que las tropas papales que ocupaban el valle no se habían retirado como se había acordado, fuerzas francesas y suizas comandadas por el marqués de Coeuvres se apoderaron de él y de los fuertes que lo jalonaban —erigidos por el gobernador del Milanesado— en el otoño de 1624. España reaccionó coaligándose con el gran duque de Toscana, los duques de Módena y Parma y las repúblicas de Génova y Lucca, para contraatacar. En 1625, Richelieu también envió dinero a Ernst von Mansfeld , un famoso general mercenario que operaba en Alemania al servicio de los ingleses. En la primavera de 1625, las tropas franco-saboyanas lideradas por el duque Carlos de Saboya atacaron Asti y rodearon Génova, aliada de España y eslabón clave en sus comunicaciones con el imperio. Sin embargo, tropas españolas invadieron luego el Piamonte y aseguraron el denominado «Camino Español», en mayo de 1626, cuando los costos de la guerra casi habían arruinado a Francia, el rey y el cardenal hicieron la paz con España mediante el Tratado de Monçon, con la mediación del Papa, según el cual (contrariamente a la promesa hecha al duque de Saboya), las tropas francesas dejaron Valtellina a los españoles. La invasión de Génova y la Valtelina planeada por Richelieu acabó en derrota francesa. Sin embargo, Tratado de Monson no preveía el control de la carretera que pasaba por Valtellina, pero otorgó a Francia y España el derecho a utilizarla. El problema de Valtellina se resolvió temporalmente. Además, en marzo de 1627, Francia formó una alianza con España para oponerse a Inglaterra, que apoyaba a los hugonotes. Hasta la rendición de La Rochelle el 28 de octubre de 1628, las tropas francesas prácticamente no participaron en las hostilidades fuera de su territorio.
Esta paz se rompió rápidamente después de las tensiones debido a la Guerra de Sucesión de Mantua. Ocurriendo en los años finales de la fase danesa y en los años iniciales de la fase sueca, la guerra de sucesión de Mantua y Monferrato (también conocida como la "guerra de Monferrato") es considerada por algunos historiadores como parte de los Treinta Años, un conflicto periférico que no tuvo lugar en el área alemana, pero si en el área de influencia de los Habsburgo en la península italiana y desafiada por el Reino de Francia, después de que estallaran en el siglo anterior una larga serie de conflictos entre el francés Francisco I y el español Carlos V. Su casus belli fue la extinción de la línea masculina directa de la Casa de Gonzaga en diciembre de 1627. A la muerte sin herederos de Vincenzo II Gonzaga , duque de Mantua y Monferrato, en 1627, comenzó la disputa dinástica por el control del territorio de Mantua (fortaleza más fuerte del norte de Italia) y Monferrato tras la extinción de la línea directa de la familia Gonzaga, pues los hermanos Francesco IV (1612), Ferdinando (1612–26) y Vincenzo II (1626–27), los tres últimos duques de Mantua de la línea directa, todos habían muerto sin dejar herederos legítimos, generándose dos demandantes rivales: por un lado Ferrante II Gonzaga, apoyado por los españoles, por Fernando II y por el duque de Saboya Carlo Emanuele I (que había acordado con el gobernador de Milán la partición de Monferrato), por el otro Carlo I de Gonzaga-Nevers, señor de facto de Mantua desde Enero de 1628, apoyado por la República de Venecia, el rey francés Luis XIII y por el cardenal Richelieu. El papa Urbano VIII estaba asustado por la perspectiva de una intervención de los Habsburgo en Italia. Insistió en la devolución de las tierras monásticas a aquellas órdenes de las que fueron retiradas, y no a los jesuitas.[45] La sucesión se había resuelto a favor de la casa Gonzaga-Nevers, francesa; esta resolución, que puso bajo el control de Francia dos territorios estratégicos para el control del norte de Italia, no aceptada por España, que en cambio apoyó la candidatura al ducado de la rama proespañola de la Gonzaga di Guastalla.
El intento inicial de Don Gonzalo Fernández de Córdoba, gobernador español de Milán, y Charles-Emmanuel fue dividir el patrimonio de Mantuan-Montferrat, que se encontraba al este y al oeste de Milán. El ministro español apoyó al reclamante Guastalla en Mantua, como el más débil de dos vecinos, y al reclamante Saboya en Montferrat, el menor de los territorios. Se produjo la fricción entre los confederados, cuando Charles-Emmanuel trasladó sus tropas a más territorio del que se había acordado, poniendo sitio a la ciudad de Casale, capital de Montferrat. Mientras Luis XIII de Francia y el cardenal Richelieu estaban preocupados por los nuevos levantamientos hugonotes en Languedoc, la captura de La Rochelle en 1628 les permitió enviar fuerzas al socorro de Casale, entonces asediado por un ejército de Habsburgo de Milán. En marzo de 1629, los franceses tomaron por asalto las barricadas que bloqueaban el Pas de Suse y, a finales de mes, habían levantado el sitio de Casale y tomado la estratégica fortaleza de Pinerolo. En abril, Francia y Saboya acordaron el Tratado de Susa, y el ejército francés regresó a Francia, dejando una guarnición en Pinerolo. El enviado papal en las negociaciones en Casale fue Jules Mazarin. Las fuerzas del emperador Fernando II bajo Ramboldo, Conde de Collalto invadieron los Grisones y Valtelline. El gobernador fue llamado de Milán, seguido de los insultos de los ciudadanos, porque el pan había escaseado durante meses. El invierno siguiente, Milán fue devastada por la peste bubónica introducida por los ejércitos, que ha sido vívidamente descrita por Manzoni.[46]
Tras una primera victoria española, con tropas procedentes de los territorios de Milán, con los Saboya ocupando Trino , Alba y Moncalvo, y con Ambrogio Spinola sitiando Casale, la situación se invirtió con el descenso a Italia del propio rey de Francia (después de derrotar a la facción hugonote) en 1628, que derrotó a las fuerzas piamontesas y ocupó una gran parte del ducado de Saboya, y luego volvió a arrasar a las fuerzas imperiales y españolas, con la llegada a la península italiana del ejército de Wallenstein. Más tarde, en 1629, el emperador Fernando II envió un ejército de Landsknecht para sitiar Mantua. Carlos se fue sin el apoyo prometido de Luis XIII de Francia. El asedio duró hasta julio de 1630, cuando la ciudad, ya azotada por una plaga, fue brutalmente saqueada durante tres días y tres noches por tropas dirigidas por el Conde Aldringen y Gallas. Pero el emperador no tuvo éxito en Mantua. La plaga desenfrenada entre las tropas imperiales, los acontecimientos bélicos en el norte de Europa y la invasión sueca de Alemania empujaron a Fernando II a buscar un acuerdo con los franceses, primero con el Tratado de Ratisbona (13 de octubre de 1630) y finalmente con la Paz de Cherasco.(6 de abril de 1631), que reconoció al candidato francés como legítimo duque de Mantua.
Los franceses aceptaron la Paz de Ratisbona, que fue negociada por los representantes franceses, el padre Joseph y Nicolas Brûlart de Sillery. El acuerdo se firmó el 13 de octubre de 1630, que proporcionó condiciones favorables a los intereses franceses en Italia a pesar de sus reveses militares. Específicamente, a los franceses se les permitió mantener su guarnición en Grisones. El acuerdo también confirmó a Charles Gonzaga-Nevers como duque de Mantua y marqués de Montferrat a cambio de concesiones menores a Charles Emmanuel de Saboya y Ferrante de Guastalla. Los Habsburgo, por su parte, reducirían su número de tropas en la región. El tratado fue visto como tan desfavorable para los españoles que el primer ministro español, Olivares, no lo consideró diferente a una rendición. Además, el tratado contenía una cláusula problemática. Incluía un acuerdo por el cual a los franceses no se les permitía establecer alianzas en Alemania contra un emperador reinante del Sacro Imperio Romano Germánico. Esto debería haber dejado al margen a Francia en el conflicto en curso. Luis XIII de Francia se negó a aceptar esto, y los austriacos se encontraron todavía en guerra, pero con fuerzas disminuidas en el área. Las nuevas fuerzas enviadas al sur de los Alpes serían extrañadas cuando las fuerzas suecas al mando de Gustavus Adolphus invadieron desde el norte. La paz italiana se hizo finalmente con el Tratado de Cherasco, firmado en una ciudad del Piamonte el 19 de junio de 1631. Francia, que en 1629 había tomado Saboya, luego capturó Pinerolo en Piamonte al año siguiente, renunció a sus conquistas en Italia. Charles Gonzaga-Nevers fue confirmado como gobernante en Mantua y Montferrat, con concesiones a los demás pretendientes: Vittorio Amedeo I, que sucedió en Saboya tras la repentina muerte de su padre, el duque Carlos Emmanuel, ganó Trino y Alba en Montferrat; mientras que César II de Guastalla, hijo de Ferrante, recibió Luzzara y Reggiolo. Más tarde se descubrió que por un tratado secreto con Vittorio Amedeo, Pinerolo se rindió a Francia. Con la excepción de la Guerra Civil piamontesa de 1639 a 1642, esto aseguró la posición francesa en el norte de Italia durante los siguientes 20 veinte años.[47]Piamonte entonces se volvió un estado satélite del reino de Francia.
La guerra de Monferrato y la gran plaga que azotó la península entre 1629 y 1631 son el trasfondo de los sucesos de Renzo y Lucía en I promessi sposi, la obra más conocida de Alessandro Manzoni, que muestra la sociedad con considerable precisión e investigación histórica, en la época del dominio español y la ruina hecha de epidemias, hambrunas y saqueos traídos por los ejércitos del siglo XVII en los teatros del conflicto.
Posteriormente, se reanudaron las hostilidades en este territorio. Después de que Francia entrara en la Guerra de los Treinta Años. Pues se sumó el conflicto concebido por Vittorio Amedeo I para crear una liga antiespañola en Italia, entre los 1636 y 1637.
Intervención sueca (1630-1635)
Gustavo II Adolfo de Suecia había participado desde 1626 en la guerra polaco-sueca, con Polonia aliada al Sacro Imperio Romano Germánico (el cual envió tropas austríacas a auxiliar la Mancomunidad en 1629 en forma de un cuerpo de tropas imperiales al mando del mariscal de campo Hans Georg von Arnim-Boitzenburg y otro cuerpo imperial, comandado por Albrecht von Wallenstein operando en la cercana Pomerania). El rey sueco regresó a la Prusia polaca con refuerzos sustanciales en Mayo y marchó hacia el sur hacia Graudenz (Grudziądz) con la esperanza de aislar al recién llegado cuerpo imperial de Arnim antes de que pudiera unirse a Koniecpolski. No tuvo éxito, y mientras se retiraba al norte hacia las guarniciones suecas en Stuhm (Sztum) y Marienburg (Malbork), fue atraído a la batalla el 27 de junio de 1629 en Honigfeld, o Honigfelde, cerca de Stuhm, en una acción conocida por los polacos como la Batalla de Trzciana . En este encuentro, mientras intentaba cubrir la retirada de su infantería, la caballería sueca fue sometida a una serie de feroces enfrentamientos en las aldeas de Honigfeldt, Straszewo y Pułkowice.. Con la ayuda de los pesados coraceros de Arnim, los polacos, con sus húsares «alados» más rápidos, y sus mercenarios cosacos, consiguieron una gran ventaja sobre los ligeros jinetes suecos. Las pérdidas suecas en la lucha fueron cuantiosas, que ascendieron a 600 o 700 muertos, casi todos de caballería (incluido el hijo de Herman Wrangel). Los polacos tomaron 300 prisioneros, 10-15 estandartes, así como 10 del famoso cañón de cuero de Gustavo Adolfo. Las pérdidas de la Mancomunidad fueron menos de 300 muertos y heridos. El propio rey sueco apenas escapó con vida y luego dijo que nunca había tomado "un baño tan caliente". A pesar de todos los brillantes esfuerzos de Koniecpolski contra los suecos que pretendían conquistar Prusia y Pomerania, un alto el fuego en Stary Targ (tregua de Altmark) el 26 de septiembre de 1629 favoreció a los suecos, a quienes Polonia cedió la mayor parte de Livonia junto con su importante puerto de Riga. Suecia ahora controlaba casi todos los puertos del Báltico; con las notables excepciones de Danzig, Putzig, Königsberg y Liepāja (Libau). Esto sería lo más cerca que estuvieron los suecos de lograr su objetivo de convertir el Mar Báltico en 'el lago interior de Suecia'. Después del tratado, Suecia utilizó sus premios y dinero como punto de partida para su entrada en el campo alemán de la Guerra de los Treinta Años.
En esta guerra, el escocés Alexander Leslie comenzó su carrera en el ejército sueco como comandante y gobernante de Pillau en Prusia Oriental. Gustavo II Adolfo había hecho planes para intervenir en el Sacro Imperio Romano Germánico, los cuales fueron aprobados por la comisión del Riksdag en el invierno de 1627-28. El 23 o el 25 de junio de 1628, Stralsund concluyó una alianza con Gustavo II Adolfo de Suecia, la cual debía durar veinte años. Gustavo II Adolfo procedió a estacionar una guarnición en la ciudad, la primera de su tipo en tierra alemana. Este evento marcó el antecedente de la intervención sueca en la guerra.
Algunas personas en la corte de Fernando II creían que Wallenstein deseaba controlar a los príncipes alemanes y restaurar el poder del emperador en Alemania bajo su autoridad. Fernando II destituyó a Wallenstein en 1630. Más tarde lo volvería a llamar después de que los suecos, al mando del rey Gustavo II Adolfo, atacasen el imperio y vencieran en unas cuantas batallas significativas. La entrada de esta nación a la guerra conduciría al Imperio a una situación defensiva.
Gustavo II Adolfo justificaba oficialmente su intervención aduciendo que defendería a los protestantes de un emperador injusto. Pero, como previamente había hecho Cristián IV, acudió en ayuda de los luteranos alemanes para prevenir una posible agresión católica a su país y para obtener influencia económica y política de Suecia en los Estados alemanes situados alrededor del mar Báltico, en detrimento de las esferas de influencia de Dinamarca, Polonia y la Liga Hanseática. También, como Cristián IV, Gustavo II Adolfo fue subvencionado por Richelieu, el primer ministro del rey Luis XIII de Francia, y por las Provincias Unidas.
Las fuerzas suecas entraron en el Sacro Imperio Romano Germánico a través del Ducado de Pomerania , que sirvió como cabeza de puente sueco desde el Tratado de Stettin . Después de despedir a Wallenstein en 1630, Fernando II pasó a depender de la Liga Católica. Gustavo Adolpfo se alió con Francia en el Tratado de Bärwalde en Enero de 1631. Francia y Baviera firmaron el Tratado secreto de Fontainebleau en 1631, pero los ataques suecos contra Baviera lo volvieron irrelevante. En la batalla de Breitenfeld de 1631, las fuerzas de Gustavo Adolfo derrotaron a la Liga Católica dirigida por Tilly. Un año después, volvieron a encontrarse en otra victoria protestante, esta vez acompañada de la muerte de Tilly en el río Lech mientras ofrecía resistencia a la invasión sueca del Palatinado. La ventaja había cambiado ahora del lado católico al lado protestante, liderado por Suecia. Gustavo Adolfo el 17 de mayo, sin resistencia, ocupó la capital de Baviera, la ciudad de Munich. En 1630, Suecia había pagado al menos 2.368.022 daler por su ejército de 42.000 hombres. En 1632, contribuyó solo con una quinta parte de eso (476,439 daler) al costo de un ejército más de tres veces mayor (149,000 hombres). Esto fue posible gracias a los subsidios de Francia y al reclutamiento de prisioneros (la mayoría de ellos tomados en la batalla de Breitenfeld) en el ejército sueco. Desde 1630 hasta 1634 hizo retroceder a las fuerzas católicas y recuperó una gran parte de las tierras protestantes ocupadas, tomando Pomerania e invadiendo Magdeburgo, sometiéndola a un saqueo muy violento que con sus 24.000 muertos será recordado como uno de los hechos más dramáticos de todo el conflicto. La mayoría de los mercenarios reclutados por Gustavo Adolfo eran alemanes, pero los soldados escoceses también eran muy numerosos. Estos estaban compuestos por unos 12.000 escoceses que ya estaban en servicio antes de que los suecos entraran en la guerra bajo el mando del general Sir James Spens y coroneles como Sir Alexander Leslie, Sir Patrick Ruthven y Sir John Hepburn. A ellos se unieron otros 8.000 hombres bajo el mando de James Marquis Hamilton. El número total de escoceses en el servicio sueco al final de la guerra se estima en unos 30.000 hombres.[48]
La posición del emperador volvió a ser amenazante. El aliado tradicional - España - se vio obligado, por la contraofensiva del príncipe Friedrich-Heinrich, que comenzó en los Países Bajos, a repeler las tropas españolas que debían ser trasladadas desde el Rin para reanudar la Guerra de los Ochenta Años. Otro aliado, Polonia-Lituania, estaba gestando un conflicto con Rusia: la guerra comenzó el 20 de junio de 1632, cuando el voivoda ruso, Mijaíl Shein, atacó el Voivodato de Smolensk (en ese entonces propiedad polaca) en nombre del Zar Miguel I, el patriarca ortodoxo Filareto I de Moscú y el Zemski Sobor, aprovechando la debilidad del país tras la muerte de su rey Segismundo. Ademas, se gestó otro conflicto con el Imperio Otomano en 1633-1634, aprovechando la invasión rusa, para que Mehmed Pasha, gobernador bosnio de Sylistra (en Bulgaria), intente capturar Kamieniec Podolski con tropas del Principado de Valaquia, Moldavia, Crimea y Nogayos de la Horda Budjak y Yedisán (supuestamente fue una excursión sin el permiso oficial del sultán turco, y a petición del zar); pues el rey sueco Gustavo II Adolfo había enviado una propuesta de alianza al Zarato ruso y al Imperio otomano para declararle la guerra a la Mancomunidad Polaco-Lituana y así evitar que el ejército sueco en Alemania tuviera abierto un nuevo frente con la rumoreada entrada de la Mancomunidad en la coalición católica encabezada por los Habsburgo, a los que se les permitía reclutar voluntarios en Polonia.[49] Los planes de guerra rusos y otomanos coincidieron con una intensa acción diplomática de Francia y Suecia, que buscaba crear una coalición anti-polaca. Debido al curso desfavorable de la Guerra de los Treinta Años, tanto Gustavo Adolfo como el cardenal Richelieu querían acabar cuanto antes con la guerra por la desembocadura del Vístula y trasladar el ejército sueco al territorio del Reich. Por este motivo, se intentó formar un bloque anticatólico conjunto de estados ortodoxos, islámicos y protestantes dirigidos contra la República de Polonia. Esta alianza sería formada por Rusia, Turquía, tártaros, Transilvania y cosacos de Zaporozhian, el enviado francés Luis Deshayes partió de Konigsberg hacia Moscú ; debía presentar oficialmente el proyecto comercial franco-persa a través de Rusia, y de hecho tenía la intención de persuadir al Patriarca Filaret para que cooperara estrechamente con la alianza anti-Habsburgo. La celebración de una alianza más fuerte entre suecos y rusos fue impedida por la muerte del rey sueco Gustavo II Adolfo (1632), por lo que Rusia entró en la guerra sola contra Polonia-Lituania. Dos años después, 1634, Murad IV proclamó una yihad contra la Mancomunidad polaco-lituana, pero la victoria del ejército polaco sobre el ejército ruso de Shein durante la guerra de Smolensk obligó al sultán a abandonar sus planes de guerra y concluir la "paz eterna" con los polacos y enfocarse en la Guerra otomano-persa. En esta situación de aislamiento y con Tilly muerto, el emperador no tuvo más remedio que volver, como hace siete años, a pedir ayuda a Wallenstein y su gran ejército.
Wallenstein marchó hacia el sur, amenazando la cadena de suministro de los suecos. Gustavo Adolfo sabía que Wallenstein estaba esperando el ataque y estaba preparado, pero no encontró otra opción. Forzó la batalla de Fürth con Wallenstein a finales de agosto de 1632, posiblemente el mayor error cometido en su campaña alemana. Posteriormente Wallenstein y Gustavo II Adolfo de Suecia chocaron en la batalla de Lützen, en 1632, donde los suecos salieron victoriosos, pero con la pérdida de su rey en Leipzig, que a su vez frustró intentos de forjar una alianza más sólida con Rusia y el Imperio Otomano para una posible intervención en Alemania a cambio de una intervención sueca en Polonia.
Las sospechas de Fernando II sobre Wallenstein volvieron a aparecer en 1633, cuando Wallenstein intentó arbitrar en las diferencias entre los bandos católico y protestante. El emperador creía que tal general planeaba una traición contra él, en contubernio con Suecia. Fernando II dispuso las cosas para arrestarlo tras retirarle de nuevo el mando. Uno de los soldados de Wallenstein, el capitán Devereux, le asesinó cuando intentaba contactar con los suecos en la casa consistorial de Cheb (Eger en alemán), el 25 de febrero de 1634.
Si bien fue un conflicto separado, la Guerra de Smolensk se convirtió en una parte integral del enfrentamiento de Treinta Años.[50] La paz ruso-polaca de 1634 puso fin a la ambición polaca por el trono zarista, pero dejó a Polonia libre para reanudar las hostilidades contra su principal enemigo en el Báltico, ante ello, en 1635, la tregua con Suecia fue ampliada por el Tratado de Stuhmsdorf. Muchas potencias europeas como Brandeburgo-Prusia, Francia, Inglaterra y la República Holandesa estaban interesadas en el resultado de las negociaciones polaco-suecas y también fueron nombradas como mediadores para asegurar la neutralidad polaca. Suecia cedió los puertos prusianos y Polonia cedió la mayor parte de Livonia a Riga, pero mantuvo la región de Latgale. El armisticio concluido entre ellos permitió a Suecia transferir refuerzos significativos desde el otro lado del Vístula a Alemania.
Las hostilidades continuaron, y este mismo año, los suecos y sus aliados protestantes alemanes, al mando de Gustavo de Horn y Bernardo de Sajonia-Weimar, fueron derrotados por fuerzas hispano-imperiales en la batalla de Nördlingen, lideradas por el rey de Romanos (heredero imperial), archiduque Fernando (hijo de Fernando II) y el general Matthias Gallas, al mando de los tropas católicas alemanas, y por el cardenal-infante don Fernando de Habsburgo, hermano del rey Felipe IV, al mando de tropas españolas que acudieron en ayuda de los católicos desde la posesión española de Milán.
Después de aquello, ambos lados se encontraron para entablar negociaciones, y el periodo sueco terminó por medio de la Paz de Praga (1635), según la cual:
- Se restableció la fecha, 1555, que la Paz de Augsburgo había establecido como aquella a partir de la cual las posesiones en tierras de los protestantes y católicos permanecerían sin cambios, lo cual anuló a todos los efectos el Edicto de Restitución.
- El ejército del emperador y los ejércitos de los Estados alemanes quedaron unidos como único ejército del Sacro Imperio Romano. (aunque Juan Jorge I de Sajonia y Maximiliano I de Baviera mantuvieron, como cuestión práctica, el mando independiente de sus propias fuerzas, ahora nominalmente componentes del ejército "imperial")
- Todos los firmantes del acuerdo se comprometieron a expulsar a los suecos de territorio del Sacro Imperio.
- Prohibió que los príncipes alemanes estableciesen alianzas entre ellos o con potencias extranjeras.
- Se legalizó el calvinismo.
- Resolvió las cuestiones religiosas de la guerra de los Treinta años.
Este tratado, sin embargo, no satisfizo a los franceses, ya que los Habsburgo continuaban siendo muy poderosos. Además España (en respuesta a la invasión francesa de Lorena y Bar en la primavera de 1634) tomó el 24 de enero Philippsburg y Tréveris el 26 de marzo de 1635, fortalezas del Electorado de Tréveris. Francia decidió entrar el 19 de mayo en la guerra contra España y El 18 de septiembre declara la guerra al Sacro Imperio, una vez producida la ocupación imperial de Espira el 4 de septiembre.
Intervención francesa (1635-1648)
Desde el comienzo de la guerra, Francia siempre se había mantenido cuidadosamente alejada de los combates, mientras que desde 1625 apoyaba a los oponentes del Emperador y el Rey de España a través de su diplomacia y subsidios. Sus únicas implicaciones directas fueron en áreas periféricas de Italia y Lorena. Esta política no estuvo exenta de contradicciones porque Richelieu, cardenal de la Iglesia católica y adversario despiadado de las fuerzas protestantes, dentro del reino, se alía con los protestantes extranjeros contra los Habsburgo, campeones del catolicismo. Por tanto, las consideraciones religiosas se oponen a las consideraciones políticas y al deseo de contener el poder de los Habsburgo. Sin embargo, terminan ganando a sus diversos adversarios. Para mantener el equilibrio deseado, Francia no tiene otra solución que involucrarse directamente en el conflicto
Francia, aunque era un país católico, rivalizaba con la casa de Habsburgo, y ahora entró en la guerra en el bando protestante. El cardenal Richelieu, primer ministro de Luis XIII, pensó que los Habsburgo todavía eran demasiado poderosos, ya que mantenían en su poder varios territorios en la frontera este de Francia y tenían influencia sobre las Provincias Unidas. Richelieu era un bon français , como el rey, que ya había decidido subvencionar a los holandeses para luchar contra los españoles a través del Tratado de Compiègne en junio de 1624
Por lo tanto, Francia se alió con los holandeses y con Suecia, y entró en la guerra luego de que los españoles, por precaución, ocuparan Philippsbourg, Speyer, Landau y finalmente Trier, de los cuales el arzobispo Philipp Christoph von Sötern, uno de los príncipes electores, se puso bajo la protección de Francia. Richelieu tomó este pretexto para declarar, el 19 de mayo de 1635, la guerra contra España, el adversario más directo de los intereses franceses. De acuerdo con las fuerzas suecas (tratados Wismar de 1636 y Hamburgo de 1638 ), las tropas francesas abrieron la ofensiva anti-Habsburgo en Alemania y Holanda, mientras que las fuerzas suecas se establecieron en el norte de Alemania.[51] Al mismo tiempo, Francia no detuvo sus esfuerzos en el ámbito diplomático. Sus aliados italianos entraron en guerra contra los Habsburgo: los ducados de Saboya , Mantua y la República de Venecia.
Las tropas francesas del duque Henri de Rogan en 1635 expulsaron a los españoles y los imperiales (austriacos) de Valtellina.[52] La renuencia de Francia a devolver Valtellina obligó a las autoridades de Grison a iniciar negociaciones secretas con España y el Sacro Imperio Romano Germánico. En 1637, los Grisones, encabezados por Georg Jenach, expulsaron a los franceses de Valtellina. En 1639, se concluyó un tratado en Milán entre los Grisones y España, en virtud del cual Valtellina se abrió al paso de las tropas españolas, pero se consideró la posesión soberana de los Grisones.[53] A la población de Valtellina se le concedió el autogobierno y a los católicos locales se les dio libertad de religión.
El Piamonte aún buscaba una vana expansión hacia Ginebra: estos hechos, de armas y política, no ayudaron a la economía y la historia futura, agravando la ya difícil situación interna por la muerte de Vittorio Amedeo I de Saboya. Sus hijos lo sucedieron: por un período muy corto de tiempo el hijo mayor Francesco Giacinto de Saboya y luego el segundo hijo Carlo Emanuele II. En ambos casos la regencia fue encomendada a la madre María Cristina (francesa), quien se convirtió en Madama Reale para el pueblo y sus simpatizantes tomaron el nombre de Madamisti. Contra esta preponderancia francesa, que habría hecho de Piamonte un estado satélite del reino de Francia, sumado a los objetivos del cardenal Richelieu, que intentó anexar a la corona de Francia el ducado de Saboya. El reino se dividió en "madamistas" y "príncipes", pues el príncipe Mauricio de Saboya y su hermano menor, el príncipe Tomás Francisco de Saboya-Carignano se disputaban el poder de su cuñada, y su séquito francés. Cuando el primer heredero Francisco Jacinto murió en 1638, los dos hermanos comenzaron la guerra civil piamontesa, con el apoyo español, los príncipes, el cardenal Mauricio de Saboya, y Tomás de Saboya, se movilizaron, cuyos seguidores tomaron el nombre de Príncipes. Los príncipes, con el apoyo de tropas españolas provenientes de Milán, ocuparon Chieri, Chivasso, Ivrea, Moncalieri, Vercelli y Verrua Savoia. Fracasando en la toma de las ciudades de Cherasco y Turín en 1640. Cristina en 1639 se vio obligada a refugiarse en Saboya, bajo protección francesa, para escapar de sus cuñados que asolaban Turín. Posteriormente, sin embargo, el propio Richelieu hizo arrestar al fiel Conde d'Agliè, culpable de oponerse al protectorado francés. Cristina resistió indomable, explotando hábilmente las rivalidades entre franceses y españoles y su origen real.
Los esfuerzos militares franceses se encontraron con el desastre, y los españoles contraatacaron, invadiendo territorio francés. El general imperial Johann von Werth y el comandante español, el cardenal infante Fernando de España, al mando de las tropas españolas arrasaron las provincias francesas de Champaña y Borgoña, e incluso amenazaron París durante la campaña de Francia de 1636. La campaña de 1636 fue muy difícil para Francia. Las operaciones en Italia se estancaron, así como las de Alsacia; una operación llevada a cabo en Franche-Comté contra Dole terminó en fracaso y Gallas invadió Borgoña antes de fracasar en el sitio de Saint-Jean-de-Losne y tener que volver a cruzar el Rin cuando llegaron los refuerzos; en el norte, los españoles y sus aliados, bajo el mando de Ottavio Piccolomini , Jean de Werth y el Cardenal-Infante, ganaron terreno y finalmente tomaron Corbie (en el Somme) los 15 de agosto. Por lo tanto, París está directamente amenazada, pero Luis XIII logra recuperar a Corbie el 14 de noviembre de . Sin embargo, en el sur, España se ha apoderado de Saint-Jean-de-Luz y amenaza al suroeste. El general imperial Johan von Werth y el comandante español, el cardenal-infante Fernando, llevaron a cabo campañas exitosas, sin embargo esto alargaba mucho sus líneas de comunicación, por lo que finalmente se retiraron mientras los franceses tomaron Arras, aun así los españoles vencieron a los franceses en los sitios de Saint Omer de 1638 y 1647. Finalmente Bernardo de Sajonia-Weimar derrotó a las fuerzas hispano-imperiales en el Rin y llegó a amenazar su permanencia en suelo francés en la batalla de Rheinefeld.
Las hostilidades de 1637 y 1638 estuvieron marcadas por la confusión y un status quo relativo . Los hechos más notables son en 1637 la muerte de los duques de Mantua y Saboya , y el difícil inicio de la regencia de la duquesa de Saboya, Cristina , hermana de Luis XIII, ante las intrigas de sus hermanos en Ley, Tomás y Mauricio, aliados con los españoles. En 1638, fue la derrota francesa en Hondarribia (País Vasco) el 7 de septiembre y la destrucción de una flota española el 22 de agosto de así como la captura de Brisach, clave para la Alsacia y Suabia de Bernardo de Sajonia-Weimar el 19 de diciembre. Ni la batalla de Vlotho en octubre de 1638, en la que las tropas imperiales derrotaron a las fuerzas suecas, inglesas y palatinas (provocando la salida definitiva del Palatinado del conflicto) ni la muerte de Bernardo de Sajonia-Weimar ni la batalla de Chemnitz en abril 1639 ni, finalmente, la ofensiva conjunta franco-sueca en Turingia, resultó decisiva para el destino de la guerra, que efectivamente entró en un punto muerto. Siguieron muchas batallas, pero ningún bando obtuvo en ellas ventajas claras.
Alrededor de 1640, el emperador comenzó a avanzar hacia la paz, pero no hubo fuerza para responder a la actitud opresiva. En Holanda, la República Federal de los Países Bajos derrotó a España y capturó Fort Breda. Esta victoria aseguró la independencia de los Países Bajos y, a la inversa, fue una expresión del colapso de la hegemonía española. Y a partir de este momento, el ejército español fue derrotado repetidamente frente a Francia y Holanda, mostrando signos de colapso. El asedio de la fortaleza Habsburgo de Arras, que duró del 16 de junio al 9 de agosto de 1640 (en el que distinguió al escritor Savinien Cyrano de Bergerac) y su caída terminando finalmente en manos francesas hizo que los acontecimientos giraran decisivamente a favor de Luis XIII y en detrimento de España: habiendo perdido Arras, las tropas francesas tuvieron un juego fácil para invadir y ocupar todo Flandes; en ese año, el Reino de Portugal inicio su guerra de independencia de España y sucedió una Sublevación en Cataluña. El gobierno del conde-duque de Olivares, con su política de endurecimiento fiscal en detrimento de estas dos regiones, había provocado la parálisis en Lisboa y el odio y descontento catalán hacia la corte madrileña. El fermento de estos movimientos separatistas no escapó al cardenal Richelieu, quien, queriendo promover una "guerra de diversión" en territorio ibérico para obligar a los españoles a retirarse del teatro alemán, prestó prontamente ayuda en primer lugar a los catalanes y más tarde a los portugueses. Los esfuerzos del primer ministro francés tuvieron los efectos deseados: Felipe IV de España, apoyado por sus asesores, se vio obligado de mala gana a desviar su atención de la guerra en el norte de Europa para abordar los problemas en sus territorios.
La coalición imperial se hundió en una profunda crisis. En el Mediterráneo y el Atlántico las flotas francesa y holandesa ganaron repetidamente a las hispanas, mientras que las fuerzas francesas y suecas recuperaron la iniciativa en el sur de Alemania: en la segunda batalla de Breitenfeld el 2 de noviembre de 1642, luchó fuera de Leipzig, el mariscal de campo sueco Lennart Torstenson, quien derrotó al ejército imperial liderado por Leopoldo Guillermo de Austria y por el príncipe general Ottavio Piccolomini, resultando en la pérdida de 20 000 hombres, la captura de 5 000 prisioneros y 46 cañones a costa de 4 000 muertos o heridos entre las filas franco-suecas. La victoria en Breitenfeld permitió la ocupación sueca de Sajonia y obligó a Fernando III a considerar el papel de Suecia, y no solo de Francia, en las futuras negociaciones de paz.
Después de cuatro años de lucha en la guerra civil piamontesa, Cristina de Borbón-Francia salió victoriosa, gracias al apoyo militar francés. No sólo mantuvo el ducado para su hijo, ella también impidió que Francia consiguiera demasiado poder en el Ducado de Saboya. Cuando se firmó la paz el 14 de junio de 1642, Mauricio se casó con su sobrina de catorce años de edad, Luisa Cristina de Saboya, abandonando el título de cardenal y previa dispensa del papa Paulo V. Se convirtió en gobernador de Niza de donde expulsó a las tropas españolas, que mantuvieron ocupado Vercelli hasta 1659. Cristina de Francia se quedó con el control del Ducado de Saboya, hasta que su hijo pudiera seguir sus pasos, su regencia oficial terminó en 1648, pero permaneció en el poder hasta su muerte.
Además, en noviembre de 1642, estalló una guerra civil revolucionaria en Inglaterra, que condujo a una reducción de los subsidios ingleses a los protestantes alemanes y Suecia, además de un nuevo frente de guerra contra Irlanda.
En 1642, murió el cardenal Richelieu y un año después lo hizo el rey francés Luis XIII. Subió al trono Luis XIV, con tan sólo cinco años, mientras que su regente, el Cardenal Mazarino, comenzó a trabajar para buscar una salida diplomática a la guerra. Por esta razón, Mazarino no tuvo más remedio que abandonar su ambición de convertir al rey francés en emperador del Sacro Imperio Romano Germánico de entre las políticas que había heredado .
Mientras tanto, Suecia estaba en guerra con Dinamarca-Noruega, que amenazaba con estar detrás del ejército sueco que luchaba en Alemania. Esta guerra se llamó la Guerra de Torstenson en honor al comandante. En un esfuerzo por fortalecer su posición en el Báltico, los daneses comenzaron a construir una armada fuerte capaz de resistir a Suecia. Para evitar esto, en diciembre de 1643, por orden de Oxensherna, las tropas suecas lanzaron una ofensiva en Holstein y en enero ocuparon todo el territorio continental de Dinamarca - Jutlandia. El ejército sueco, con la marina holandesa como aliada, subyugó Dinamarca y tomó el control del Mar Báltico, que fue interrumpido por la Guerra de los 30 Años. El general Gustav Horn también regresó de esta guerra. Los daneses solicitaron la ayuda del emperador. El Ejército Imperial se apresuró a apoyar a Dinamarca, Gallas fue llamado nuevamente y enviado a Dinamarca. En la primavera de 1644, su ejército se acercó a Kiel, saqueó el oeste de Pomerania, pero el 23 de noviembre fue detenido por los suecos, liderados por Torstensson, cerca de Yuterbog, por lo que fue derrotado.[54] Después de la derrota de Gallas bajo Yuterbog, el camino hacia las tierras hereditarias de los Habsburgo se abrió nuevamente para los suecos. Torstensson invadió Bohemia. Para repeler su avance, se envió un ejército bajo el mando del mariscal de campo imperial, el conde von Hatzfeldt . Ambos ejércitos tenían aproximadamente el mismo tamaño, pero las fuerzas combinadas imperial-bávaras incluían unidades de caballería grandes y experimentadas.
En 1642 las tropas Españolas vencen a las francesas en Honnecourt, pero en 1643 las tropas españolas de Felipe IV, que se enfrentaba en la península a la Sublevación de Cataluña, fueron derrotadas en la batalla de Rocroi, en Flandes, lo cual supuso un punto de inflexión en el prolongado conflicto franco-español y marcó el declive de España como gran poder. En el frente del Rin, las tropas francesas fueron derrotadas en Tuttlingen, y su primer intento de invadir Baviera fue un fracaso siendo los franceses al mando de Turena derrotados en Mergentheim, pero dos años después, en 1645, Suecia invadió Bohemia nuevamente para asegurar la victoria, el mariscal sueco Lennart Torstensson venció a un ejército imperial en la batalla de Jankov, cerca de Praga, habiendo rechazado los primeros ataques de los suecos, los católicos lograron poner en fuga el flanco derecho del enemigo. Cuando los caballeros de von Hatzfeldt y von Werth, en lugar de completar la derrota del enemigo, se apresuraron a saquear el convoy sueco detrás, Torstensson, orientándose en la situación, rápidamente reconstruyó sus tropas y, usando hábilmente la artillería, rechazó todos los ataques de infantería y luego, con un contraataque exitoso, derrotó por completo a los católicos. El ejército imperial fue destruido,[55] mientras tanto, Luis II de Borbón, príncipe de Condé, derrotó al ejército bávaro en Nördlingen. El último gran jefe militar de los católicos, el conde Franz von Mercy, perdió la vida en la batalla. Este evento fue decisivo para la derrota de los Habsburgo, y el duque de Baviera hizo la paz con Francia, además, el aislado duque de Sajonia firmó un armisticio con el ejército sueco. Sin encontrar más resistencia, Torstensson cruzó el Danubio el 24 de marzo y en poco tiempo capturó casi todas las principales ciudades y fortalezas del norte de la Baja Austria. Invitó al rebelde príncipe de Transilvania György I Rákóczi a lanzar una ofensiva contra Viena desde el este. A la espera de una respuesta, los suecos continuaron devastando el Danubio y el 4 de mayo sitiaron Brunn en Moravia. Cuando las fuerzas del archiduque Leopold Wilhelm, después de feroces combates, recuperaron el punto fortificado Wolfschanze al norte de Viena
En julio de 1644, en lugar del papa pro-francés Urbano VIII, fue elegido el pro-hispánico Inocencio X, cuya política en Italia condujo a la ruptura de las relaciones diplomáticas entre París y el Vaticano.[56]
El Principado de Transilvania bajo el gobierno Jorge Rákóczi I participó de nuevo como aliado de los suecos y franceses protestantes, siguiendo una política similar a la de Gabriel Bethlen de tener enfrentamiento a los Habsburgo. Agrandó los bienes y propiedades de la familia Rákóczi y luego de varios ataques, no obtuvo grandes éxitos contra los germánicos. En 1636, el destituido Esteban Bethlen, aliado con el pachá de Buda, atacó a Rákóczi intentando recuperar el trono, pero fue vencido en la batalla de Nagyszalonta. Posteriormente en 1644, dirigió una nueva campaña militar contra el emperador germánico y rey húngaro Fernando III de Habsburgo, y durante ésta ocupó todos los territorios del norte de Hungría en alianza con el ejército sueco que asediaba Brno, las tropas húngaras de Rákóczi ya se estaban moviendo para ayudar a los suecos a atravesar Moravia. Cuando se estaba disponiendo para avanzar hacia Viena, el Sultán lo prohibió y lo obligó a regresar, pues no quería que un estado vasallo de la Puerta Otomana interfiriera en las luchas católico-protestantes. Entonces, y para evitar la unificación de las tropas suecas y húngaras, en 1645, Fernando III de Habsburgo, firmó la paz de Linz, y Transilvania obtuvo del emperador las siete provincias del Tisza y garantías a la libertad religiosa.
A finales de 1642, se establecieron conferencias de paz a ambos lados del Rin, pero las negociaciones no comenzaron hasta 1644. La guerra se convirtió en una situación contradictoria que se volvió muy intensa a medida que la batalla por una ventaja en las negociaciones y la batalla para poner fin a la guerra se mezclaron. Por una serie de circunstancias, la conferencia de paz avanzó lentamente. A la conferencia internacional asistieron todos los países europeos excepto Gran Bretaña, los Países Bajos, el Imperio Ruso y el Imperio Otomano. Sin embargo, en 1646, el Ejército Imperial logró un maravilloso resurgimiento. Temiendo que el Ejército Imperial se reuniera con Baviera, Suecia invadió Baviera nuevamente. Francia vio esto como un acto de exceso y envió al Maestro Turenne para mantener a Suecia bajo control . Asediada por ambos ejércitos, Baviera se rindió, pero un general bávaro se rebeló y se unió al Ejército Imperial. Paralelamente, en el Reino de Nápoles, la República Napolitana se rebeló contra el dominio español en la revuelta de Masaniello y las tropas francesas, dirigidas por el príncipe Condé, derrotaron nuevamente al archiduque Leopoldo en 1648 dirigido por los españoles en Lens. En 1647 Francia y Suecia invadieron Baviera y forzaron a Maximiliano I a firmar el 14 de marzo de 1647 la Tregua de Ulm y renunciar a su alianza con el Sacro Imperio Romano. Sin embargo, en otoño de ese mismo año rompió la tregua y volvió con los imperiales. En 1648, suecos y franceses al mando de Luis II de Borbón derrotaron al ejército imperial y español en las batallas de Zusmarhausen y Lens. Después de eso, tratando de obligar a Maximiliano a concluir una paz separada, devastaron casi toda Baviera.[57]El general sueco Königsmark, que tras la batalla de Zusmarshausen se trasladó hacia Praga, logró capturar Mala Strana y Hradcany el 26 de julio, sin embargo, intentó continuar la ofensiva y cruzar el Puente Carlos para la ciudad vieja se enfrentó a una feroz resistencia de la gente del pueblo y la guarnición imperial. La lucha en Praga continuó hasta el final de la guerra. La batalla final se libró en el mismo lugar donde estalló la Guerra de Bohemia-Palatinado. En 1648, la coalición sueco-francesa derrotó al ejército emperador-bávaro y consolidó su poder. Los suecos sitiaron y capturaron Praga y se prepararon para atacar Viena, la capital imperial. El emperador decidió firmar el Tratado de Paz el 24 de octubre.
Sin embargo, Suecia continuó luchando en Praga después del 26 de julio de 1648 por la conquista de Bohemia y el protestantismo. Praga, el último bastión del campo católico, resistió ferozmente y nunca se rindió. Carl X, entonces comandante en jefe del ejército sueco, que luego se convirtió en rey de Suecia, también se apresuró a ayudar y el asedio duró tres meses. Sin embargo, no lograron conquistar la parte de la margen derecha de Praga y la ciudad vieja, que resistió hasta el final de la guerra. Únicamente los territorios de la propia Austria permanecieron seguros en manos de los Habsburgo.
La Guerra en la Península Ibérica
Las noticias de las victorias francesas en Flandes en 1640 proporcionaron un fuerte estímulo a los movimientos separatistas contra la España de los Habsburgo en los territorios de Cataluña y Portugal.[58] Había sido el objetivo consciente del cardenal Richelieu promover una "guerra por diversión" contra los españoles[59] aumentando las dificultades en el país que podrían alentarlos a retirarse de la guerra. Para librar esta guerra por diversión, el cardenal Richelieu había estado proporcionando ayuda a los catalanes y portugueses.
La revuelta catalana de la Guerra de los Segadores había surgido espontáneamente en mayo de 1640.[60] La amenaza de que un territorio anti-Habsburgo estableciera una base poderosa al sur de los Pirineos provocó una reacción inmediata de la monarquía. El gobierno de los Habsburgo envió un gran ejército de 26.000 hombres para aplastar la revuelta catalana. De camino a Barcelona , el ejército español retomó varias ciudades, ejecutando a cientos de prisioneros, y un ejército rebelde de la recién proclamada República Catalana fue derrotado en Martorell , cerca de Barcelona , el 23 de enero. En respuesta, los rebeldes reforzaron sus esfuerzos y la Generalitat catalana obtuvo una importante victoria militar sobre el ejército español en la batalla de Montjuïc (26 de enero de 1641) que dominó la ciudad de Barcelona. Perpiñán fue arrebatada a los españoles después de un asedio de 10 meses , y todo el Rosellón cayó bajo el control directo francés. Los poderes gobernantes catalanes aceptaron a medias la proclamación de Luis XIII de Francia como conde soberano de Barcelona , como Lluís I de Cataluña.[61] Durante la década siguiente los catalanes lucharon bajo el vasallaje francés, tomando la iniciativa después de Montjuïc. Mientras tanto, el aumento del control francés de los asuntos políticos y administrativos, en particular en el norte de Cataluña, y un firme enfoque militar en los reinos españoles vecinos de Valencia y Aragón, en línea con la guerra de Richelieu contra España, socavó gradualmente el entusiasmo catalán por los franceses.
Paralelamente, en diciembre de 1640, los portugueses se levantaron contra el dominio español y una vez más Richelieu proporcionó ayuda a los insurgentes.[62] El consiguiente conflicto con España llevó a Portugal a la Guerra de los Treinta Años como, al menos, un jugador periférico. De 1641 a 1668, período durante el cual las dos naciones estuvieron en guerra, España buscó aislar militar y diplomáticamente a Portugal, y Portugal trató de encontrar los recursos para mantener su independencia a través de alianzas políticas y el mantenimiento de sus ingresos coloniales. Sin embargo, Portugal tuvo éxitos diplomáticos y terminó firmando el Tratado de La Haya con las Provincias Unidas de los Países Bajos para concretar una tregua de 10 años en medio de la Guerra luso-neerlandesa y forjar una flota para atacar a España. Además, para cumplir con los intereses de política exterior común de Portugal y Francia, se firmó una alianza entre los dos países en París el 1 de junio de 1641.[63]
La guerra por diversión en la Península Ibérica tuvo el efecto deseado. Felipe IV de España se vio obligado a regañadientes a desviar su atención de la guerra en el norte de Europa para ocuparse de sus problemas en casa. De hecho, incluso en este momento, algunos de los asesores de Felipe, incluido el Conde de Oñate, recomendaban que Felipe se retirara de sus compromisos en el extranjero. Con Tréveris , Alsacia y Lorena en manos francesas y los holandeses a cargo de Limburgo, el Canal y el Mar del Norte, se cortó la "Carretera española" que conectaba la España de los Habsburgo con las posesiones de los Habsburgo en los Países Bajos y Austria. Felipe IV ya no podía enviar refuerzos físicamente a los Países Bajos. El 4 de diciembre de 1642 murió el cardenal Richelieu. Sin embargo, su política de guerra por diversión siguió dando dividendos a Francia. España no pudo resistir el continuo tamborileo de las victorias francesas: Gravelines se perdió ante los franceses en 1644, seguido por Hulst en 1645 y Dunkerque en 1646. La Guerra de los Treinta Años continuaría hasta 1648 [64] cuando la Paz de Westfalia se firmó.
El conflicto entre Francia y España continuó en Cataluña hasta 1659, con el enfrentamiento entre dos soberanos y dos gobiernos catalanes, uno con sede en Barcelona, bajo el control de España y el otro en Perpingnan, bajo la ocupación de Francia. En 1652, las autoridades francesas renunciaron a los territorios de Cataluña al sur de los Pirineos, pero mantuvieron el control del Rosellón , lo que llevó a la firma del Tratado de los Pirineos en 1659, que finalmente puso fin a la guerra entre Francia y España, con la partición de la inquieta Cataluña entre ambos países.[65] La Guerra de Restauración portuguesa terminó con el Tratado de Lisboa en 1668, que puso fin a la Unión Ibérica de 60 años.[66][67]
Paz de Westfalia
Como consecuencia de estos tratados, Francia logró importantes ventajas territoriales en Alsacia y la frontera renana, Suecia se quedó con Pomerania occidental y diversos enclaves alemanes del mar del Norte y el Báltico, convirtiéndose en miembro del Imperio. Brandeburgo se expandió en Pomerania oriental y obtuvo algunos territorios en Alemania occidental, mientras el duque de Baviera retenía el alto Palatinado y la condición de elector, que se restituiría a los herederos de Federico V, junto al bajo Palatinado, hecho que se tradujo en el aumento del colegio electoral imperial a ocho miembros. Por su parte, la independencia formal de Suiza fue acatada por el Imperio. Esta institución fue la más perjudicada, pues el reconocimiento de la soberanía de los príncipes y las ciudades vaciaba de contenido el título imperial. La consagración de la libertad religiosa de los príncipes, que impondrían su fe en sus estados se extendió al calvinismo y puso fin al ciclo de guerras religiosas que habían ensangrentado Europa desde el siglo XVI
Los Habsburgo vieneses, a pesar de algunas concesiones, fortalecieron el control sobre sus posesiones patrimoniales, gobernadas desde Austria. La gran perdedora de este prolongado conflicto fue Alemania en su conjunto, sometida a terribles devastaciones durante tres décadas —especialmente en regiones como Renania, que perdió dos tercios de su población— y afectada por pérdidas materiales que tardaron decenios en ser reparadas. Por su parte, Inglaterra y Holanda se afianzaron como potencias marítimas, lo cual les llevaría a un gran desarrollo comercial y colonial pero también a una rivalidad militar entre ambas. Francia se confirmó como la nueva potencia europea, aunque todavía tenía que dirimir su rivalidad con España.
El ejército francés del Príncipe de Condé derrotó a los españoles en la batalla de Lens en 1648, la cual fue seguida de negociaciones. Los entes políticos que tomaron parte de las mismas fueron: el Sacro Imperio Romano Germánico bajo Fernando III, Francia, España, las Provincias Unidas, Suiza, Suecia, Portugal, y el Papado. La paz de Westfalia en 1648 fue el resultado de estas negociaciones.
Las ideas centrales de la paz de Westfalia fueron:
- La Paz de Praga fue incorporada en la Paz de Westfalia (la cual incorporaba también la Paz de Augsburgo, aunque las fechas de las posesiones de tierra que habían sido establecidas por medio de la Paz de Praga fueron de nuevo establecidas de 1624 a 1627, lo cual favoreció a los protestantes). Los calvinistas fueron, de esta forma, reconocidos internacionalmente, y el Edicto de Restitución fue de nuevo rescindido. La primera Dieta de Speyer fue aceptada.
- Redistribuciones territoriales:
- Francia obtuvo el reconocimiento de sus posesiones en los obispados de Metz, Toul, Verdún y parte de la Alsacia (Belfort, Condado de Ferrete, el Sundgau y las cuarenta villas imperiales del Landvogtei de Haguenau). Además obtenía Breisach y Philippsburg. También adquirió voto en la Dieta Imperial Germánica.
- Suecia obtuvo la Pomerania occidental, Wismar, Poel y los arzobispados de Bremen y Verden. También obtuvo el control sobre la desembocadura del Oder, Elba y Weser. Al igual que Francia, obtuvo voto en la Dieta Imperial Germánica.
- Baviera adquirió voto en el Consejo Imperial de Electores.
- Brandemburgo obtuvo la Pomerania central una vez firmado el Tratado de Stettin (1653), el arzobispado de Magdeburgo como Ducado (a la muerte de Augusto de Sajonia-Weissenfels en 1680), el Obispado de Minden y el de Halberstadt,.
- Suiza fue reconocida como nación completamente independiente.
- Las Provincias Unidas fueron reconocidas como nación independiente (antes de su rebelión, el siglo anterior, habían formado parte de la monarquía Habsburgo) y estas entregan la fortaleza de Erkelenz a los Países Bajos Españoles y Gennep a Brandemburgo. Tratado de Münster.
- A los estados alemanes (alrededor de 360), se les dio el derecho de ejercer su propia política exterior, pero no podían emprender guerras contra el emperador del Sacro Imperio Romano. El imperio, como entidad política, todavía podía emprender guerras y firmar tratados.
- Se abolió la posibilidad de elección del emperador romano vivente imperatore (en vida del emperador reinante).
- Los Palatinados fueron divididos entre el restablecido Elector Palatino Carlos Luis (hijo y heredero de Federico V) y el Elector-Duque Maximiliano de Baviera (lo que significaba la división entre protestantes y católicos). Carlos Luis obtuvo el Bajo Palatinado (Palatinado renano) y Maximiliano mantuvo el Alto Palatinado.
La historiografía ha señalado a la paz de Westfalia como la paz en la que se creó el primer sistema internacional, se abogó por la secularización de la política —acabando así con las guerras de religión—, y edificando el primer paso hacia la destrucción de la sociedad corporativa en beneficio del ideario individualista esbozado en Leviatán (Hobbes), donde las personas ceden libremente su capacidad de actuar violentamente así como su voluntad en beneficio del príncipe, quien pasa a centralizar la violencia (absolutismo).
Consecuencias
- La devastación causada por la guerra ha sido durante mucho tiempo objeto de controversia entre los historiadores. Las estimaciones de pérdidas civiles entre la población de Alemania de hasta el treinta por ciento son tratadas ahora con cautela (los más alcistas hablan de cinco millones de alemanes muertos). Es casi completamente cierto que la guerra causó un trastorno serio a la economía de la Europa Central, pero es posible que no haya hecho más que exacerbar los cambios en términos de comercio, causados por otros factores.
- El resultado inmediato de la guerra, y que sin embargo iba a perdurar durante cerca de dos siglos, fue la consagración de una Alemania dividida entre muchos territorios, todos los cuales, a pesar de su continuidad en la pertenencia al imperio hasta la formal disolución de este en 1806, tenían soberanía de facto. Se ha especulado que esta debilidad fue una de las causas subyacentes del posterior militarismo alemán.
- La guerra de los Treinta Años reestructuró la distribución de poder previa. La decadencia de España se hizo claramente visible. Mientras España estaba ocupada con Francia durante el periodo francés, Portugal declaró su independencia (había permanecido bajo dominio español desde que Felipe II tomó el control del país después de que el rey portugués muriese sin dejar herederos). La familia Braganza se convirtió en la casa gobernante de Portugal. Francia fue vista a partir de entonces como el poder dominante en Europa.
- Durante los últimos años de la guerra de los Treinta Años, Suecia se vio envuelta en un conflicto con Dinamarca, entre 1643 y 1645, denominado la guerra de Torstenson, finalizada con el Tratado de Brömsebro. El resultado favorable a Suecia de este conflicto y la conclusión de la guerra en Europa por medio de la Paz de Westfalia ayudaron a establecer la Suecia posbélica como una gran potencia en Europa.
- Los edictos acordados durante la firma del Tratado de Westfalia fueron instrumentos para sentar los fundamentos de lo que todavía hoy son consideradas como las ideas centrales de la nación-estado soberana. Se acordó que los ciudadanos de las respectivas naciones debían atenerse a las leyes y designios de sus respectivos gobiernos en lugar de a las leyes y designios de los poderes vecinos, ya fuesen religiosos o seculares. Esta certidumbre contrastaba mucho con los tiempos precedentes, en los que el solapamiento de lealtades políticas y religiosas era un acontecimiento común.
- Libertad religiosa, cambio en la estructura del Sacro imperio, consolidación del absolutismo francés como potencia en la segunda mitad del siglo XVII.
Referencias
- 1625-1629. Alineado con las potencias católicas durante 1643-1645 (Guerra de Torstenson)
- En Guerra con Francia. 6000 ingleses también lucharon bajo Charles Morgan en las campañas danesas. Estos se extrajeron en gran parte de la brigada inglesa de cuatro regimientos que tenían su base en la República Holandesa.
- Escocia declaró la guerra y luchó contra España 1625-1630 y Francia 1627-1629, principalmente conduciendo la guerra en el mar. Además de proporcionar 2000 tropas para la campaña contra Francia en 1627, los corsarios escoceses acosaron a los barcos franceses y capturaron y ocuparon Nueva Escocia, Cabo Bretón y Quebec. El Scottish Privy Council también proporcionó órdenes judiciales para 13.700 soldados para el servicio danés que lucharon bajo la bandera escocesa con un Dannerbrog en la esquina superior izquierda. Estos fueron dirigidos inicialmente por el católico Robert Maxwell, conde de Nithsdale y, más famoso, por Donald Mackay Lord Reay. En 1630, 8000 británicos más, en su mayoría escoceses liderados por James 3rd Marquis Hamilton aterrizó en Alemania bajo bandera británica. Se les llamó explícitamente el "ejército británico" y se habían levantado con órdenes emitidas por los consejos privados ingleses y escoceses para el servicio aliado junto a Suecia. Se unieron a un estimado de 12,000 escoceses que ya estaban en el servicio sueco comandados por el general Sir James Spens , Alexander Leslie , Patrick Ruthven y John Hepburn. Este último dirigió una brigada escocesa en Francia de 1634 a 1636, después de lo cual cayó bajo el control de la familia Douglas. Durante todo el período de la guerra, los escoceses mantuvieron una brigada de tres regimientos al servicio de los holandeses. El período 1625-1638 representa el período de mayor compromiso, aunque los escoceses estuvieron activos como aliados en la alianza anti-Habsburgo durante todo el curso de la guerra.
- Paso al lado del Emperador entre 1635 a 1645
- Paso al lado del Emperador entre 1635-1641
- Bajo la dirección del cardenal Richelieu, Saboya intentó crear una liga anti-española en Italia. Aunque Saboya estuvo del lado Habsburgo en la Guerra de Sucesión de Mantua de 1628-1631 y la facción pro-hispana en la Guerra civil piamontesa de 1639 – 1642
- La mayor parte del conflicto del lado frances, sin embargo hubo facciones pro Habsburgos y favorables a intereses españoles durante la Guerra de Sucesión de Mantua de 1628-1631
- Neutralidad mantenida oficialmente, sin embargo con simpatías a los rebeldes protestantes y participación del cantón suizo protestante de los Grisones en 1621 para expulsar a los españoles en la Guerra de la Valtelina, posteriormente en 1637, los Grisones, encabezados por Georg Jenach, expulsaron a los franceses de Valtelina.
- Fernando II revocó el privilegio electoral a Federico V de Simmern
- Como dependencia de los Habsburgo, los croatas participaron del lado del ejército imperial. Se establecieron unidades de soldados croatas en: Baviera (1631 y 1645), España (1638, 1639 y 1642) y probablemente en los Países Bajos
- .Los protestantes constituían entre el 85 y el 90% de la población total, más de la mitad de la población húngara formaba parte de la Iglesia reformada confesionista calvinista y una cuarta parte de la Iglesia evangélica confesante luterana, con grandes sentimientos anti-Habsburgo y a favor de la reforma, sin embargo, apoyaron al Imperio frente a invasiones de potencias extranjeras en sus territorios. Aunque 35000 húngaros se alinearon con el ejército invasor de Gabriel Bethlen en 1620.
- Hasta el estallido de la Guerra de Restauración portuguesa donde pasa al lado francés y anti-español.
- . Apoyando a Suecia contra Polonia en la Guerra de Smolensk. Aunque Rusia y la República de Polonia no intervinieron en el conflicto aleman, ambos países adoptaron una postura inequívoca con respecto a la Guerra de los Treinta Años que se estaba desarrollando en ese período. El rey Segismundo III Waza apoyó firmemente al lado católico, lo que permitió a los agentes de los Habsburgo reclutar voluntarios en Polonia, y también brindó apoyo diplomático a los Habsburgo. Rusia, por el contrario, tomó el lado opuesto, abriendo su estado a los comerciantes protestantes. Los productos agroforestales baratos fluyeron en una amplia corriente hacia los Países Bajos , Dinamarca y Suecia; según el canciller Oxenstierny, solo la propia Suecia recibió a través del puerto de Arkhangelsk7.000 toneladas de cereales rusos
- Participo en socorro de los protestantes húngaros de Transylvania durante las etapas finales de la Guerras de los Magnates de Moldavia, además de dar auxilio económico y diplomatico contra polacos y austríacos.
- Participó como vasallo de los otomanos contra los Habsburgo y la Mancomunidad Polaco-Lituana
- Permitió el reclutamiento voluntario a favor de los católicos, envió a la Lisowczycy a favor de los Habsburgo y participo Indirectamente en la Guerra Polaco-Otomana, la Guerra polaco-sueca de 1621-1629 y la Guerra de Smolensk.
- Inició en el bando protestante hungaro y pro-turco, pero se paso al lado polaco en 1620, y el gobernador Moise Movilă continuó su amistad tradicional familiar con Polonia, proporcionando información falsa a la Sublime Puerta en la guerra polaco-otomana de 1633-1634.
- Los cosacos, como mercenarios de la Mancomunidad Polaco Lituana, tomaron parte activa en la Guerra de los Treinta Años, y las guerras proxy asociadas a ella, a favor del Imperio en su mayor parte.
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Bibliografía
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Enlaces externos
- Wikimedia Commons alberga una categoría multimedia sobre la Guerra de los Treinta Años.
- Proyecto «Paz de Westfalia» (contiene entre otros el volumen de ensayos de la 26.ª exposición del Consejo de Europa «1648: War and Peace in Europe», 1998/1999).